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13 años de guerra

Destrucción, negocio y violencia sectaria en Siria

Un miembro de las fuerzas de seguridad de Siria patrulla una calle de Jableh, en la provincia costera de Latakia.

Un miembro de las fuerzas de seguridad de Siria patrulla una calle de Jableh, en la provincia costera de Latakia. / EP

Kim Amor

Los 13 años de guerra civil han devastado completamente Siria. Ahora toca la reconstrucción. Y no faltan voluntarios. Contribuir al renacimiento de un país arrasado suele ser un buen negocio económico y político. Hay muchos intereses estratégicos en juego. La caída del régimen de Bashar al Asad en diciembre ha trastocado la región. Han ganado más peso las monarquías del Golfo y Estados Unidos, mientras que han quedado fuera de combate los aliados del antiguo régimen, Irán y Rusia, aunque Moscú no ha tirado del todo la toalla.

El país árabe ha caído en manos de un grupo islamista radical suní capitaneado por Ahmed al Sharaa. El actual presidente interino, ahora moderado y pragmático, ha cambiado el uniforme yihadista por la camisa y la corbata. Excomandante de la filial de Al Qaeda en Siria, Al Sharaa dice querer hacer las paces con sus enemigos y unir a las diferentes facciones para sacar adelante "la nueva Siria". Para ello necesita que se levanten las sanciones que estrangulan al país. "La víctima y el opresor no deberían ser tratados igual", dijo en una entrevista a la BBC.

Desde que se hizo con el poder, Al Sharaa no ha dejado de recibir la visita de representantes de países extranjeros. Busca legitimidad y ayuda económica. La hoja de ruta del mandatario pasa por un diálogo nacional, una nueva Constitución en tres años y elecciones presidenciales en cuatro. Habla de gobierno inclusivo y de un solo ejército que una a los grupos armados más afines. La comunidad internacional se pregunta si es un hombre de fiar.

La guerra civil que estalló en 2011, en el marco de la primavera árabe, ha acabado con la vida de más de medio millón de personas y otras 100.000 desaparecieron en la cárceles secretas de Asad. Hay cientos de miles de desplazados y refugiados, ciudades y pueblos arrasados e infraestructuras hechas trizas, como la economía. La ONU cifra en 16,7 millones las personas que necesitan asistencia humanitaria --el 70% de la población-- y cerca de 8 millones las que sufren inseguridad alimentaria. Ponerse al día va a costar décadas. De momento las tensiones se mantienen latentes.

Choques armados

En lo que llevamos de año se han registrado choques armados en varias partes del país. En el noreste, los kurdos sirios se han enfrentado a una milicia que apoya Turquía. En esta región, gestionada por una administración kurda autónoma, hay desplegados unos 900 soldados de EEUU que combaten al autoproclamado Estado Islámico (EI). Los kurdos mantienen recluidas a más de 50.000 personas, entre hombres, mujeres y niños, afines a los radicales islamistas en campos de confinamiento.

En la costa del Mediterráneo, extremistas sunís, la rama del islam mayoritaria en el país, han asesinado a más de 1.000 alauitas, rama del chiísmo que dominó el país durante medio siglo y a la que pertenece la familia Asad. La violencia sectaria también ha tenido como blanco a los cristianos. Y en el sur del país ha habido choques armados entre beduinos sunís y milicias de la otra minoría religiosa, los drusos. Hay que añadir las acciones hostiles de Israel que, desde que Al Sharaa llegó al poder, ha lanzado ataques aéreos y ha ampliado el territorio ocupado.

El presidente interino de Siria, Ahmed al Sharaa, el pasado 19 de agosto durante una recepción a miembros del Congreso de EEUU en Damasco.

El presidente interino de Siria, Ahmed al Sharaa, el pasado 19 de agosto durante una recepción a miembros del Congreso de EEUU en Damasco. / DPA / EUROPA PRESS

A pesar de estos frentes abiertos y la creciente inestabilidad, Al Sharaa se ha ganado la confianza del imprevisible presidente estadounidense Donald Trump, con quien se reunió en mayo en Arabia Saudí. En el pasado, Washington ofreció hasta 10 millones de dólares por la captura del "terrorista" Abú Mohamed Al Julani, nombre de guerra de Al Sharaa. Tras la reunión en Riad, Trump lo describió como "un tipo joven, atractivo, duro y luchador". Antes anunció que levantaba las sanciones a Siria.

Ayuda saudí

Arabia Saudí ha corrido también a socorrer a la “Siria hermana”, como la definió el príncipe heredero y gobernante de facto, Mohamed bin Salman. Riad ha puesto sobre la mesa 6.400 millones de dólares para la reconstrucción de infraestructuras y telecomunicaciones. Qatar, rival de los saudís, otros 7.000 millones de dólares para el sector eléctrico. Entre los dos países han cancelado la deuda que tenía Siria con el Banco Mundial, 15,5 millones de dólares. La intención manifiesta de Al Sharaa de llevar a cabo una agresiva política de privatizaciones abre un abanico de oportunidades para los inversores amigos de fuera.

La UE ha puesto condiciones al levantamiento de las sanciones. Una de ellas es la expulsión de las tropas rusas estacionadas en Siria. Moscú mantiene dos bases militares, la naval de Tartús, la única que tienen en el Mediterráneo, y la aérea de Hamaimin, centro logístico para los mercenarios del Afrika Corps, que actúan en varios países del África subsahariana. Moscú quiere seguir presente en Siria, pero Al Sharaa no se lo pone fácil. Pide al Kremlin compensar económicamente a Siria por el daño causado y extraditar a Asad, refugiado en Moscú.

En su primera gran prueba de fuego, el país tiene previsto celebrar elecciones legislativas en septiembre para elegir a 140 diputados de un total de 210. El resto serán designados por el presidente.

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