«Ni la letra ni el fútbol entran con sangre»

Eduardo Herrera llegó a compatibilizar su trabajo en el Hospital Infantil con su primera etapa al frente de la Federación Andaluza de Fútbol, donde planteó una revolución que extrapoló al fútbol nacional. Fue concejal pero la política, siendo un idealista reivindicativo, le dejó un sabor agridulce

h - Actualizado: 17 nov 2017 / 07:50 h.
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  • Eduardo Herrera posa en la hemeroteca de El Correo de Andalucía, en la Gota de Leche. / Jesús Barrera
    Eduardo Herrera posa en la hemeroteca de El Correo de Andalucía, en la Gota de Leche. / Jesús Barrera

Digamos que Eduardo Herrera encontró en el fútbol un medio para alcanzar muchos fines, partiendo de la necesidad del desarrollo profundo de una herramienta que pronto interpretó poderosa por su enorme capacidad de vertebración social. Alrededor del balón se pueden construir muchos sueños, que trasciendan al propio deporte, que convertidos en proyectos evalúan una gestión de más de tres décadas. Aún pretende una última jugada que añadir a su legado.

—¿El fútbol andaluz es como quería que fuese cuando comenzó el camino?

—Cada legislatura se parece más, hicimos cambios desde la primera junta directiva en el año 86, con la gratuidad de arbitrajes en las categorías inferiores. Entonces la pirámide del fútbol andaluz estaba invertida, había muchos jugadores senior y muy poca base, en la mayoría de los pueblos de categoría infantil para abajo no había nada y esa medida, junto con la creación de escuelas de fútbol, hizo que en año y medio tuviésemos un crecimiento de 25.000 licencias. Ahora, de los 160.000 jugadores que tenemos, más de 100.000 son menores, y eso garantiza el futuro del fútbol andaluz. Las infraestructuras eran pésimas entonces, ahora los campos de tierra, con los campos que ha ido haciendo el Gobierno Andaluz, son pura anécdota, ya hay césped artificial o natural en prácticamente todas las poblaciones. Y no hay equipo que no tenga entrenador titulado. Los árbitros han cambiado de una forma espectacular en su formación, desde que entran en el colegio se les exige las mismas marcas físicas que a los profesionales, estudian inglés... el fútbol mejora cada temporada de manera exponencial.

—¿Cómo recuerda aquellas primeras asambleas?

—Con muchísimo cariño, porque aquel era un fútbol romántico. El fútbol ha cambiado muchísimo. A mí me gustaba mucho aquel fútbol. Tenía muy pocos medios, hoy los clubes se quejan de que tienen pocos, pero si los comparamos con entonces? En el Bellavista teníamos que pintar los campos, hice de peón para poner ladrillos, hicimos el campo a mano, lo regábamos, limpiábamos las botas, las equipaciones, todos los jugadores participaban en las tareas, éramos una familia. Era un fútbol de cariño, al fútbol y entre todos nosotros. Era romántico.

—¿Y cómo llegó al fútbol?

—Con 17 años era el presidente más joven de un club en España, en el Bellavista. Pero empecé en otro que se llamaba Alianza, porque mis amigos se reunían en la Plaza de la Alianza del barrio de Santa Cruz y los sábados hacían partidos en los llanos de Tablada. Cuando decidieron federar al equipo, como yo era horrorosamente malo, me pusieron de presidente. Siempre he sido muy inquieto y reivindicativo, iba desde el principio a las asambleas de la Federación Andaluza y provoqué una huelga nacional en tiempos de Pablo Porta por la mutualidad de futbolistas. Pasé por la junta directiva de Ginés López Cirera hasta que la gente me pidió que me presentara. Gané por unanimidad y al poco tiempo puse la única moción de censura en la historia del fútbol español, a José Luis Roca, que provocó un cambio importantísimo en las estructuras del fútbol español. Nadie podía pensar que un presidente de un club de segunda regional podía hacer algo así. Se empató pero el secretario de la federación me confirmó que él, además de otras personas, habían cambiado sobres de voto por correo. Aún así se empató, llegamos muy lejos con aquello, y es que cuando se reivindican las cosas porque se cree en ellas al final se hacen.

