Sevilla, ciudad de misterios

Todo un mundo plagado de fenómenos extraños que cabalga entre lo oculto, lo misterioso y lo irreal, un mundo que pese a todo merece la pena ser investigado y analizado

15 jul 2017 / 18:55 h - Actualizado: 17 jul 2017 / 19:23 h.
"La aventura del misterio"
  • Una cuna encantada, fantasmas y un trampolín para un salto mortal son elementos de las historias de esta semana. / El Correo
    Una cuna encantada, fantasmas y un trampolín para un salto mortal son elementos de las historias de esta semana. / El Correo
  • Sevilla, ciudad de misterios
  • Sevilla, ciudad de misterios

Todo un mundo plagado de fenómenos extraños que haría las delicias del coleccionista Charles Fort o del imaginativo Charles Berlitz. Un mundo que cabalga entre lo oculto, lo misterioso y lo irreal, un mundo que pese a todo merece la pena ser investigado y analizado.

Experiencias con el más allá

Siempre que nos encontramos ante una experiencia cercana a la muerte nos quedan dudas y siempre flotará un enigma sobre este tipo de experiencias. ¿La línea entre la vida y la muerte existe? Hay experiencias que demuestran que ese terreno resbaladizo de ida y vuelta se manifiesta en muchas ocasiones a personas que han estado en ese umbral o antesala de la muerte y que fue objeto de minucioso estudio por parte de ese investigador sevillano llamado Enrique Vila. Vaya desde aquí este homenaje a su persona sobre el fenómeno que tanto le apasionó.

Otra de esas historias tan extrañas como enigmáticas la encontramos de la mano de la sevillana Carmen Aguirre, quien oficialmente «falleció» el 6 de septiembre de 1998. Repentinamente y tras una afección cardiaca murió en la cama del hospital donde era atendida a la edad de 82 años. Fue rápidamente tratada por el equipo de emergencia del hospital pero sin ningún resultado positivo. El médico concluyó: «No hay nada que hacer, la hemos perdido». Pero a los pocos segundos volvieron las constantes vitales. En ese momento fue retomada por el equipo médico y regresada al mundo de los vivos. Carmen relataba su experiencia contando que se encontraba en una esquina de la habitación observando cómo aquellos especialistas trataban de reanimar a alguien. Había una gran agitación y en un determinado momento el médico dijo «no hay nada que hacer, la hemos perdido». Todos sintieron un gran pesar e incluso un asistente golpeó la pared en un gesto de impotencia. Todos estos gestos que sólo ellos pudieron ver fueron apreciados por esta señora de 82 años. A los pocos instantes se abrió una gran luz al final de un túnel en la ventana de la habitación y surgieron voces reclamándola desde el otro lado. Eran voces familiares, conocidas, cariñosas. Carmen se dirigía plácidamente hacia aquella luz cuando de repente quiso volver junto a sus hijas que lloraban angustiadas en el pasillo del hospital al ser desalojadas ante tan delicada-grave situación. Entonces regresó y sintió en la oscuridad las palabras agitadas de los médicos. Ya no recordó nada más hasta «despertar» días después.

El doctor Enrique Vila relataba en una de las conversaciones que mantuvo sobre este tema con un grupo de investigadores, entre los que me encontraba, que este tipo de recuerdo post-mortem es muy usual y sigue un patrón definido en los pacientes que han sufrido una experiencia cercana a la muerte. El cerebro sigue siendo nuestro inseparable y desconocido compañero. No sabemos si drogas naturales internas segregadas por el mismo provocan estados alterados de conciencia ante situaciones límite, percepción extrasensorial o simplemente mantienen nuestros sentidos abiertos y receptivos a estímulos e información mientras mantienen en plácido estado la mente y el cuerpo del moribundo. Se puede deber a innumerables causas que no tienen por qué surgir de una llamada del más allá pero tal vez, y ante la cantidad de experiencias registradas, el otro lado, la otra vida, sea una realidad más mucho más táctil de lo que muchos creemos.

Aún más impactante es otra de las historias que narraba Enrique Vila, tenía como protagonista a un paciente que sufrió una de las llamadas ECM. Aquel paciente comenzó a sentir como su «yo» incorpóreo se separaba del cuerpo y comenzaba a flotar, sentía, oía y veía todo cuanto pasaba alrededor del cuerpo que se hallaba en la cama de aquel hospital. Llegado un estadio de aquella ECM comenzó a elevarse atravesando techos e instalaciones. Durante ese viaje incorpóreo vio algo que le llamó la atención: un objeto obstaculizaba una salida de aire acondicionado de una planta superior. Cuando regresó al mundo de los mortales de aquel viaje por la muerte relató su experiencia a los médicos, nadie le creía pero recordó aquel objeto que obstaculizaba aquella salida de aire acondicionado y se lo comentó furioso al médico que le atendía. Tal vez por curiosidad y por demostrar la equivocación al paciente, el galeno informó al servicio de mantenimiento, que se personó en el punto indicado por el paciente encontrando la causa y origen del funcionamiento precario del acondicionador de aire es aquella zona. ¿Cómo lo supo? Tal vez fue una revelación en el transcurso de un viaje más allá de la vida.

