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Libros

Ángeles Caballero, periodista: "Hay que empezar a poner a la gente en su sitio"

La periodista madrileña, colaboradora de El País, Cadena Ser y La Sexta, publica su segundo libro, 'Orfidal y Caballero' (Arpa editores), un desahogo que se lee como los pensamientos de "una mujer con carro que escribe"

Ángeles Caballero (Getafe, Madrid, 1976).

Ángeles Caballero (Getafe, Madrid, 1976). / El Correo

Patricia Godino

Patricia Godino

Sevilla

Los viernes por la tarde, de cinco a nueve, Ángeles Caballero (Getafe, 1976), la periodista que escucha en la Ser, escribe en El País y ve en La Sexta, estudia italiano en un curso intensivo. Lo hace porque Italia es ese país que siempre ha "amado por encima del bien y del mal", porque ha decidido ocupar la crisis de los casi 50 "en vez del bingo y las tragaperras", aprender el idioma de su idolatrado comisario Montalbano. Y también porque ha llegado ese momento de su vida en que empieza a priorizar las cosas que de verdad le hacen feliz y a saber decir no a tantas otras cosas -y personas- que no le aportan nada. Así que esta charla se hace por teléfono, en los minutos de descanso que tiene en el Instituto Italiano de la Cultura, para hablar de su segundo libro, Orfidal y Caballero. Diario de una mujer con carro de la compra que escribe (Arpa editores), que presentará, junto a Isabel Morillo, directora de El Correo de Andalucía, el próximo miércoles, a las 19.00 en el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (Cicus).

PREGUNTA. Ha dicho de este libro que es "más bien es un desahogo, una terapia y un chute de exhibicionismo, impropio de una mujer como yo, que arrastra complejos desde niña". ¿Cuál fue el momento en que hizo click y se empezó a mostrar al mundo tal cual es?

RESPUESTA. Yo creo que fue en el momento en el que empecé a escribir columnas de opinión. Supongo que he ido combatiendo mis complejos y mis inseguridades mostrando cada vez más partes de mi cuerpo y de mi cabeza. Con el anterior libro fue una exposición del duelo y de qué pasa cuando tienes que cuidar a tus padres y te conviertes en la madre de tus padres. Y con este, he querido continuar con cordones umbilicales, en este caso con mis hijos, pero también con mi manera de ver el mundo que ha cambiado desde que ellos están en mi vida. Ellos son una influencia, pero también lo son los amigos que tengo ahora más próximos que me han hecho, no solo cambiar mi mirada frente al mundo, sino que me hacen rebelarme contra cierto mundo.

P. ¿Te ha condicionado mucho la vida tener padres mayores?

R. Sí, me ha condicionado, pero nunca lo he vivido como una losa o como un acomplejamiento. Me acostumbré con mucha naturalidad a hacer planes con gente mayor, porque yo era la única hija de los amigos de mis padres que acompañaba al grupo de adultos. Nunca me dejaban con una canguro. Tengo una hermana 14 años mayor que yo, me cuidó un puñado de veces, pero luego voló. Es verdad que ellos me sobreprotegieron mucho más que a mi hermana y hay un montón de cosas que hizo ella que yo no he hecho. Pero no hay ni reproche ni rencor.También he disfrutado otras muchas cosas y eso que me quedo para mí.

P. Le leo decir "siempre he defendido la ligereza y el sentido del humor a la hora de escribir. Con esas dos armas se pueden contar muchas cosas".

R. Sí, sí, soy muy pesada con eso.

P. Si yo también me siento identificada, que me da pereza tener que explicar que ligereza no es frivolidad.

R. Pues yo he dicho eso mismo tantas veces que ahora no solo defiendo la ligereza, sino que defiendo la frivolidad, el hedonismo, defiendo regalar una barra de labios y una máscara de pestañas cuando la cosa va mal. Esta tarde mismo, pensaba cuando venía para mi clase y pensé: "Quiero hacerle un regalo a Aimar Bretos y a Paloma Rando por lo bonito que me presentaron ayer el libro, pero no les quiero regalar ni un libro ni unas entradas para la ópera. Les quiero regalar un serum, un buen perfume, un iluminador... No quiero cosas que le hagan pensar, quiero cosas para que huelan bien y rebonitos como son.

Ahora no solo defiendo la ligereza, sino que defiendo la frivolidad, el hedonismo, defiendo regalar una barra de labios y una máscara de pestañas cuando la cosa va mal

Así que viva la ligereza, viva la frivolidad y viva las cosas que no sirven para nada. Hay que acabar ya con el que todo tenga un utilitarismo o todo parezca que haya que argumentarlo para no hacernos sentir mal.

P. Todo el libro es una observación constante de la vida: de tus amigos, de los vecinos, del tráfico, de los grupos de WhatsApp, de los políticos, de todos esos ámbitos en los que se mueve. Una curiosidad: ¿cómo toma notas?

R. Escribo en casi cualquier parte. Y como soy ya una señora mayor, una señora mayor que va con...

P. Con carro.

R. Con carro y con un cuaderno, pues escribo donde sea. Escribo en un kleenex... Algunas de las entradas de este libro la he escrito en la típica bolsa que hay en los aviones para... vamos... para vomitar. Escribo en cualquier parte, en un ticket de supermercado y a veces me mando correos a mí misma con conceptos: Cayetanos en Chamberí. Y escribo en cuadernos de mis hijos de cursos anteriores que han quedado... O sea, soy muy de aprovechar papeles en sucio.

