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Opinión | Mapas invisibles

Sevilla

Atarazanas: que Sevilla no pierda esta oportunidad

Reales Atarazanas de Sevilla

Reales Atarazanas de Sevilla / Jorge Jiménez / ECA

Las obras de las Atarazanas ya han terminado y andan en la Consejería de Cultura buscando una fecha para hacer lo que se hace en estos casos: recapitular, hacer cuentas y explicar en público lo mucho y bueno que traerá este proyecto. Y en esto último confiamos como en un acto de fe.

Termina ahora la primera fase, la de las obras proyectadas por Vázquez Consuegra que han devuelto el esplendor a estos astilleros medievales donde se construían galeras para la Corona de Castilla y que imprimieron a Sevilla una vocación marítima y atlántica que ha cultivado desde entonces. Desde estas naves, en el tiempo del comercio de Indias, Sevilla se abrió al mundo y el mundo vino a ella. Y eso es lo que cabría esperar del futuro que le planifique la Fundación Cajasol a partir de ahora, en lo que será la segunda fase de un proyecto al que conviene no perderle la pista. Toca estar a la altura del edificio, de su historia y, sobre todo, de la oportunidad perdida.

Ahí está la hemeroteca. En 2009, La Caixa proyectó en las Atarazanas, de la mano de la Junta de entonces, un Caixaforum, que sería el primero de toda Andalucía. Se pensó que era el lugar perfecto para dar cabida a la divulgación de la cultura, el arte y la ciencia, a las exposiciones, siempre interesantes y novedosas, a los talleres, conciertos y conferencias de personalidades nacionales e internacionales, que distinguen desde siempre la programación de estos centros.

La historia está escrita: la denuncia de una asociación conservacionista y las medidas cautelares de un juez fueron suficientes para atemorizar a un gobierno socialista que ya por entonces acusaba erosión. "No ha lugar para jaleos" fue la consigna. Se desbarató todo y la Fundación se llevó su Caixaforum a los pies de la Torre Pelli (y hoy presenta su nueva temporada cultural).

Y aquella oportunidad -la de unir pasado y presente, arte y ciencia, Sevilla y el mundo- se perdió para las Atarazanas. Como se perdió la de tener en el Prado, dicho sea, una biblioteca proyectada por esa maga de las curvas imposibles que fue Zaha Hadid. ¡Ay!

Por eso ahora que las Atarazanas ya están rehabilitadas y que casi podemos tocar esos arcos, hasta ahora vistos entre rejas como el que mira por la cerradura de la Orden de Malta en Roma, aspiremos a que quienes tienen la responsabilidad de diseñar el futuro del edificio que cuenta el pasado más glorioso de esta ciudad tengan acierto y audacia. Confiemos.

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