Guía cofrade: Tintineo (270)

Prosigue la Guía Cofrade de El Correo para saber de la Semana Santa sevillana tanto como los especialistas de El Correo de Andalucía

10 nov 2017 / 21:57 h - Actualizado: 10 nov 2017 / 23:47 h.
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  • Rosarios colgantes en los varales de la Virgen del Rosario, de Monte-Sion. / Manuel Gómez
    Rosarios colgantes en los varales de la Virgen del Rosario, de Monte-Sion. / Manuel Gómez

Una de las percepciones más espeluznantes de la Semana Santa de Sevilla, que ya es decir, es el tintineo de los palios. Es más que posible que no fuese premeditado en sus orígenes, pero, si lo llegan a planear como recurso añadido para ponerle los vellos de punta al gentío, no les sale mejor. Ese soniquete rítmico y suave de metales –y en ocasiones, de estos con los bordados– que se acarician conforma el vaivén sonoro, la versión auditiva de la mecida de las imágenes de la Virgen en sus paseos dolorosos por la ciudad en la fiesta más poderosa de la primavera hispalense. Y esto no lo imagina el que viene de nuevas, ese forastero bien dispuesto que quizá ya está al tanto de cómo son las marchas procesionales y viene prevenido sobre el pellizco que provocan las voces de los capataces y sobre la emoción que chorrea de los balcones con los cantes de los saeteros. Esos sonidos los conoce. Pero para este pequeño detalle no tiene defensa. El tintineo te dice también si el paso anda bien o no. Y son tantos los elementos que se entrechocan delicadamente en esos palios rebosantes de elementos que, en ocasiones, componen pequeñas melodías repetitivas, como hacen las campanas de la Giralda con su repicar. Los candeleros, las jarras y los rizos de cera. El temblor de los candelabros de cola. Las bambalinas con los varales, los cordones que cuelgan de ellas, los crujidos de las cresterías y las campanillas, perlas y borlitas que las decoran, en sus idas y venidas como de péndulo de un reloj que marca las horas esperadas y las que aún quedan. No suena igual el palio de la Amargura que el de la concepción; el de Monserrat que el de la Esperanza de Triana. Cada cual luce su propia partitura.