Opinión | El lugarico
La habilidad de la izquierda

El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. / Mateo Lanzuela / Europa Press
Si algo faltaba para sospechar que pronto habrá elecciones generales, ya tenemos en las calles de toda España una señal infalible: la movilización de las izquierdas en sus diferentes versiones y colores. Mucho más cuando las encuestas repiten una tras otra, salvo la de Tezanos, que la suma de PP y VOX podría superar los doscientos escaños. Tal posibilidad ha debido inquietar a Sánchez y de unos días a esta parte se suceden manifestaciones a cuento de cualquier circunstancia sea de donde sea.
La habilidad de las izquierdas para aprovechar que el Pisuerga pasa por donde pasa y por tanto hay que salir a la calle con toda la artillería populista posible, es algo bien acreditado en España, y no solamente en los tiempos que corren. Ya se vio durante la II República cuando en 1933 la derecha ganó las elecciones, y a partir del anuncio del resultado el país fue un infierno que desembocó en la formación del Frente Popular sobre cuya victoria en febrero del 36 dudan la mayoría de los historiadores solventes.
Es de temer que a la vista de los malos datos que ofrecen las izquierdas sumadas en los estudios demoscópicos, se recrudezca la toma de las calles y hasta el día de los comicios tengamos que ser testigos de movilizaciones y manifestaciones sin número en un intento de mantener alerta a sus potenciales votantes y ofrecer al mundo la imagen del conflicto que representaría un gobierno de otra opción. Pero el pueblo español ha madurado políticamente y no parece nada probable que se deje influir por estrategias torticeras.
La posibilidad que puede otear Sánchez de perder la Presidencia del Gobierno actuará, a no dudarlo, de revulsivo para mantener la calle en un grit
Cuestión distinta es que la suma de las derechas sea fácil en los tiempos que corren. Pero tanto Feijóo como Abascal tienen que saber que no parece posible la formación de gobierno sin el mutuo apoyo. Y aunque a muchos no les guste da la impresión de que no habrá otra salida. Los partidos de centro y de derecha, aun de derecha severa, tendrán que tomar ejemplo de Sánchez que solo pudo llegar a la Moncloa rebañando hasta los escaños más alejados como pudieran ser los de Bildu. Y que el trato se cerró con cinco ministerios incluyendo una vicepresidencia. O sea: el arte de lo posible, según la más clásica de las definiciones formulada por Otto von Bismarck.
Los meses que nos separan de la primavera, cuando según los augures pueden estar dispuestas las urnas, van a ser cualquier cosa menos tranquilos. La posibilidad que puede otear Sánchez de perder la Presidencia del Gobierno actuará, a no dudarlo, de revulsivo para mantener la calle en un grito; al grito de que vienen los fascistas. Se está llegando a tales extremos que no será de extrañar que las multitudes jaleadas por los socialistas y adláteres ocupen los espacios públicos con vocación de permanencia. Y es que, a diferencia del PSOE de Felipe González, el histórico partido ha devenido en una formación que como un pollo sin cabeza va dando tumbos y lo que es peor, haciéndolos dar a los españoles menos avisados.
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