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Sevilla

La esperanza no está en el Polígono, ni se la espera

Imágenes de la misión de la Esperanza, el pasado sábado 4 de octubre.

Imágenes de la misión de la Esperanza, el pasado sábado 4 de octubre. / Joaquin Corchero / Europa Press

Según el Ministerio de Hacienda, Torreblanca es el barrio más pobre de España. No es uno de los más pobres, sino el más pobre de todos. Eso dice, al menos, el listado de renta media bruta del país que se acaba de publicar. Pero las cifras siempre son discutibles. El Instituto Nacional de Estadística no opina igual, porque usa el criterio de las condiciones de vida en vez del de los impuestos que se pagan. Así que dice que la zona más pobre de España es el Polígono Sur. Y la segunda Amate-Los Pajaritos.

Ya ven, la competición es reñida. Pero los sevillanos podemos sacar pecho. Por una vez somos los primeros en algo sin que quepa duda. Los sitios más pobres de España están en nuestra ciudad. Los que presumen de vivir en el mejor sitio del mundo pueden estar contentos porque en algo sí que somos el número uno indiscutible. En pobreza y todo lo que ello conlleva: hay problemas de infraviviendas, miles de personas que viven sin el mínimo de dignidad exigible. Los datos muestran también que en estas zonas las tasas de absentismo y abandono escolar son insoportables. En definitiva, lugares de miseria donde la vida es un infierno.

No es algo nuevo. Hace décadas que todos los listados, señalan que de los quince lugares más miserables del país, al menos siete están en nuestra ciudad. No es solo que ninguna ciudad reúna tanta pobreza como la nuestra, sino que hace muchísimos años que eso es así y nadie hace nada para remediarlo. Bueno, algo sí se hace. Se manda a la virgen a visitar a los pobres.

Algunos insignes cofrades han decidido rescatar las Santas Misiones que impulsó el franquismo en la posguerra para recristianizar a los barrios obreros en los que había perdido influencia moral y social

La solución que nuestra bendita ciudad ofrece a la miles y miles de personas que viven en peores condiciones de pobreza que ningún otro lugar de España es llevarles la Esperanza de Triana envuelta en flores, incienso y música. Ir de misiones, lo llaman.

Parece que ahora que está de moda entre demasiados católicos ser un racista, odiar a los extranjeros y exigir que nuestro dinero se gaste solo en nosotros mismos, las misiones ya no se hacen solo en África, con los negritos. Algunos insignes cofrades han decidido rescatar las Santas Misiones que impulsó el franquismo en la posguerra para recristianizar a los barrios obreros en los que había perdido influencia moral y social. A Sevilla estas misiones franquistas llegaron de manera tardía pero ya utilizaron como reclamo algunas de las imágenes de la semana santa y consiguieron una importante movilización de masas.

En la memoria popular ha quedado la imagen del Gran Poder en la iglesia de Las Candelarias, pero hubo otras. A la Macarena la llevaron al polígono de San Pablo en una furgoneta forrada de colchones que después regalaron a los pobres del barrio. A la Amargura la llevaron al cuartel de la Alameda, porque una zona de tantas mujeres de mala fama también necesitaba ser evangelizada. Como en esta ciudad siempre ha habido clases y quien manda, manda, al cristo de los estudiantes lo llevaron a la caseta de feria del Círculo de Labradores.

A la Amargura la llevaron al cuartel de la Alameda, porque una zona de tantas mujeres de mala fama también necesitaba ser evangelizada

Más de medio siglo después ni la religión católica ni la religiosidad popular están en situación alguna de riesgo. Pese a que los ultras nos bombardean a diario con la amenaza de una supuesta invasión islámica, lo cierto es que en Sevilla el número de nazarenos crece cada año hasta llegar a ser inmanejable y de media tenemos tres procesiones católicas al día. Así que uno tiene la impresión de que la iniciativa de llevar la virgen al Polígono Sur tiene más de folklore capillita que de nada. Aun así, no está mal.

