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Opinión | El lugarico

Sevilla

El seguro médico (y 2)

Una operación en la sanidad privada.

Una operación en la sanidad privada. / EFE

Dediqué este espacio el domingo pasado a los seguros médicos privados tomando como referencia el wasap que me había enviado mi imaginaria amiga Manoli. Ha debido ser muy leído entre la clase médica porque no son pocos los profesionales que me han ido contando a lo largo de la semana los problemas que tienen con las compañías de seguros, especialmente por las tarifas que aplican a cada acto médico.

La carrera de Medicina es posiblemente la licenciatura más larga de la Universidad española. Son seis años de estudio intenso cuyo final es solo el principio de otros cuatro o cinco años para la especialidad a través del programa MIR (Médico Interno Residente, un año de preparación como mínimo), y una vez superado el exigente examen lograr la mejor nota para poder optar a la rama en principio elegida. Tengo muchos amigos médicos en formación permanente; es decir, que nunca dejan de estudiar, pero los cursos lectivos en la Facultad más los de especialidad arrojan no menos de diez años para optar a plaza fija o interina en el Sistema Nacional de Salud y en su caso compaginarla con la consulta privada. Frisando los treinta años de edad se puede decir que ya es un médico con todos los pronunciamientos aquel ilusionado muchacho que eligió la carrera cuando no tenía más de 17 o 18 abriles.

Este largo preámbulo es necesario para poner en situación el panorama que le espera después al misacantano, sobre todo si se orienta por el ejercicio libre y su economía depende en muy alto grado de las Compañías de seguros. El nivel de competencia entre estas empresas es tal por captar clientes que asistimos a una auténtica carrera, generalmente durante el último trimestre de cada ejercicio, mediante campañas de publicidad que pujan a la baja por lograr la confianza del abonado. Y los médicos con los que hablo coinciden al cien por cien en que no es posible comprometer por tan pocos euros al mes toda la asistencia incluso hospitalaria del enfermo.

A partir de ahí, toda una cadena de despropósitos del negocio de la salud que no tendrá en adelante otro objetivo que reducir costes para mejorar el dividendo de los accionistas de la compañía. Un auténtico sinsentido cuando el objeto formal del plan de negocio no es otro que la salud. Son muchas las consecuencias prácticas, de todo punto inmorales, pero es sensiblemente condenable aquella práctica empresarial que busca el ahorro limitando medicamentos muy caros o pruebas diagnósticas asimismo costosas.

Las informaciones que sobre tan delicada cuestión viene publicando el diario ABC están desenmascarando todo un sistema de gestión de los seguros médicos que requeriría la intervención de los Colegios profesionales mediante la denuncia de tales procedimientos y, en su caso, de dar parte a la Fiscalía de lo que a primera vista parecen ser métodos supuestamente delictivos, si bien administrados con extremada sutileza y dentro de aparente legalidad. La autoridad sanitaria debería convalidar las tarifas de dichos seguros en función de los peritajes de los costes racionales de cada acto médico, dispensación medicamentosa, hospitalización o prueba diagnóstica requerida. Y denunciar por dumping cualquier oferta de seguro por debajo de su coste real y, cómo no, alejada del sentido común.

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