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Opinión | Tribuna

Ex alcalde y portavoz del Grupo Municipal Socialista en el Ayuntamiento de Sevilla -

La indiferencia institucional es la peor metástasis

Movilización ciudadana por los fallos en el cribado del cáncer de mama.

Movilización ciudadana por los fallos en el cribado del cáncer de mama. / Álex Zea - E.P.

“No le importamos a nadie”.

La frase es de Ángela Claverol, y resuena en mi cabeza desde que la escuché esta semana, cuando la acompañé en una mesa de la Asociación de Mujeres con Cáncer de Mama instalada en el Hospital Virgen Macarena. Debió intuir en mi mirada cuánto me había atravesado su sentencia y, en un gesto de generosidad, la matizó añadiendo: “Sólo a las mujeres que están sufriendo, a algún político y a los periodistas”.

Su frase es la expresión más sincera del desamparo: la sensación de que el sistema público que debía protegerte te ha abandonado a mitad del camino.

Y su rostro, ése que se ha colado en todos los hogares a través de la televisión, es el de una mujer agotada que no pide compasión, sólo verdad.

Por eso, este 19 de octubre, Día Mundial contra el Cáncer de Mama, no es uno más en el calendario de efemérides. No bastan los lazos rosas ni los mensajes de ánimo en las redes sociales.

El escándalo del fallo en el programa de cribado del cáncer de mama en Andalucía no es un error técnico ni una anécdota: es el reflejo más doloroso del deterioro de la sanidad pública andaluza y de cómo un gobierno es capaz de seguir mintiendo con tal de no admitir sus fallos ni pedir perdón.

No nombremos mal las cosas. No hablamos de burocracia, sino de dolor. De miedo. De la confianza rota en un sistema que durante décadas fue el orgullo de todos los andaluces. Y también hablamos de soledad.

Decía Francisco Umbral que “la soledad no es estar solo, sino estar vacío de los demás”. Ésa es, quizás, la herida más profunda que hoy sienten muchas mujeres: el vacío de un sistema que debía acompañarlas y que ha decidido ausentarse.

Durante años, la sanidad pública fue el mayor logro de Andalucía, un símbolo de igualdad y dignidad. Pero el Gobierno andaluz del PP está desmantelando, pieza a pieza, ese legado. No hay nada más cruel que mercantilizar el dolor de miles de mujeres que se sienten invisibles.

Esa indiferencia duele tanto como la enfermedad. Y ahí se revela la verdadera dimensión de lo que está ocurriendo: la indiferencia institucional es la peor metástasis.

El deterioro se ve en los centros de salud colapsados, en las urgencias desbordadas, en las esperas eternas, en los recortes en la atención. Y, sin embargo, no hemos escuchado al Gobierno municipal del PP levantar la voz ante este atropello. Callan ante la Junta. Callan ante la injusticia.

Un Ayuntamiento no puede ser cómplice del silencio. La defensa de la sanidad pública también empieza en lo local: en los barrios, en las asociaciones, en esa política cercana que escucha y acompaña.

Por eso, hoy no bastan los gestos. Hace falta acción política y compromiso real. Empatía no como consigna, sino como práctica. Exigir que la Junta de Andalucía asuma su responsabilidad, repare el daño y refuerce la sanidad pública de verdad, para que ninguna mujer vuelva a sentirse sola.

Hoy, Día Mundial contra el Cáncer de Mama, pienso en las mujeres que luchan, en las que esperan un diagnóstico, en las que ya no están. En su fuerza, en su dignidad. Y vuelvo a Umbral, cuando escribió en Mortal y rosa que “la vida duele, y ese dolor es la única conciencia que a veces nos queda”.

Ojalá este dolor sirva. El dolor de muchas mujeres que, sin ser conscientes, están abanderando con su valentía una revolución silenciosa que pone la salud, la suya, y la de todas y todos, en el centro.

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