Opinión
Manuel Bohórquez
Franco y los tablaos

Franco y los tablaos / Manuel Bohórquez
Me quedo pasmado leyendo a gente de la Cultura, o eso creía, que estarían encantados de que desaparecieran los tablaos porque piensan que son tan del franquismo como los pantanos, y no es verdad. En los cuarenta años de la dictadura se abrieron tablaos en toda España, claro que sí, y también se crearon la mayoría de los grandes festivales de flamenco del país, que siguen celebrándose. Sí, los ayuntamientos franquistas. No solo los festivales, sino las mejores peñas flamencas, los concursos nacionales, los congresos de flamenco, las semanas de estudios sobre este arte, etc. Un tablao de los cincuenta no era sino una réplica de un café cantante del XIX. Un local donde se iba a comer y a beber mientras disfrutabas de un buen espectáculo de flamenco. Todos los grandes artistas han pasado por estos locales, lo mismo en el XIX que en el pasado siglo. Hay quienes piensan que en un tablao se denigra al intérprete flamenco, sin saber que vinieron a sustituir a la fiesta de señoritos. Y ni siquiera eso era denigrante, aunque hubiera señoritos chulos que quesieran acostarse con las bailaoras o que le partieran la guitarra a algún artista de la sonanta para reírse un rato. Es probable que desaparezcan los tablaos, por lo que estamos viendo, y sería dejar herido de muerte al flamenco. El hecho de que haya festivales donde un cantaor cobra 10. 000 euros no quiere decir que no haya artistas que prefieran la seguridad de un tablao serio. Todo el que canta no puede girar por el mundo cobrando ese dinero, pero muchos han mandado a sus hijos a la Universidad cantándoles todas las noches a japoneses, alemanes o americanos. Los Gallos, El Arenal o el Patio Sevillano, de Sevilla, son instituciones, como lo es ya La Casa de la Memoria, de la calle Cuna. ¿Qué tienen que ver con el franquismo, por los clavos de Cristo? ¿Es menos digno cantar en uno de estos tablaos que hacerlo en alguno de esos festivales de verano a los que los aficionados siguen yendo con neveras o se ponen a comer chícharos entre cante y cante? Decir que los tablaos son un producto del franquismo es no tener ni zorra idea, porque, sin referirme de nuevo a los cafés cantantes, en el XIX había también tabancos, como el de Paco el Barbero, en la calle Plata, en la mismísima Campana, donde cada noche había un cuadro flamenco para disfrute de extranjeros o aficionados de la propia tierra. Coloreen un cuadro flamenco de aquellos años, los ochenta del XIX, y creerán que están en Los Gallos. La izquierda esta que quiere acabar con todo también quiere acabar con el flamenco porque creen que es un arte del franquismo. Un día son capaces de querer derribar el monumento de la Niña de los Peines, levantado en la Alameda en 1968 por un grupo de aficionados, algunos muy pegados al Régimen y tan machistas que se lo pusieron a Pastora en vez de a Vallejo.
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