Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

Opinión | MISIÓN DE LA ESPERANZA

Sevilla

Ellas son las reinas de las Tres Mil

En la dignidad de las mujeres que hoy reciben a la Esperanza de Triana en sus calles hay que mirarse cada día, en su lucha, en su fuerza y en su pelea

Unas mujeres emocionadas al paso de la Virgen de la Esperanza de Triana por el barrio de las Tres Mil Viviendas.

Unas mujeres emocionadas al paso de la Virgen de la Esperanza de Triana por el barrio de las Tres Mil Viviendas. / E.C.

Ser madre es la cosa más difícil del mundo. Ser madre en las Tres Mil Viviendas debe serlo más si cabe. Veía los rostros surcados de esas mujeres rotas en llanto tras las rejas de sus casas al paso de la Virgen de la Esperanza de Triana y me estremecía. En esas lágrimas hay tanto encerrado que es imposible no sumarse a la llorera.

Olía esas cafeteras listas antes de las 7 de la mañana. Esas ollas de puchero rebosando porque lo mismo viene uno a comer que siete. Haciendo el milagro de los panes y los peces cada día de su vida. Veía a mujeres que se acuestan cada día muy tarde y se levantan muy temprano. Son las que llevan el peso de su casa, de sus hijos y de sus nietos. Las que sufren la droga y el paro. Que salen a trabajar y vuelven a seguir trabajando. La ropa limpia. Todo escamondado. Ellas ni sabrán lo que es el pilates que cura el dolor de espalda ni habrán tenido en su vida un fin de semana solas con sus amigas para coger fuerzas. Ellas no salen a ninguna parte sin poner a todos los suyos por delante. Sus preocupaciones son otras. Su vida es otra vida.

Ellas tienen el corazón siempre inquieto, el agotamiento y el sacrificio mandando pero encima procurando que no se les note. Esas colas estiradas con su diadema por encima combinadas con muchos andadores donde las mujeres más mayores echan el peso de los años para seguir caminando. Ninguna va sola. Van en un cortejo que las adora.

No sé de qué servirá. Posiblemente dentro de un mes no haya cambiado nada. Pero lo que hemos vivido esta mañana de La Oliva al corazón de las Tres Mil Viviendas es una de las cosas más bonitas que se pueden vivir. Si se queda en un regalo para esas mujeres, en la visita de esa Virgen a la que le van contando por dentro lo que les quita el sueño y por momentos, a veces, hasta las ganas de vivir, si solo sirve para que mañana se levanten con menos peso y más desahogo, con menos pena y más fuerza, bienvenida sea la Misión de la Esperanza.

"Abuela, tú grita"

Él la sujeta del brazo y ella se apoya en el andador. "Tú grítale lo que te dé la gana. Háblale". Lleva el nombre de su abuela Rosario tatuado en el antebrazo. Ella se lo acaricia mientras espera a la Virgen. Grita más de lo que podíamos imaginar que le iba a salir de ese cuerpo. Y lo hace sobre todo para dar las gracias y pedirle que le cuide a los suyos. Es una abuela de esas que te crían y te marcan la vida. "Lúcete por las Tres Mil Viviendas, madre", le grita una muchacha. "Haz lo que te dé la gana, que aquí lo puedes hacer", le dice otro cuando atraviesa la banderola azul y blanca que reza “Reina y Madre de las Tres Mil”. Como si ella viniera a desahogarse y no a dar consuelo. Hay anclas primorosamente puestas en los balcones, guirnaldas de flores, banderolas de la Misión. Nada tapa la pobreza pero gana la dignidad. Las matriarcas rodeadas de los suyos. Las madres y las abuelas colmadas de besos y abrazos de sus chiquillos cuando las ven emocionadas. Con eso me quedo.

En el cortejo, rezan el Santo Rosario. En la calle resuenen los cohetes y los gritos de "Trianera, guapa". Me he acordado de ese documental maravilloso, “Ellas en la ciudad”, de Reyes Gallegos, que cuenta la lucha de esas mujeres que llegaron las primeras a los barrios de la periferia y pelearon como leonas por sus derechos y los de sus familias. Las mujeres de riguroso luto del cortejo contrastan con las que bajan de sus casas para darle la bienvenida al barrio. “El Viernes Santo estoy yo allí, en el puente”, le grita una vecina. Estoy segura de que en esta semana a la Virgen fuera de su casa no le va a faltar de nada. Ellas se van a encargar de que sus hijos y sus nietos la colmen de atenciones. Ellas saben servir a las demás por encima de todo lo demás. Hacía tiempo que no lloraba tanto y no era de pena. Vivan las madres y las abuelas de las Tres Mil. Viva su lucha y viva la Esperanza.

Tracking Pixel Contents