Los algoritmos no saben de flamenco

Me temo que no hay ningún especialista en SEO (el conjunto de acciones orientadas a mejorar el posicionamiento de un sitio web en la lista de resultados de Google u otros buscadores) que haya escuchado alguna vez una seguiriya. Sino no se entiende que cuando preguntemos por el flamenco lo que nos propongan sean fotitos de las preciosas aves rosa, canciones de Demarco, Rasel y Fondo Flamenco -¿WTF?- y, si acaso, algún enlace a tablaos y clases baile.

No sé qué pasa, pero cuando alguna vez me he animado a buscar en cualquiera de las reconocidas plataformas de vídeo y música en streaming propuestas aleatorias escribiendo el nombre del género, lo que me aparece es lo último de flamenco y bachata de un tal Daviles de Novelda y, haciendo scroll, algo de Kiki Morente, Niña Pastori o India Martínez.

Si esto me ocurre a mí, que me dedico a esto y llevo años alimentando mi huella digital de contenidos en torno a este arte, me pregunto qué aparecerá a quienes pretendan acceder a algo de cante, baile o toque jondo. Por favor, prueben y me cuentan.

Es evidente que los sistemas premian lo más escuchado y que cuanto más comercial o exitoso sea un artista o tema, más probabilidades habrá de que otro usuario lo escuche. Es decir, sólo si tú interactúas de manera activa en tu perfil y estás dispuesto a darte a conocer o vender tu privacidad (señalas los favoritos, puntúas, te suscribes o das likes) conseguirás una experiencia acorde a tus preferencias y te ofrecerán recomendaciones más acertadas. Se supone que así funcionan los algoritmos que parece que nos leen, nos oyen y nos intuyen.

Sin embargo, mientras que experimentamos con absoluto asombro cómo después de una conversación íntima sobre cualquier extrañeza el móvil se nos llena de noticias y anuncios que tienen que ver con el asunto, el flamenco se diluye o escapa de las etiquetas. Como si hubiera algún empeño, o peor, a nadie le importara que los algoritmos ignoraran o no supieran nada de lo jondo.

Justo de esto hablaba el otro día en el evento que Amazon Music España celebró en el Thyssen. Sinceramente, el tour El embrujo trasciende que se ha organizado en el museo y la versión de Ángeles Toledano del tema Sin ti no soy nada de Amaral, con la que querían celebrar el Día de Flamenco, tienen que ver con lo jondo lo mismo que las croquetas del cóctel andaluz que sirvieron con las de Casa Ricardo.

No obstante, aplaudo y me parece una buena noticia que las grandes empresas y discográficas se ocupen del flamenco, aunque sea abordándolo desde una perspectiva comercial, cercana al pop, y persiguiendo como único objetivo ampliar públicos y seguidores. Sobre todo, porque la juventud es una etapa clave para desarrollar nuestras inquietudes musicales y si bien habrá quienes se queden en la superficialidad, seguramente haya otros a los que los jaleos de la cantaora jienense les anime a hurgar en los de la Marelu. No me avergüenza reconocer que, además de por Camarón, Enrique o Paco, llegué al flamenco por Alejandro Sanz, quien en sus entrevistas hablaba de artistas que a mis diez años desconocía y que, sólo por sentirme más cerca de mi ídolo, me interesé en descubrir.

Por eso, con todo lo mejorable de los contenidos, celebro de corazón que, como me contaba su directora, hayan creado playlist en las que el flamenco busca colarse en lo cotidiano y entroncar con otros intereses como lo hacen con otras músicas con listas de Flamenco para despertarse, Flamenco para las emociones, Cocinando con flamenco, Trabajando con flamenco o los Re-discover, que reivindica a las figuras más influyentes del cante desde La Paquera de Jerez a Carmen Linares, pasando por bastantes intrusas.

Claro que el actual consumo musical, individualista y a golpe de clic, ha empobrecido nuestro criterio y echo de menos ese concepto de obra discográfica, ya claramente extinguido, que permitía seguir la evolución en la trayectoria de un artista por sus álbumes. Cada uno elaborado en una etapa, con un concepto distinto, fruto de una inquietud determinada. Lo que ocurre es que, mientras nos invade la melancolía, es tiktok quien está imponiendo los nuevos éxitos a los niños y niñas y ahí también debe estar el flamenco.

Desconozco hasta qué punto las apuestas de la industria por este flamenco más descafeinado perjudica en términos económicos al sector o a otros artistas o si éstos ya estarían igualmente -como siempre lo han estado- condenados al ostracismo por falta de público o de interés. Esto lo sabe y explica muy bien el musicólogo y productor del sello independiente La Droguería Music, Chemi López, que lleva publicados más de cuarenta discos de flamenco sin adjetivos ni dudas.

En cualquier caso, como digo, es ilógico pensar que a alguien interesado en lo jondo lo confundan estas iniciativas y puede que quienes desconocen la riqueza de este arte, como la mayoría de los influencer que escucharon por primera vez a Toledano el otro día, se les pueda seducir con los claveles y las luces led.

Lo único que no perdono es la falta de responsabilidad, compromiso y profesionalidad que llevan a la perversión del arte. Ésa que trata sin rigor ni pudor el flamenco y permite que en dicha categoría entren los cantantes que citaba al principio por “cuestión de naming”. Y vale que aceptemos lo de Arrebatao para ese flamenquito facilón que personalmente detesto, pero si hay una persona en el mundo que por curiosidad pide flamenco los resultados tienen que ser eso. En voces de todas las edades, estéticas distintas, con los acompañamientos musicales que se quieran, pero soleares, alegrías, bulerías, seguiriyas, tangos, fandangos o martinetes. Al algoritmo se le programa y entrena con conocimiento y para eso hacen falta expertos con corazón.