Enrique Vila, allá donde te encuentres sirvan estos casos narrados para realzar la vida e importancia de una figura sevillana del misterio que nos abandonó para, tal vez, investigar desde ese otro lado esas experiencias que tanto llamaron su curiosidad y que le hicieron uno de los máximos conocedores de este intrigante fenómeno. Y era de Sevilla.

La cuna encantada

En pleno barrio de San Isidoro, cerca de la Alfalfa, nos encontramos otro lugar marcado por los fenómenos paranormales. No se saben los mecanismos por los cuales un objeto puede adquirir connotaciones demoniacas, diabólicas o malditas y tras un periodo latente despertar para manifestar hechos paranormales impropios de la realidad.

En ocasiones lo imposible, lo inexplicado, nos llega sin saber cómo ni por qué, simplemente un día comienzan a manifestarse fenómenos inquietantes en nuestro propio domicilio y el misterio surge con tremendo poder para sembrar la inquietud y el miedo en nuestro hogar.

La historia de Laly es particular, singular. Recién mudada a una nueva casa, con su marido y su hijo recién nacido, su vida transcurría con normalidad. En cierta ocasión, teniendo su esposo el día libre, se dio un paseo por el mercadillo de la calle Feria, el denominado Jueves por ser el día en el que se pone allí, y se encaprichó de una cuna blanca antigua; el precio era irrisorio: 35 euros. Ni regateó con el vendedor, quiso llevársela de inmediato para que fuera parte de la vida de su hijo pequeño. Llegó a casa, notó que no cabía montada por la escalera y montó la cuna en la habitación del niño, la limpió y prepararon para acomodar allí al pequeño. Pronto comenzarían a surgir los primeros problemas en aquella casa, coincidiendo con la llegada de tan bello presente.

Laly, hacía meses que se había mudado a una nueva casa, que llevaba años sin ser alquilada. Ésta era preciosa, era toda blanca, rústica y con un patio sevillano precioso. Estaba muy bien situada pues se encontraba en el centro de Sevilla, en el casco antiguo, allá vivía con su marido Juan y su hija María, un bebé precioso que apenas contaba siete meses.

Un día, estaba Laly haciendo la comida en su cocina, una cocina amplia a la que se accedía por una puerta de marco pequeño, por el cual sólo cabía una persona, cuando escuchó a su pequeña llorar a través del transmisor para bebés. Subió a la habitación de la pequeña llevando consigo el biberón con un poco de agua, por si la pequeña tenía sed.

Al entrar en la habitación observó que María dormía plácidamente, así que volvió a la cocina, pensando que quizás, su conciencia alerta le había jugado una mala pasada. Estaba cortando unas verduras cuando volvió a oír a la niña por el transmisor, esta vez un poco más fuerte y más tiempo, así que de nuevo fue a la habitación de María. Al llegar, ésta seguía dormidita en su cuna y no daba señal de haber llorado. Laly volvió a la cocina, un poco enfadada.

La vitrocerámica la tenía a espaldas de la puerta de salida, se encontraba allá, sofriendo la verdura, de momento oyó de nuevo el llanto de la niña, que era mucho más fuerte y más largo que los dos anteriores. Esta vez no tuvo que ir a la habitación de María, pues al volverse para acudir al llanto, María se encontraba en la cocina con cuna incluida. Laly cogió a su pequeño, salió despavorida de la casa, llamó a su marido y le pidió que fuera a casa de inmediato. Al llegar se encontró a la mujer con la niña en brazos y la cuna en la cocina, ¡había bajado desde la tercera planta!

Comenzó a desmontarla para tirarla y por el emisor comenzó a sentir un llanto, un llanto que lo dejó helado y que identificó con el de una mujer llorando, un llanto vinculado al pasado de esa cuna.

¿Cómo pudo pasar la cuna por aquella escalera y puerta tan estrecha? La cuna actuó como un desencadenante, como una chispa que abrió la caja de Pandora que desbordaron los fenómenos inquietantes en aquel lugar. A veces los objetos se convierten en una maldición, los vemos en mercadillos o escaparates, sentimos una irrefrenable atracción por ellos y sucede lo inevitable: lo compramos y nos los llevamos. A partir de ese momento, un objeto maldito ha entrado en nuestro hogar.