—¿De qué se siente más orgulloso?

—Hemos seguido manteniendo la ilusión intacta y cada temporada se han ido consiguiendo metas. Acabamos de presentar un programa de salud para todos los deportistas de Andalucía que es espectacular, no existe algo igual en todo el mundo, ni siquiera en FIFA o UEFA. Está dirigido por catedráticos de muchísima categoría, y no sólo va a ayudar a detectar de forma masiva las personas que puedan estar en riesgo de muerte súbita, incluso se estudiará a sus familias. A aquellos que se le detecte riesgo se le implantará un desfibrilador; vamos a iniciar un estudio de la piel de los deportistas, algo que no se ha hecho en ningún sitio, de la mano del profesor Julián Conejo-Mir, todo esto va a producir estudios científicos que se van a publicar en las revistas más importantes del mundo; hemos ganado en los tribunales al estado español, que se apropió de nuestras instalaciones de Marqués del Contadero, y allí esperamos construir la ciudad del fútbol con la nueva sede de la federación, el hospital del deporte, las instalaciones deportivas, más una residencia universitaria, creo que me podré retirar con la satisfacción del trabajo bien hecho.

—Muchos proyectos atienden a su formación sanitaria.

—También a la convicción en la solidaridad. Somos la federación más solidaria del mundo, incluidas las federaciones nacionales. Muchos gobiernos y federaciones del mundo nos llaman para que trabajemos en sus países formando entrenadores, árbitros, haciendo trabajos sociales? trabajamos en cuatro continentes, en Mali, Marruecos, Senegal, Túnez, Panamá, Nicaragua, Filipinas, Cuba, Arabia Saudí, Egipto? donde nos llaman allí está el fútbol andaluz para trabajar desinteresadamente, con nuestros profesores, nuestros médicos, en una labor callada que casi nadie conoce pero que nos tiene muy satisfechos, colaborando con Unicef a favor de la infancia. Produce muchos beneficios en todo el mundo con el sello de Andalucía, sin que les cueste un solo euro a ellos ni al fútbol andaluz, llevamos conocimiento y se crean puestos de trabajo porque salen entrenadores titulados, al final trabajamos para el bienestar en esos países.

—El fútbol mueve el mundo.

—Es un lenguaje universal, con el fútbol te entiendes en todas partes, el fútbol y la música son los dos lenguajes más universales que existen, no tienen barreras políticas ni religiosas, sólo hay que llegar allí respetando por completo sus creencias, su forma de vida, su forma de gobierno. El fútbol apasiona en todas partes, te reciben con una sonrisa, es un auténtico placer que presidentes del Gobierno te reciban y agradezcan lo que haces. Pero sobre todo, la sonrisa de la gente, y saber que estás haciendo algo muy grande en nombre de tu tierra.

—¿Qué recuerdos le quedan de su trabajo en el Hospital Infantil?

—Muchísimos, tuve que dejar el hospital cuando la Federación Andaluza empezó a exigirme tantísimo que me era imposible, tenía que trabajar siempre de noche para poder atender la federación, pero ya era tan grande que a veces terminaba a las 8 de la mañana y cogía un AVE para ir a Madrid a reuniones y volvía directamente a trabajar de nuevo. Dormía poco y llegué a tener problemas de salud. El trabajo me encantaba porque me encantan los niños, tienen mucha empatía conmigo, iba andando por el hospital y siempre llevaba una cola de niños detrás, hasta algún padre cogía un poco de celos porque los niños estaban más conmigo que con ellos. Disfrutaba mucho haciendo ayudando a que estuvieran bien mientras estaban allí.

—¿Tan difícil está la situación con los niños en el fútbol como para impulsar un Defensor del Menor?

