Conseguir agua potable es la misión a la que se enfrentan cada mañana los millones de personas que viven en la Franja de Gaza. Cargados con sus bidones, los palestinos hacinados en la ciudad de Rafah se aferran al camión cisterna. Pero el agua hay que racionarla: apenas medio litro por persona y día. Y eso se traduce en cada vez más enfermedades: como hepatitis o diarrea, especialmente grave en los niños más pequeños. El 70% de la población de Gaza bebe agua contaminada, según denuncia Naciones Unidas. Un problema que no solo afecta al consumo, también a la salubridad y por ende a la salud.