Un profesor sevillano, premiado por su análisis sobre los conocimientos digitales de 80.000 docentes andaluces

Andalucía es referencia a nivel europeo en cuanto a las competencias digitales de los profesores de colegios, institutos y universidades de la comunidad. "Los compañeros europeos alucinan con las cosas que hacemos aquí. Hemos desarrollado programas que muchos países no saben ni hacerlos, vamos muy avanzados". Así de optimista se muestra Antonio Palacios Rodríguez, un profesor sevillano que acaba de recibir el Premio UNIA Digital de Investigación, concedido a la mejor tesis doctoral andaluza en el ámbito de la Transformación Digital. Este docente pasó cuatro años analizando las competencias digitales de más de 80.000 profesores andaluces.

Cómo educar digitalmente a los jóvenes es un debate universal, llegando a protagonizar telediarios por el acceso que deben tener a las nuevas tecnologías. Por ejemplo, no hay consenso sobre a qué edad debe tener un niño su primer móvil. Sin embargo, según explica Palacios a El Correo de Andalucía, todo radica en el uso que se haga: "La tecnología es muy peligrosa, pero en pleno siglo XXI no podemos obviarla. Hay que educar y corregir las malas prácticas".

"Siempre he pensado que es beneficiosa si se hace bien, aunque hay que mejorar bastante", continúa este profesor nacido en Estepa. Se especializó en las competencias digitales del profesorado desde su etapa universitaria -gracias a la ayuda de sus tutores Julio Cabero y Julio Barroso y el apoyo de la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA), resalta- lo que le ha llevado a ser doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad de Sevilla. Además, trabaja en la facultad como profesor, en el Departamento de Didáctica y Organización Educativa y es miembro del Grupo de Investigación Didáctica: Análisis Tecnológico y Cualitativo.

Palacios ha estado cuatro años, desde 2018 a 2022, radiografiando las capacidades de los profesores para enseñar a sus alumnos con herramientas digitales. Ha analizado a 79.000 docentes no universitarios y 1.659 docentes universitarios. Con la colaboración de la Consejería de Educación, a todos ellos se les pasó un instrumento de diagnóstico, una especie de cuestionario con informes personalizados, cedido por el Centro Común de Investigación (JRC) dependiente de la Unión Europea y con sede en Sevilla. "El objetivo de la tesis es mejorar las competencias digitales docentes, sus destrezas y habilidades, para integrar la tecnología digital en el aula", explica.

El nivel de los profesores andaluces, entre un B1 y B2

Tras analizar cómo estamos en Andalucía, Palacios asegura que los más de 80.000 profesores analizados tendrían un nivel digital entre un B1 o B2, igual que se evalúa el nivel de idiomas, en base a seis áreas de mejora. Habría desde un nivel A1 hasta los mayores, con mucha experiencia o muy innovadores. En algunas áreas sí se ha obtenido un A2 o B1, destacando las facultades de Ciencias Sociales, Educación o Ingeniería con un nivel superior. Estos resultados han sido comparados con compañeros de Latinoamérica y Portugal y "casi siempre son los mismos resultados".

"Tenemos mucho que mejorar en Andalucía, pero vamos por buen camino", valora Antonio Palacios. “Hay dos áreas donde se debe mejorar, en el empoderamiento del alumnado y su atención personalizada, y además en el desarrollo de la competencia digital del alumnado", apunta. "Está bien que el docente sea competente, pero para qué, para que las desarrolle también el alumnado. Los docentes innovan y aprenden pero a veces cuesta que llegue al alumnado. Yo les digo a mis alumnos que apuesten por ello. No es el futuro, es el presente", continúa este profesor sevillano.

A raíz de este análisis se han propuesto medidas que se han puesto en práctica. Por ejemplo, cursos en línea en los que "los profesores iban desarrollando tareas y conforme las aprendían las podían aplicar y poner en práctica en las aulas". "Estamos satisfechos con los resultados", celebra Antonio Palacios. Para él, no es una cuestión de edad ni de un "boom de pizarras digitales", sino de saber integrar la tecnología al dar clase.

Cómo aplicar pódcast, Twitter o la IA en las aulas

Existe mucho debate a nivel nacional sobre si hay que preservar lo analógico en edades tempranas, pero Palacios apuesta por educar con tecnología de forma constructiva y usar herramientas adaptadas a cada edad. "Una pantalla puede servir para enseñar. Por ejemplo, para ver con Google Maps cómo está Ucrania a vista de satélite", reflexiona. "Se cambia el formato pero no el fondo de la actividad. Las actividades de siempre se pueden replicar en otros formatos más innovadores".

En los colegios, cuenta este docente, se pueden aplicar programas de radios o un croma. O en vez de una redacción al uso, se puede proponer un hilo en Twitter alguna vez. "Hay formatos de entrega como vídeos o pódcast que nosotros no limitamos. Se les da orientaciones y mucha libertad para presentar un trabajo escrito, locutado o en vídeo", asegura a este periódico. O adelantar el temario en vídeos cortos y luego reflexionar sobre el contenido en clase.

Aunque matiza, nunca se puede sustituir el componente crítico. "Eso nos preocupa mucho. Pueden estar los alumnos muy avanzados en redes sociales, pero para realizar una investigación no saben diferenciar una fuente fiable de la que no. Hay fuentes que dejan mucho que desear, como comentarios sensacionalistas o redes sociales. Si pedimos actividades que se hacen con Wikipedia, no hay componente crítico", analiza. En el futuro está por ver cómo se implanta la Inteligencia Artificial, que ya se está usando: "Mejorará con las gafas de realidad virtual, pero son muy caras".

Antonio Palacios vaticina que esta digitalización se acabará asentando como un requisito indispensable para ser profesor, por ejemplo en las oposiciones, como un certificado o para que dé puntos. Además, incide en que "se apueste más por la personalización y no la memorización" y "se siga invirtiendo en educación pública, como contratar personal". Las últimas tecnologías han llegado al sistema educativo para quedarse.