Opinión | Mapas invisibles
El SAS ya no funciona como antes o cómo la propaganda no tapa lo que todos vemos

El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno durante el acto de toma de posesión, este miércoles en el Palacio de San Telmo en Sevilla de Antonio Sanz como consejero de Sanidad, Presidencia y Emergencias. / Julio Munoz / EFE
Los hijos de padres mayores asumimos tareas que los nuestros no saben o les evitamos hacer. De unos años a esta parte, entre otras funciones, me toca sacarle cita con el médico de cabecera a un señor de 86 años con nulas habilidades en el mundo digital al que le ahorro estar horas de pie en una fila en el centro de salud. Desde hace un tiempo -¿un año, dos?- la frustración se repite: al clicar para coger cita, la agenda de su médico -un nuevo facultativo, el tercero que ha visto y al que le repite su largo historial tras la jubilación de su doctora- aparece bloqueada por completo para el mes en curso. Ni un hueco libre. Al paciente, con enfermedades crónicas que requieren de revisiones periódicas y medicación, le toca tirar de paciencia. Lo normal es que la espera para especialistas (neurólogos, traumatólogos...) se eternice o bien la petición se pierda en el procesolo camino que hay entre la consulta de primaria y las pruebas hospitalarias. La operación de entrar y salir de la web Clic Salud se repite hasta que, casi de manera proverbial, quedan 8 minutos libres en la pantalla, que es el tiempo que un médico atiende a cada paciente. Si esto no ocurre, cuando le aquejan los males propios de su edad en proporción severa, acude a las Urgencias, siempre saturadas, del único hospital de una ciudad que atiende a una población sanitaria de más de 150.000 habitantes. Esto no ocurría antes. No de esta forma, no con esta sensación de abandono irreversible.
Cada uno en su experiencia familiar y personal ha reparado estos días en que lo excepcional se ha instalado como algo habitual. Y sólo ahora, cuando parece que las costuras del Servicio Andaluz de Salud han estallado a los ojos de todos a partir del escándalo por los retrasos en los cribados de cáncer de mama, somos muchos los que caemos en la cuenta de que algo falla aunque de manera machacona escucháramos desde los atriles de la Junta insistir en lo expansivo del presupuesto sanitario.
A esa conclusión han llegado también los que se sientan cada semana en el Consejo de Gobierno de Juan Manuel Moreno. En San Telmo, se han dado cuenta ya de que la propaganda no es capaz de tapar lo que se ha instalado en el imaginario colectivo: el SAS ya no funciona como antes. No es que antes el SAS fuera infalible y más puntual que un reloj suizo pero sí había un consenso a la hora de depositar en lo público la confianza de nuestra curación o la de los nuestros. Sirva un dato: en los últimos años, las pólizas de salud han crecido un 35% en Andalucía y ya hay dos millones de asegurados.
No deja de resultar chocante que el propio presidente asuma en un corrillo con la prensa en Madrid que puede perder la mayoría absoluta en este momento ante un asunto que iba reventar tarde o temprano y al que le estaba dando patadas adelante como en un campo de fútbol infinito. A no ser que los suyos le hubieran hecho protagonista de aquel cuento del rey desnudo.
Resulta sorprendente que se haya tirado tantos años en la oposición señalando los déficits del adversario, muy especialmente en materia sanitaria, y prometiera recetas milagrosas en su programa electoral y que cuando ha llegado al poder haya sido incapaz de diseñar para la Sanidad pública andaluza una estrategia a largo plazo que dé respuestas a los retos que estaban ahí desde mucho antes de aquel 2 de diciembre de 2018 en que el fraccionamiento de la derecha hizo su magia. Recordemos: plantillas sanitarias con baja estabilización y peor pagadas que en otras comunidades, jubilación de un cuarto de la plantilla sanitaria (los boomers), sobrecarga de médicos de atención primaria, una población porcentualmente mayor a la que atender gracias a una esperanza de vida más alta que hace 10 años... Todo esto lo sabía Juan Manuel Moreno cuando llegó a San Telmo. No es una realidad inventada por la oposición (que, sin duda, ha visto en esta crisis un flotador al que agarrarse), está en las estadísticas y en la calle si se presta un mínimo de atención.
Resulta preocupante que desde aquel primer gobierno del cambio de hace siete años se hayan sucedido tres consejeros de Salud y en lo más agudo de la crisis, en la que se requiere de un conocimiento profundo de cómo se gestiona el SAS, una empresa con más de 126.000 trabajadores que cuida de una población de casi nueve millones, se haya tenido que recurrir al bombero más leal y más experimentado de la plantilla para sofocar un incendio que parece descontrolado. A no ser, ay, que lo que se quiera en este momento sea perimetrar el problema (político) y salvar el resto del bosque hasta el próximo verano. Entonces sí, claro, para eso, Antonio es el mejor.
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