Recordando a Tricky Dick

Nadie en España se sorprende ya de los trucos, las trampas, las medias verdades y hasta las mentiras (“he cambiado de opinión”) con que cada dos por tres nos obsequia el Presidente del Gobierno. Seguramente hasta el punto de que se ha llegado a no creerlo incluso cuando dice verdad. Pedro Sánchez ha ido evolucionando hacia la absoluta falta de credibilidad, y de ahí no pocas de las broncas en el Congreso de los Diputados y casi todas cuando osa pisar la calle.

El desenfado y la desfachatez con que se pronuncia dándole la vuelta a sus propias promesas, es algo que llama poderosamente la atención a millones de españoles. Pero es mucho más llamativo aún que ni se despeina, ni se justifica, ni se le puede adivinar en el rostro un rictus de falsario. Es todo un consumado actor que se cree sus propios “cambios de opinión” por mucho que la realidad y la memoria digan lo contrario.

El Presidente de Gobierno es todo un consumado actor que se cree sus propios “cambios de opinión” por mucho que la realidad y la memoria digan lo contrario

En uno de mis primeros viajes a Estados Unidos, al comienzo de los años setenta, tuve ocasión de conocer a numerosos colegas de Nueva York y Washington que ya barruntaban la insostenible situación política de Richard Nixon, en plenas revelaciones sobre el asunto Watergate que finalmente haría que por primera vez en la historia tuviera que dimitir un presidente, como así ocurrió el 9 de agosto de 1974.

Richard Nixon, familiar y popularmente conocido como Dick, arrastraba fama de embustero en la política desde muchos años antes del famoso escándalo del edificio Watergate, por lo que en los círculos sociales y económicos era conocido con el apodo de Tricky Dick (Dick el de los trucos). Muchos de los periodistas con los que tuve ocasión de hablar en el formidable Club Internacional de Prensa de Washington se referían habitualmente al todavía primer mandatario estadounidense con tal sobrenombre popular. Y apostillaban: eso que ha dicho será otra mentira, ya sabes cosas de Tricky Dick…

Pedro Sánchez pasará a la historia como un trilero de la política que a fuerza de engañar a la gente hundió el prestigio y la solvencia de la Presidencia del Gobierno

Vengo recordando aquellas conversaciones con los colegas americanos cada vez que se pone en tela de juicio alguna afirmación de Pedro Sánchez, y observo cómo las comparaciones con Dick el de los trucos son cada vez más palmarias y evidentes. Allí también, en la capital de Estados Unidos, como seguramente pasa ya en España, periodistas, gente informada, lectores y clase de tropa dudaban de oficio de los anuncios, de las promesas y de cualquier intervención de un Presidente que cavaría su tumba política por jugar con trucos y que finalmente serían desenmascarados en The Washington Post por dos sobresalientes periodistas: Carl Berstein y Bob Woodward.

Pedro Sánchez también pasará a la historia, acaso la más pequeña historia de España, como un trilero de la política que a fuerza de engañar a la gente hundió el prestigio y la solvencia de la Presidencia del Gobierno en las brumas de los cambios de opinión y de decir digo donde dije Diego. Pero tal como sentenció Machado, tendrá su mármol y su día, su inefable mañana y su poeta.