—Desgraciadamente, sí. A medida que el fútbol profesional se ha ido mercantilizando y los jugadores ganan tanto dinero, hay padres que ven a su hijo darle dos patadas a un balón y empiezan a ver billetes. Se convierten en padres agresivos, tiranos, exigiéndole un rendimiento, se ponen por delante del entrenador, del club... hay quien incluso le dice que el entrenamiento está por delante de los estudios. El niño debe educarse en la familia, estar con sus estudios, con sus amigos y como camino secundario está el deporte. A un equipo de fútbol un niño llega para divertirse y nadie tiene derecho a quitarle la sonrisa. Un entrenador no puede ponerle una carga de trabajo que no corresponda a su edad, el niño está para desarrollar su creatividad con el balón, si gana que gane y si pierde que pierda, la competición es muy secundaria.

—¿Y las medidas?

—Hemos puesto en marcha unos spots con el lema ‘Déjame jugar’ en el que sale un niño que escucha gritos, y a cada grito se siente más agredido hasta que estalla y dice ‘déjame jugar’. Hay que acabar con esas cosas, con las peleas de padres. Aunque sea un gran futbolista en el futuro, a los 35 años se acabó. ¿Y qué quieren? ¿un analfabeto en la vida? Hay muchos futbolistas arruinados tras ganar mucho dinero. Estamos iniciando los talleres en los vestuarios, vamos a intensificar la Escuela de Padres, que estamos cambiando por completo para que sea más didáctica y el mensaje llegue más lejos, vamos a insistir con los entrenadores y los directivos porque a los niños no se les puede exigir lo que no corresponde. La letra no entra con sangre, el fútbol tampoco.

—¿Su vocación política le viene de su padre?

—Mi padre fue un socialista histórico, fue secretario del Ayuntamiento de Lucena y pasó ocho años en la cárcel después de la guerra civil. Soy el menor de seis hermanos y yo me enteré de todo esto muy tarde. Mi padre jamás ha influido en nada en ninguno de nosotros. Siempre nos educó para ser buenas personas pero nos dejó seguir nuestro camino. En el año 1975 vi una entrevista en El Correo de Andalucía a un tal Isidoro que resultaba ser Felipe González. Franco aún no había muerto y los partidos no estaban legalizados. Yo jugaba a las bolas en la vaquería de la casa de Felipe con mis amigos; su hermano menor, Juan María, era amigo de mi hermano Emilio. No sabía nada de política pero cuando leí aquella entrevista me afilié a un club de juventud que había en Bellavista sin más pretensión. Ya era presidente del club, estaba en la asociación de vecinos, y me buscaron para que fuese en las listas al ayuntamiento. A mi padre le di una alegría tremenda pero murió cuando me estaba vistiendo para ir a tomar posesión de mi cargo de concejal. Creo que de la emoción le dio un infarto. Cada uno de sus hijos tomó su camino, si hubiese sido uno malo no lo hubiese permitido, era muy recto.

—Fue concejal en una etapa de gran transformación de la ciudad.

—Ser concejal es muy bonito, porque haces cosas por tu ciudad, y tienes más cerca a los ciudadanos. Pero no me llenaba del todo porque no puedes hacer lo que tú quieres. Llevaba el Distrito Sur y también Los Remedios. Pedía que me asfaltaran El Tardón, con calles de tierra y de barro, y venían las discusiones de los presupuestos. Pero sin yo pedirlo cada año asfaltaban en Los Remedios, cuando no hacía falta. Esas cosas me producían mucha insatisfacción. También me lo pasé bien, porque hicimos muchas cosas culturales, metí a los niños de las Tres Mil en el Club Náutico y les abrimos el Teatro Lope de Vega. Es bonito pero te sientes maniatado. La política de los ayuntamientos tiene que ser mucho más cercana, y no de despacho. Y no hacer cosas cuando lo que la gente necesita son otras.

—¿Qué hará en 2020?

—Lo que el fútbol andaluz quiera, ya mucho más no puedo estar por razones de edad. Espero estar una legislatura más porque creo que es lo que necesito para el proyecto de Marqués del Contadero. Tenemos que hacer a coste cero algo que cuesta 15 millones de euros. Estamos dando los pasos. Quiero dejar eso terminado y ya me podré ir tranquilo.