Opinión | El trasluz
Algo estaba cumpliéndose

Una persona apaga el despertador. / Europa Press
Como al despertarse estaba vivo, hizo lo mismo que los vivos: se duchó, se afeitó, desayunó, departió con su familia y acudió al trabajo. Todo en orden. Sin embargo, bajo esa coreografía rutinaria latía la sospecha de que durante la noche había atravesado una frontera existencial invisible. Algo se había quebrado durante las horas de sueño. Sintió que era, en cierto modo, una versión póstuma de sí mismo. No había en el descubrimiento cansancio ni desánimo, sino la certidumbre de estar cumpliendo con los deberes de un vivo mientras contemplaba el mundo con la serenidad distante de un muerto. Caminaba por la acera como por un decorado, y las personas con las que se cruzaba parecían figurantes en un escenario al que en verdad ya no pertenecía. Al pedir un café, en el bar, observó la espuma temblorosa como quien examina un objeto arqueológico. Todo lo que ocurría alrededor -el tintinear de las cucharillas, el rumor de las conversaciones, el zumbido de las impresoras en la oficina- se le presentaba con la nitidez que tienen las cosas cuando ya no son para uno.
La vida, observada desde la muerte, resultaba más precisa. Los colores, más intensos; los ruidos, más crueles; los olores, más antiguos. Un muerto que regresa por unas horas al territorio de los vivos no se engaña con promesas ni con planes, solo percibe la materia pura de lo que existe. Cada gesto, como cada palabra, eran un gesto y una palabra irreversibles.
Al final de la jornada, de vuelta a casa, sacó la llave, la miró con extrañeza pese a reconocer el llavero, incluso la forma de los dientes metálicos, que tantas veces acariciaba con la yema de los dedos cuando iba en el autobús o en el metro. Al introducirla en su sitio, tuvo la impresión de que la cerradura estaba hecha de materia orgánica, de carne, como si, más que en una vivienda, penetrara en un cuerpo. Luego, cada estancia del domicilio le pareció una víscera. La televisión estaba encendida, como un hígado, segregando los jugos digestivos de la realidad. Se sentó junto a su esposa y dio cuenta de un sándwich con la docilidad de un cadáver. Sintió que algo se había cumplido o estaba en trance de cumplirse, pero ignoraba qué.
- Paralizadas las obras del centro comercial Los Arcos: la transformación se completará a finales de 2026
- Este día vuelven las lluvias a Andalucía: Aemet avanza la previsión y las provincias afectadas
- La Junta de Andalucía pacta su primera gran subida salarial en 20 años: se beneficiarán más de 50.000 funcionarios
- Sueldazo de la ONCE: Resultado del sorteo de este sábado 8 de noviembre de 2025
- Lotería Nacional: Resultado del sorteo de este sábado 8 de noviembre de 2025
- ¿Dónde ver los primeros capítulos de 'Anatomía de un instante'?, la serie sobre el 23F de Alberto Rodríguez
- La Policía se despliega en el Polígono Sur por un nuevo tiroteo
- La borrasca destroza el muro del paseo marítimo de Matalascañas: 'Necesitamos una solución urgente
