«Hay miedo a hacer algo demasiado extraño»

Carlo Padial y Berto Romero presentan ‘Algo muy gordo’, un extraordinario ejercicio de humor, de cine y de inconformismo

04 nov 2017 / 21:12 h - Actualizado: 04 nov 2017 / 21:40 h.
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  • El equipo de la película ‘Algo muy gordo’, ayer antes del encuentro con los periodistas. / Jesús Barrera
    El equipo de la película ‘Algo muy gordo’, ayer antes del encuentro con los periodistas. / Jesús Barrera

Esta película es milagrosa», dijo ayer Carlo Padial, y en cierto modo tenía razón. Algo muy gordo, además de una película original y divertidísima, es «el exitoso resultado de un fracaso». Lo normal –teniendo en cuenta que esto es España, que aquí hay una obsesión enfermiza con ponerle nombre a las cosas y que esta comedia es bastante inclasificable– es que uno acuda a verla con el planteamiento apriorístico de a ver qué mierda es esto. Pero claro, también puede uno, si está lo bastante enfadado con la vida, preguntarse lo mismo al ir a ver una película de Billy Wilder o de Ernest Lubitsch. En ambos casos, se perderá la oportunidad de disfrutarlas. Y Algo muy gordo merece que el público forme parte de ese milagro al que se refería su director, y que ha logrado cuajar una preciosa rareza que deja de serlo en cuanto uno le quita los ruedines a su sentido del humor. Por si acaso, Berto Romero –la mitad del alma de este proyecto y protagonista desternillante del mismo– se apresuró ayer, en cuanto tuvo ocasión, a tranquilizar al respetable: «Quiero desactivar esto ya», dijo: «los personajes se parecen lo justo a nosotros, pero la verdad es que nosotros no somos así de cretinos. No se puede ser tan imbécil. Bueno, sí se puede. Incluso más».

Ambos participaron ayer tarde en la rueda de prensa de presentación de la comedia, a la que concurrieron también los actores Miguel Noguera, Javier Botet y Carlos Areces. Hicieron bien. Porque pese a la omnipresencia de Berto Romero en todo el metraje, es absolutamente una obra coral en la que, por fortuna para todos, el elenco por entero está maravilloso, sin paliativos, sin excesos, sin los clásicos gags aguardentosos del cine español que aspira a ser gracioso. La película, un falso documental, trata sobre el rodaje de una superproducción repleta de efectos especiales, en la que el protagonista –Berto– resulta que tiene que volver a hacer octavo de EGB, con lo que adquiere el rango legal de niño, como arranque de una trama disparatada cuya producción se llena de vicisitudes extravagantes y situaciones en las que es imposible aguantar la risa. La cámara va y viene por todo el set de rodaje mientras los actores y el equipo técnico hacen lo que sea que hagan. «Hacer esta película era un poco peligroso», confesó Carlos Areces, «porque ibas por ahí con una cámara detrás mientras le contabas a alguien que tienes un grano en el culo y no sabes si al final lo van a meter».

La película se estrenó anoche en el Lope de Vega. En los cines estará desde la semana que viene. Antes, las intervenciones de los actores durante esta rueda de prensa revelaron algo esencial: el buen rollo que hay entre ellos, al que sin duda se debe el resultado de la obra. Y la coincidencia, que también saltaba a la vista, en la importancia de hacer lo que le dicte a uno el corazón, la cabeza o lo que sea que lleve por ahí dentro dictándole cosas. «Hay miedo a hacer algo demasiado extraño», comentó Carlo Padial, «y ese miedo te roba tu capacidad de intentar encontrar tu voz. Y eso no lo vas a lograr en una primera o una segunda película». En asuntos de cine, al menos, «es fundamental atreverse a la subversión, no pensar si lo que estás haciendo encajará o no encajará. Si piensas en eso, estás perdido. Todo el cine que admiro está basado en esa búsqueda de la libertad»