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Festival de Ópera

Luces y sombras del Festival de Ópera de Sevilla, un estreno con vocación de continuidad

El Festival de Ópera celebrado en nuestra ciudad cerró anoche su primera edición, lo que invita a hacer algunas reflexiones sobre su acierto y oportunidad.

Quien porfía mucho alcanza en Casa Dueñas

Quien porfía mucho alcanza en Casa Dueñas / Agustín Pacheco - Festival de Ópera de Sevilla

Juan José Roldán

Juan José Roldán

Sevilla ha sumado este año otro festival a su agenda. Uno más que esperemos no corra la misma suerte que algunos de los que con los años se fueron quedando en el camino. Hay quien desde fuera celebra que surjan iniciativas como ésta, que suman vida cultural a la ciudad, algo que nunca debemos despreciar y sí celebrar por todo lo alto. Sin embargo, no todo son luces, surgen también sombras en la oportunidad de celebrar este evento con el que durante algo más de dos semanas nos hemos sumergido en el fascinante mundo de la lírica. La idea es hacer un balance de lo que consideramos una experiencia piloto que, según nuestra opinión, debe pulir algunos inconvenientes para alcanzar por derecho propio la categoría que pretende.

Su celebración cada dos años, alternándose con la Bienal de Flamenco, parece acertada si el fin es no saturar el inicio de temporada y aliviar esas arcas municipales que tan poco espacio dejan a la iniciativa privada, habitualmente reacia y despistada. La fuerte presencia de talento local por encima de la convocatoria de nombres del ámbito internacional que hagan relucir la propuesta, diezma su categoría, por mucho que celebremos la abundancia de talento propio que tanto nos sacaron de la sequía cultural con la que amenazaron crisis y pandemia.

Quizás la denominación de Festival de Ópera se quede grande para un ciclo en el que festival lírico encajaría con más acierto. Hasta seis de los trece espectáculos programados fueron recitales o espectáculos que no encajan enteramente en el concepto operístico, por mucha lírica que atesoren. Carmen, el mito operístico sevillano por excelencia, estuvo representada a través del jazz con Daahoud Salim Quintet y Groovin’ Carmen. Por su parte, la mezzo Nerea Berraondo, además de participar en la ópera de Manuel García Il califfo di Bagdad, centró el recital que, con perdón de la última función de Don Giovanni, cerró el festival, en la relación de la cigarrera con la Europa de su entorno, entonando canciones de inspiración española de autores como Beethoven o Shostakovich.

Nerea Barrendo y Anna Malek en Casa Salinas

Nerea Barrendo y Anna Malek en Casa Salinas / Alejandro Verdugo - Festival de Ópera de Sevilla

Los recitales de Vivica Genaux y Franco Fagioli suplieron la escasa presencia de estrellas internacionales, pero respondieron más a programaciones cerradas del Espacio Turina y el Teatro de la Maestranza que a verdadero fichaje del Ayuntamiento para la ocasión. Otro tanto sucedió con Don Giovanni, cumbre de la programación y único título que legitimó la denominación del ciclo, enmarcándose en la larga lista de óperas ambientadas en nuestra ciudad.

La categoría de recital se completó con la mezzo Mónica Redondo y la soprano Elena Sancho Pereg, que desgranaron la música ligera de Manuel García y su forzada y desincronizada relación con el París de los impresionistas, así como la presencia obligada de Accademia del Piacere, con el director del Femás al frente, que encajó con acierto su propuesta centrada en las primeras experiencias escénicas venecianas y el teatro cantado español del siglo XVII, de nuevo con un talento local, el tenor Juan Sancho, volcado en su participación junto a la soprano vallisoletana Lucía Martín-Cartón.

Tampoco Combattimento fue exactamente lo que entendemos por ópera en toda regla, si bien Joan Antonio Rechi se las apañó acertadamente para asimilarlo al concepto, añadiendo a la célebre pieza de Monteverdi, a través de una puesta en escena vistosa y original, otros madrigales del compositor italiano del primer barroco. Quedan así cinco óperas no del todo convencionales, ya que tres fueron contemporáneas, cuya estructura para muchos no responde a la definición que tenemos del espectáculo operístico. Son muchos los teatros que programan títulos de nueva composición que sí lo hacen, pero con sensibilidad actual. Ni Les enfants terribles de Glass, ni Don Juan no existe de Cánovas, ni la experiencia sensorial Es lo contrario de Carretero, responden a la estética tradicionalmente asociada a la ópera, ni siquiera en su vertiente de cámara.

Quedan así, al margen de Don Giovanni, las óperas de García. Il califfo di Bagdad fue un descubrimiento por su gracia y su melódica inspiración, pero sobre todo por una hábil y divertida puesta en escena en la que destacaron las aptitudes de Leonor Bonilla, Juan de Diego Mateos y Alicia Naranjo. Mucho menos convenció Quien porfía mucho alcanza, una propuesta de Ópera Garage de calidad ínfima para lo que pretende un evento de vocación internacional. La primera función en el Palacio de Dueñas evidenció la inconveniencia de programar en espacios con encanto. El emplazamiento de las localidades resultó tan inconveniente que resultó difícil seguir la dramaturgia.

Es lo contrario en Artillería

Es lo contrario en Artillería / Alejandro Verdugo - Festival de Ópera de Sevilla

Estos espacios provocaron también que los asientos fueran incómodos, especialmente en el caso de Il califfo, tres horas en el Patio de la Montería del Alcázar. Injustificable es que en Artillería, espacio estrella de la ocasión, las sillas fueran igualmente de madera plegables, dada la intención de que el recinto albergue espectáculos de este tipo. Agradecimos el subtitulado de todos los espectáculos, pero algunos fueron emplazados en lugares inaccesibles para gran parte del público, y sólo contaron con versión en castellano, sin atender a ese público foráneo que potencie su vocación internacional. Por otro lado, el trabajo del personal de sala fue en todo momento impecable.

Nos queda conocer los datos oficiales de asistencia, pero hasta donde nosotros hemos podido comprobar, la respuesta del público fue excelente en casi todos los espectáculos, con alguna excepción como Don Juan no existe, y el incomprensible medio aforo del Maestranza con el contratenor Franco Fagioli, quizás por aquello de que los lunes no son el mejor día para la taquilla del coliseo. Si estas reflexiones resultan afortunadas, esperemos se tengan en cuenta para la feliz continuidad de un evento cultural siempre bien recibido.

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