Si las cofradías van a servir para integrar de algún modo a la Sevilla olvidada, bienvenidas sean. Que la Esperanza de Triana se pasee por las calles de polígono tiene su encanto. Ético y estético. Sin embargo, si algo está poniendo de manifiesto este traslado es la hipocresía empalagosa de quienes dirigen una ciudad, que parece que les gustaría que siguiera anclada en la edad media.

Si las cofradías van a servir para integrar de algún modo a la Sevilla olvidada, bienvenidas sean. Que la Esperanza de Triana se pasee por las calles de polígono tiene su encanto

En la mediocridad que nos rodea era demasiado previsible que los trovadores de la ciudad iban a bombardearnos con las imágenes de la emoción de las señoras trianeras que ahora viven en el Tiro de Línea y de los descendientes de los gitanos de la cava al cruzarse de nuevo con su virgen. Muy bonito y muchos vellos de punta, pero hay que ser hipócrita y desalmado para presentar la expulsión de los habitantes de nuestros barrios históricos como un fenómeno natural del que nadie tiene culpa y contra el que nada se puede hacer. A esas familias las echó de Triana la especulación inmobiliaria. La mayoría fueron obligadas a abandonar sus casas por el Ayuntamiento y el gobierno que se las regalaron a empresarios, que se enriquecieron con esos terrenos. Nada que no siga pasando hoy que, con apoyo de sucesivos gobiernos, se sigue vaciando la ciudad histórica para provecho de los que hacen dinero con la vivienda ajena.

No solo no hay ni el mínimo romanticismo en la expulsión de los sevillanos a la periferia para que unos pocos se forren. Los mismos que se emocionan narrando de manera lacrimosa el reencuentro entre estos emigrados internos y la santa imagen no se cortan luego en lamer lo que sea necesario a cualquier empresario mafioso. O al alcalde de turno. Porque no es el mercado, sino la desvergüenza y la ambición lo que día a día sigue vaciando los barrios históricos convertidos en un parque turístico sin alma que da mucho dinero. Si te eriza la piel un gitano cantando una saeta a la esperanza en el polígono, más debería llenarte de rabia cada piso turístico y cada franquicia que se abren, con el apoyo de un ayuntamiento vendido, a costa de echar al extrarradio a los vecinos de siempre.

No es el mercado, sino la desvergüenza y la ambición lo que día a día sigue vaciando los barrios históricos convertidos en un parque turístico sin alma

Nuestros políticos y la camarilla de emprendedores sin escrúpulos que lo rodean le niegan los recursos a los barrios que más los necesitan. El ayuntamiento no invierte en Torreblanca. De esa zona al alcalde parece que solo le gusta Sevilla Este, que le recordará a Tomares, y la única inversión importante allí es el timo del tranvibús (al menos, por ahora a este no se ha inventado lo de ponerle un toldo para regar de dinero a sus amigos). En Amate o el Polígono Sur la única intervención de la Junta y el ayuntamiento es recortar fondos sociales.

Los muy católicos políticos de VOX, muchos de sus votantes y el gobierno de la ciudad creen que los pobres lo son porque se lo merecen. Apoyan las subvenciones a la hostelería, que prácticamente se regale suelo urbano en el centro a grandes cadenas hoteleras, que se cedan mercados a empresas de la noche y que paguemos con dinero de todos los colegios de monjas. No tienen ningún escrúpulo en regalar dinero público a manos llenas a los ricos, pero se indignan si se usa para acabar con la pobreza.

Así que a los barrios pobres, mandamos a la virgen y que se apañen con ella.

Quienes nos gobiernan creen que la solución de la sanidad pública es llenar de estampitas milagrosas y azulejos religiosos las habitaciones de los hospitales mientras recortan en fondos y médicos. Regalan dinero a espuertas a las grandes farmacéuticas y a los hospitales privados, pero a las mujeres con cáncer solo les queda rezarle a la virgen. Para los ricos el dinero de todos, para los pobres la religión.

Y ahora dicen que han llevado esperanza a los barrios. Mentira podrida. Han llevado solo a la Esperanza de Triana. Un par de días va a haber fiesta y procesiones por allí lejos y después todo volverá a ser lo mismo. Si alguien cree que existe alguna posibilidad de que los barrios más pobres y miserables de España dejen de estar en Sevilla, que abandone toda esperanza.

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