Opinión | Mapas invisibles
Debate en la muerte de un hombre bueno

El consejero de Sanidad, Presidencia y Emergencias, Antonio Sanz, este miércoles en el Parlamento. / FRANCISCO J. OLMO-EUROPA PRESS / Europa Press
A 200 kilómetros del salón de plenos del Parlamento de Andalucía, unas cuantas horas antes de que Antonio Sanz dijera desde la tribuna que a pesar de llevar siete días al frente de la cartera de Sanidad se tira mañana, tarde y noche empapándose de todo, una familia -amplia, diversa, dichosa los días alegres, desgraciada en los tristes, tan distinta y parecida a todas las demás- despedía a uno de sus mejores hijos. El cáncer fue inclemente desde el principio. Una putada.
Dudo que a esta familia, y a todas las que estos días transitan la muerte o la incertidumbre por los retrasos de unas pruebas que son clave para su supervivencia, le alivie siquiera un ápice conocer que el consejero que gestiona el servicio de salud pública de Andalucía, desde que el presidente le ha echado adelante a apagar este fuego que le cerca, no ha parado de estudiar estadísticas y procedimientos, de reunirse con todo el que ha tenido a tiro. De trabajar mucho y a todas horas. Es que va de suyo, consejero.
No digo con esto que ponga en duda la capacidad de quien es conocido por sus maratonianas jornadas, sino simplemente que da igual, que no importa, que en el dolor valen poco las heroicidades y aún menos hablar de infundios cuando apenas se está conociendo el suelo de la casa que se pisa, cuando todavía no se conoce del todo el calado de esta crisis sanitaria. En la pérdida y la enfermedad, sólo queda la rabia y, eso sí, un asidero: la esperanza de que la ciencia avance mucho y rápido; la esperanza de que el sistema público esté lo suficientemente engrasado para que esa ciencia se aplique pronto. La esperanza se llama fe en lo público.
El consejero debe estar ahí para ponerse en la piel de todos aquellos que, como enfermos, familiares y usuarios que somos, vemos con desconcierto cómo un gigante como el SAS se tambalea, por mucho que en las filas del partido del gobierno insistan en que se trata de un capítulo más de la refriega política. Y quizás esto tan simple de entender, esto que va de empatía y no de estrategia, es lo que le ha faltado al más experimentado de los consejeros en la tarde en que se ha estrenado en la cámara autonómica para hablar de sanidad y no de toros. Esto no va de dar capotazos, consejero.
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