La Recogía
Salud y Angustias: la institución gitana más antigua del mundo
La Hermandad fue fundada en el barrio de Triana en 1753 como respuesta a la persecución que los gitanos sufrieron al inicio del reinado de Fernando VI, un pueblo que llegó a la Península Ibérica hace 600 años y que este sábado recibe la distinción de Hijo Predilecto de Triana en la Velá de Santa Ana

Nazarenos de los Gitanos en los años treinta. / Fototeca Municipal de Sevilla

El origen de los gitanos, también conocidos como pueblo rom, roma o romaní, es todavía hoy objeto de controversia. No obstante, casi todos los investigadores los sitúan en el noroeste del subcontinente indio, concretamente en las regiones del Sind y del Punyab -territorios que hoy pertenecen en su mayoría a Pakistán-, que han sido históricamente zonas de paso de numerosas invasiones extranjeras. Y es que la lengua romaní, perteneciente a la familia indoeuropea, guarda similitudes con lenguas actuales del norte de la India como el panjabí, el hindí o el rajastaní, lo que ayudó a los lingüistas a determinar este origen.
Cuando se cumplen 600 años de la llegada del Pueblo Gitano a la Península Ibérica, el Ayuntamiento de Sevilla lo distingue como Hijo Predilecto de Triana, en una entrega de premios que tendrá lugar este sábado en la Velá de Santa Ana.
Una de las teorías más documentadas sostiene que en el año 1018, Mahmud de Ghazni invadió la ciudad india de Kannanj, capturando a toda su población -unas 53.000 personas de diferentes condiciones- y llevándolas a Ghazni, en el actual Afganistán. Desde allí habría comenzado un largo desplazamiento hacia Asia y Europa.
El pueblo rom, que significa “pueblo de los hombres libres” en lengua gitana, ha sido históricamente nómada. A lo largo de los siglos, distintos episodios violentos forzaron nuevas salidas de su tierra: las invasiones de los hunos blancos en los siglos V y VI; las incursiones árabes en el siglo XI; la expansión de los turcos selyúcidas y de Genghis Khan en el siglo XIII; y, ya en el siglo XIV, la brutal campaña del turco-mongol Tamerlán.

Primitiva Virgen de las Angustias, de Montes de Oca / El Correo
Cinco siglos en España
La llegada a Europa del pueblo gitano fue mayoritariamente a finales del siglo XIV, accediendo por lo que hoy conocemos como Rumanía. En un principio eran obligados a trabajar en las tierras de los señores como campesinos y herreros, como siervos en monasterios o como guerreros forzosos. A España llegarán en 1425, en una primera oleada compuesta por pequeños grupos de unas 50 o 100 personas liderados por figuras que se hacían llamar Conde o Duque. Alegaban estar en peregrinación a Santiago de Compostela, lo que favoreció su buena acogida inicial.
Los monarcas del momento les ofrecieron salvoconductos y protección para recorrer sus reinos. En 1425, Alfonso V de Aragón concedió permiso de tránsito durante tres meses a Don Juan, Conde de Egipto Menor, título que hacía referencia, en la Edad Media, a zonas como Chipre o Siria, lo que indica su posible origen. También Juan II de Castilla otorgó autorizaciones y favores a los gitanos que llegaron a sus dominios. Una segunda oleada de gitanos llegará a España a partir de 1448, procedentes de Grecia y huyendo de los turcos, por lo que se autodenominan grecianos.
En esta fase aún no hay conflictos, pero la situación cambia con la política de homogeneización de los Reyes Católicos, que en 1499 promulgan una Pragmática que les imponía un plazo de dos meses para integrarse, obligándoles a establecerse en un domicilio fijo, adoptar un oficio y abandonar sus costumbres y vestimenta, bajo amenaza de expulsión o esclavitud.

Gitanos de Granada, por el ilustrador Gustave Doré / El Correo
“Gente sin ley”
En el siglo XVI, los gitanos comienzan a asentarse en los arrabales de las ciudades, dedicándose a vender caballerías, comerciar en ferias y participar en fiestas religiosas como músicos y bailarines, hasta que el Concilio de Trento les prohíbe esta última actividad. También surgen pequeños grupos dedicados al bandolerismo, integrados no solo por gitanos sino por otros grupos marginales.
Durante este siglo se promulgan varias pragmáticas que imponen restricciones. Por ejemplo, en marzo de 1594, los procuradores Jerónimo de Salamanca y Martín de Porras califican a los gitanos de “gente sin ley” que vivían “llenos de vicios, sin ningún género de recato”, como gente vagabunda, sin trabajo ni “oficio con que sustentarse”. Mientras que en abril de 1596, Juan Suárez, representante por Cuenca en las Cortes, propuso que moriscos y gitanos se repartieran “por vecindades en el reino y no traten -en compraventa de caballerías-, solo en labrar y criar, y servir a labradores y criadores”.
Durante los reinados de Felipe III, Felipe IV y Carlos II, nuevas leyes les impedirán casarse entre ellos, poseer armas de fuego y caballerías y acudir a ferias y mercados para comerciar, aunque sin éxito. También se reconoció como desacertada la política de restricción de vecindarios, pues causó más daño que beneficio, ya que en esos lugares los gitanos actuaban como espías de las propiedades ajenas, alertándose mutuamente sobre oportunidades para robar.