P. Escritura de aprovechamiento.

R. En vez de hacer croquetas, hago artículos.

P. Hablo con mis amigas y mis amigos gays, que somos muchas las que nos hemos quitado de encima unos cuantos lastres y hemos transitado el camino hasta reconocernos más agusto en la mujer que somos ahora. Yo te leo y veo ese mismo camino.

P. No, no, me ves muy bien ahí. Estoy en una etapa de mi vida en la que estoy haciendo una selección natural de los afectos. Es una manera elegante de decir que me estoy alejando de gente que creo que me aporta poco o que veo que me hace daño y que no me respeta por la forma de la que soy y de lo que pienso.

Estoy en una etapa de mi vida en la que estoy haciendo una selección natural de los afectos. Es una manera elegante de decir que me estoy alejando de gente que creo que me aporta poco o que veo que me hace daño

O sea, quiero decir, creo que he estado muchísimos años, muy buena parte de mi vida evitando el conflicto y siendo educada y, por tanto, sigo siendo una mujer que evita el conflicto y que es educada, pero que se me va acabando un poco la paciencia. Entonces, no quiero pasar tiempo con familiares y amigos que lo que hacen es herirme con sus comentarios. Yo ya estoy harta de esto de que hay que tener amigos con todas las ideologías y la familia... tampoco. Hay gente que se me ha alejado o yo me he alejado y al principio yo estaba como muy de... ¡ay, qué lástima! y ahora pienso... ¡qué alivio! Sin drama. Hay gente maleducada que ha ido ocupando demasiados espacios en mi vida. Si voy a tener un ratito libre, déjame que esté con mi entorno seguro.

P. Traté a una persona que a este momento de decir siempre las verdades le llamaba sincericidio.

R. En general, toda esa gente que se jacta de "yo digo las verdades a la cara" es la manera elegante de manifestarse como un imbécil o como un cretino. Hay cosas que nos debemos callar y la hipocresía considero que es una cosa utilísima para la convivencia. Pero yo creo que ya ha llegado el momento, o al menos así lo intento yo reflejar en este libro, en el que también hay que dejar de callarse según qué cosas. Se puede ser absolutamente contundente e incluso punzante siendo muy sereno y siendo muy bien educado.

Toda esa gente que se jacta de "yo digo las verdades a la cara" es la manera elegante de manifestarse como un imbécil o como un cretino

Nos estamos acostumbrando a gente desacomplejada que a los 30 segundos de conversación ya te ha mostrado su machismo y su tal, creo que en vez de callarse porque igual hay que decir "mira, como no comparto esto, mejor no avancemos". O decir un ¿pero tú te das cuenta de lo que acabas de decir? Y no has tenido ni que elevar el tono. Hay que empezar a colocar a la gente en su sitio. No voy por la vida peleándome con la gente, pero ya hay determinadas cosas que no tengo por qué consentir.

P. También escribe "soy una persona que le da demasiado peso a lo que los demás piensan de mí". Eso también va por rachas, ¿no?

R. Sí, eso lo he mantenido durante mucho tiempo, pero ahora estoy empezando a trabajar en ello para que deje de ser así. Decir lo que pienso me ha traído mucha gente que se me ha acercado pero también que se me ha alejado. Procuro que me duela cada vez menos, pero bueno, si hay alguien que opina "uy, madre mía, lo que dice esta", me estoy refiriendo en este caso casi más a familiares, pues total que me importa...

P. En el libro hay mucho de autocrítica femenina, de las mujeres que intentan hacerlo todo y encima hacerlo bien. ¿Seguimos atrapadas en esa autoexigencia aunque ahora la reconozcamos con humor? Yo creo que estamos aprendiendo a usar ese filtro.

R. Pues quizá, en general hemos estado un poco sometidas y en un discretísimo segundo plano. Ahora nuestra manera de hacernos hueco, en vez de a empujones, pues a veces es con ese sarcasmo, con esa ligereza, con esa manera de hacernos nuestro propio hueco, de ocupar un rol en el mundo. O sea, hay mujeres muy guerreras, muy duras, muy peleonas, muy valientes y que también dan golpes. Pero yo creo que por lo menos las que escribimos somos así.

P. Por cierto, ¿qué es la cara de nada?

R. La cara de nada es la cara que tengo yo que trabajar porque no se me da nada bien. La de cuando alguien dice una barbaridad, pues poner cara como de esto que acaba de suceder no ha sucedido. Ahora que estamos en una radio en la que todo se graba y no te digo nada en la tele, pues cuando sales ocupando la mitad de una pantalla, te están proyectando y estás debatiendo con otra persona que acaba de decir una barbaridad suprema, tú tienes que poner cara de que lo que acaba de decir la otra persona no te ha afectado para nada ni hacer como que ninguno de tus músculos faciales ha reaccionado. Esto me cuesta mucho, sobre todo frente a aquellas personas que no pueden parar de polemizar y, por tanto, de ser el centro de atención. Hay que poner un poquito cara de homeopatía, de que nada de lo que estás diciendo está teniendo efecto en mi persona, así igual esa gente se canse.

P. Si pudiera tomarse un café, con su y yo de hace 10 años, antes de este libro, del anterior y de toda esta exposición mediática, ¿qué consejo le daría?

R. Le diría que lo mejor y lo peor está por venir. Lo mejor es la cantidad de cosas y de gente que me rodea que me ha hecho colocarme en otro lugar del mundo y lo peor está por venir porque hace 10 años tenía a mis padres conmigo y eso, madre mía, si lo llego a saber quizás me habría rearmado de otra manera.

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