Trabajando con un fantasma

Sevilla es un lugar con duende, con encanto y con casas encantadas. Si visitamos su viejo barrio de Santa Cruz encontraremos más ejemplos. Más allá de este barrio, nos topamos con el edificio de la Diputación de Sevilla. Allí se manifiesta otro incómodo inquilino al que le gusta «jugar» con los ascensores en una frenética lucha contra la seguridad privada del edificio. Casi parecido a lo que ocurre en el edificio de presidencia donde el llanto de un niño brota de la nada y entre lágrimas se ahoga. Junto a él, el viejo solar de Equipo Quirúrgico Municipal donde una anciana enlutada se aparece en las instalaciones de urgencias. Se cuenta que falleció allí mismo y hoy quiere servir de guía a aquellos moribundos en busca de la luz. Estamos en plenos y emblemáticos Jardines de Murillo junto al Prado de San Sebastián, un lugar donde antaño murieron muchos fieles tildados de herejes en la sinrazón y locura de la fe. Y en la calle San Fernando dos nuevos edificios, el primero, la sin igual Fábrica de Tabacos, hoy Universidad de Sevilla donde, de vez en cuando, se ve al fantasma del «viejo profesor» vagando por los pasillos de la primera planta. A su lado el Hotel Alfonso XIII tiene una habitación de pánico, no apta para asustadizos. Si usted pasa allí la noche en una habitación concreta podrá comprobar cómo una persona la observa desde el sillón de la estancia. No se asuste, no tenga miedo. Se trata de un antiguo huésped que no pudo cumplir su cita con tan ilustre edificio costumbrista y le gusta, de vez en cuando, tomarse la revancha y pasar allí la noche.

Ouija en la Universidad Laboral

Otro caso impactante podría titularse: Ouija en la Universidad Laboral y sucedió en la vieja Universidad Laboral de Sevilla en la carretera de Utrera. Un profesor de instituto ante algo que rompería sus esquemas. Una sesión de ouija, un mensaje maldito y un suceso escalofriante, a veces la realidad supera a la ficción. Y sucedió en Sevilla: «Ingresada en la UCI tras arrojarse de un trampolín a una piscina vacía» (Diario ABC), así decía la noticia publicada por el diario sevillano, pero nada hacía pensar que tras ello se escondía toda una historia escalofriante de misterio y mensajes de lo ignoto.

ABC SUCESOS DOMINGO 13-3-94 Sevilla: Ingresada en la UCI tras arrojarse desde el trampolín a una piscina vacía Sevilla. Efe. La joven de 15 años R. C. R. resultó gravemente herida tras lanzarse a una piscina sin agua en Sevilla y continúa ingresada en la UCI del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, informaron ayer fuentes de dicho hospital. La chica, según informaron fuentes sanitarias, se arrojó el pasado miércoles, por causas que se desconocen, desde lo alto del trampolín de la piscina vacía de la Universidad laboral de Sevilla, desde una altura equivalente a la de un cuarto piso. Según las mismas fuentes, como consecuencia de la caída, la joven sufre un politraumatismo del que se recupera en el Hospital Virgen del Rocío de la capital sevillana.

En mi investigación, el testigo decía: «Recuerdo que todo comenzó como un juego que terminó por engancharnos irremisiblemente, no había día que no improvisáramos un tablero ouija y ello nos llevó irremisiblemente al borde de la muerte», eran las palabras de una de las protagonistas de aquellas sesiones tan particulares, tan sobrecogedoras y con un final tan dramático. Eran experiencias de un grupo de chicos y chicas ante su primer contacto con lo extraño. Al principio era todo algo simpático, seres juguetones; un día se les manifestaron vía ouija seres que decían ser sus amantes en vidas pasadas, incluso el mismo Satanás. Sea como fuere prosiguieron los mensajes vía ouija, con Satanás, desafiándolo, insultándolo. Una chica se mostraba especialmente dura y con palabras malsonantes.

Un día, mientras estaban en clase, la chica decide ausentarse de la misma y subir al trampolín más alto, a 15 metros, allí, en el cemento, pintaron una ouija. El tablero ouija les anunció, en sesiones anteriores, que iban a morir todos tarde o temprano. La chica dijo «si con mi sacrificio, mi muerte, puedo salvar a mis compañeros estoy dispuesta a aceptarlo, a entregarme en brazos de Satanás, a suicidarme», el tablero dice que no. El acompañante, el chico sale de la plataforma del trampolín y se queda la chica sola. La chica propone suicidarse en aquel mismo momento y el tablero dice «Sí». La chica se coloca como la figura del ángel con los brazos en cruz y dice: «Este es un momento como otro cualquiera para morir, ven a recoger mi alma Satanás», y se arroja a una piscina vacía, llena de guijarros, de cascotes. El chico miraba sorprendido, asustado, aquella escena casi dantesca. La chica había saltado al vacío estrellándose contra el suelo de la piscina vacía, desde una altura de 15 metros.

Desde la distancia, jugando al frontón, un sanitario y su compañero ven a la chica haciendo la postura del ángel, salen corriendo hacia allá pero ya había saltado. Eran las doce del mediodía.

Sorprendía que la chica no se hubiera matado. La explicación es que mientras caía la chica giró la cadera yendo a parar a un neumático de camión que amortiguó la caída. Aquel viejo neumático le salvó la vida, que luego sería recogido por los adeptos a esta sesión de ouija considerándolo como el instrumento del que se valió Satanás para conmutar su pena.

Salvó la vida, salvó su alma, pero los vestigios de esta sesión se mantuvieron en algunos miembros del grupo que siguieron reuniéndose para hacer ouija, para invocar a Satanás, para hacer sacrificios de animales en honor a aquella entidad. Es el poder de la ouija. ¿Se atrevería a desafiarlo?