Grabado francés del siglo XVIII que describe el éxodo de los gitanos / El Correo
La Gran Redada
Y así llegamos a 1749, cuando, tras una tregua de tres años impulsada por Felipe V, su hijo, Fernando VI, enfoca el asunto de manera radical. Del 30 al 31 de julio de 1749 se pondría en marcha en España una operación militar cuyo objetivo era hacer cumplir lo que las pragmáticas anteriores no habían logrado: erradicar a los gitanos.
Para historiadores como Antonio Gómez Alfaro estos hechos parten de la mentalidad del obispo de Oviedo, Gaspar Vázquez de Tablada, quien ideó la denominada Gran Redada o Prisión General llevada a cabo por el marqués de la Ensenada, por la que fueron apresados entre 9.000 y 12.000 gitanos. Una acción que, aunque no logró acabar con la población romaní, “causó una profunda brecha entre ambas comunidades [gitanos y no gitanos] y acentuó la pobreza y la marginalidad de una colectividad étnica que prácticamente en su totalidad se hallaba asentada y en proceso de completa integración”, según el investigador Manuel Martínez Martínez.
En Sevilla, la persecución gitana comenzó el 31 de julio de 1749, cerrándose casi todas las puertas de la ciudad para evitar fugas. Los gitanos fueron detenidos, especialmente en el barrio de Triana, mientras que algunos lograron escapar de las Chozas de la Cartuja, aunque perdieron sus bienes. La redada fue eficaz gracias al factor sorpresa y al hecho de que muchos se hallaban refugiados en iglesias y conventos. Además se ordenó embargar sus bienes y matar a quienes resistieran.
Surge la Hermandad de Los Gitanos
Como respuesta a dicha persecución, en Triana se erige la Hermandad y Cofradía de Nuestro Padre de la Salud y María de las Angustias, primera corporación fundada por castellanos nuevos y "primera institución gitana del mundo". Dicha afirmación constituye una de las tesis centrales del libro "El Dios de los Gitanos (yunque, clavo y alcayata)", publicado en marzo de 2025 por la editorial Ediciones en Huida, de José Vega de los Reyes, que divulga contenidos en este sentido en redes redes sociales, especialmente en TikTok.
Según explica el autor Francisco Aguilar Piñal en su obra Siglo XVIII, el objetivo de crear esta cofradía era “que les hiciera parecer como fervorosos cristianos para, de esta manera, acercarse al pueblo sevillano”. La iniciativa surgió de un grupo de gitanos encabezado por Sebastián Miguel de Varas y Miranda, quienes decidieron establecer la Hermandad en el convento del Espíritu Santo de Triana.
El 9 de agosto de 1753, la Hermandad solicitó permiso al cardenal arzobispo de Sevilla, Luis Jaime de Borbón, aprobándose las normas el 7 de diciembre con la intervención de Manuel de los Céspedes. Se establecía que la estación de penitencia sería a la Real Parroquia de Señora Santa Ana, como las demás hermandades del barrio. Sin embargo, por la negativa del prior del convento del Espíritu Santo, la cofradía tuvo que buscar nueva sede.
En 1754, se trasladó al convento del Pópulo, en el barrio del Arenal, desde donde realizó su primera estación a la Catedral en el Miércoles Santo de 1759, ya que en 1758 no pudo hacerlo por lluvia. En el cenobio agustino la Hermandad poseyó capilla propia, destinando dos fiestas al Santísimo Cristo de la Salud y a la Madre de Dios de las Angustia.
Cierta seguridad y esperanza
José Bermejo y Carballo recoge en sus Glorias Religiosas de Sevilla que, durante sus primeros cincuenta años de vida, la Hermandad tuvo que alternar sus salidas los Miércoles y los Jueves Santos, siendo esto motivo de pleitos durante el siglo XIX. Pese a todo, proporcionó a los gitanos cierta seguridad y esperanza, favorecida por el clima pacifista que trajo consigo la Pragmática de Carlos III (1783).
Esta reconocía a los gitanos como ciudadanos españoles, con libertad de residencia (salvo en los Sitios Reales) y de elección de oficio (exceptuando los indignos o insuficientes). Se obligaba a escolarizar a los niños desde los cuatro años, costeado por los ayuntamientos, y se penalizaba a los padres que no cumplieran. Nadie podía negarles derechos por ser gitanos, y se imponían sanciones a quien obstaculizase su integración.
Sin embargo, esa igualdad implicaba la prohibición total de su identidad cultural: no podían hablar su idioma, vestir sus ropas ni llamarse gitanos; incluso el término quedaba prohibido en documentos. El gitano que no cumpliera sería condenado a muerte. La ley fue pregonada públicamente y colocada en los lugares donde residían.
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