Trump aprieta en la ONU para validar el plan de Marruecos sobre el Sáhara
La ‘solución marroquí’ le otorgaría la tutela de la antigua colonia española en su tránsito hacia convertirse en una suerte de comunidad autónoma

Un hombre sostiene un cartel contra el plan de Trump en Tinduf. / Taher Mulay / Efe

El tablero geopolítico frente a Canarias se enfrenta a una nueva sacudida. En plena recomposición del orden mundial, Donald Trump centra su atención en un conflicto que lleva medio siglo sin resolverse y que el Archipiélago sigue con especial interés: el del Sáhara Occidental. Estados Unidos busca que la ONU respalde el plan de autonomía que propone Marruecos para la antigua colonia española, lo que implicaría cerrar la vía de independencia del pueblo saharaui. Si el Consejo de Seguridad aprueba la propuesta de Washington, el equilibrio político, económico y militar en la región —a apenas 100 kilómetros de las Islas— modificará de manera significativa.
Las Naciones Unidas votan mañana la posible renovación del mandato de la Minurso, la misión de paz creada en 1991 para gestionar la disputa en el Sáhara. Washington aprovechará la ocasión para presentar un proyecto de resolución que refuerza el reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el territorio, un paso que supondría un giro histórico frente a la postura mantenida por la comunidad internacional durante cinco décadas.
EEUU elevará mañana a las Naciones Unidas su apoyo a la propuesta de Mohamed VI para la cuestión saharaui
El Sáhara Occidental, considerado por Naciones Unidas como un «territorio no autónomo pendiente de descolonización» bajo supervisión internacional, sigue siendo un foco de disputa medio siglo después de la Marcha Verde —la operación con la que Marruecos presionó para asumir el control del territorio, entonces colonia española—. Desde entonces, España renunció a su administración y el Frente Polisario mantiene una resistencia que, aunque silenciada, continúa activa y sin una resolución política. La «solución marroquí», que Rabat presentó ante la ONU en 2007, plantea conceder al territorio un régimen de autonomía limitada bajo su soberanía. El plan prevé la creación de instituciones propias —como un Parlamento y un Ejecutivo locales— con competencias en ámbitos como la economía, la cultura o la educación, mientras que la defensa, la política exterior y la moneda permanecerían bajo control marroquí. Con esta fórmula, que excluye la celebración de un referéndum de autodeterminación, pretende convertir el Sáhara Occidental en una suerte de autonomía.
Viraje de Sánchez
El movimiento de Trump da continuidad al giro diplomático de su primer mandato, cuando en 2020 reconoció la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental a cambio de que Rabat normalizara relaciones con Israel en el marco de los Acuerdos de Abraham. Aquel pacto alteró el equilibrio político en Oriente Medio y el norte de África. Hoy, sin embargo, la situación es mucho más frágil: Marruecos enfrenta protestas sociales de jóvenes que reclaman cambios profundos, mientras crecen los rumores sobre un proceso de sucesión en la monarquía alauí.
El viraje diplomático de Trump fue respaldado por varios países occidentales —Francia, Alemania, Reino Unido— y, de manera más sorprendente, España. La carta enviada por Pedro Sánchez al rey Mohamed VI, en la que calificaba la propuesta marroquí de autonomía como «la base más seria, creíble y realista» para resolver el conflicto, rompió décadas de neutralidad y generó un profundo malestar en las Islas, donde el sentimiento prosaharaui ha sido históricamente mayoritario.
Canarias observa este giro con inquietud. La proximidad geográfica y los profundos lazos sociales y económicos con el Sáhara hacen que cada cambio en el conflicto tenga repercusiones directas en el Archipiélago. Una eventual consolidación del dominio marroquí abriría la puerta al control de recursos estratégicos frente a las costas isleñas: yacimientos de gas, petróleo, tierras raras y bancos de pesca.
En los últimos días, miles de saharauis han protagonizado protestas en los campamentos de Tinduf, en el oeste de Argelia, para expresar su rechazo a la propuesta estadounidense. Exigen que la ONU no legitime la ocupación marroquí ni renuncie al referéndum de independencia prometido hace más de tres décadas. El Frente Polisario ha calificado el plan de Trump como «una desviación muy peligrosa y sin precedentes de los principios del derecho internacional», al considerar que socava la base jurídica de la causa saharaui, que se fundamenta en el proceso de descolonización aún inconcluso de la antigua provincia española.
No está claro, sin embargo, que la propuesta estadounidense prospere en su formulación actual. Rusia —miembro permanente del Consejo de Seguridad con derecho de veto— mantiene una relación estratégica con Argelia, principal aliado del Polisario, y ha sido históricamente un contrapeso frente al expansionismo marroquí. Consciente de ello, Rabat envió el pasado 13 de octubre a su ministro de Exteriores, Nasser Bourita, a Moscú para reunirse con Serguéi Lavrov. Tras el encuentro, el jefe de la diplomacia rusa afirmó que el plan marroquí podría prosperar «si todas las partes lo acuerdan bajo la supervisión de la ONU».
Rabat entiende que Rusia, tras la reunión entre sus ministros de Exteriores, no vetará su proposición
En Rabat, las declaraciones fueron interpretadas como una señal de que Moscú podría haber suavizado su postura, abriéndose a una posible abstención que permitiría evitar el veto a la propuesta de autonomía. Sin embargo, el Frente Polisario no comparte esa lectura y ha reiterado que no aceptará ninguna solución impuesta desde el exterior.
Un factor clave en este escenario es la iniciativa directa de Trump. Su asesor y uno de sus hombres de máxima confianza, Steve Witkoff, reveló a la cadena CBS que Estados Unidos trabaja en «un acuerdo de paz» entre Marruecos y Argelia, con la meta de cerrarlo «en 60 días». En este marco, la cuestión saharaui se sitúa en el centro de las negociaciones. Todos estos movimientos impulsados desde la Casa Blanca ponen sobre la mesa interrogantes como ¿a cambio de qué promueve Trump estas iniciativas? ¿Podría Washington estar buscando derechos de explotación de los recursos naturales del Sáhara, así como concesiones energéticas o estratégicas en la región?
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