QUE NO TE FALTE CALLE
Desayunos, pruebas y esperas a pie de hospital: así vive la calle Bami entre vecinos y batas blancas
Es una puerta de entrada al barrio a escasos metros del Hospital Virgen del Rocío, pero también un oasis donde el comercio local prevalece y el bullicio es constante

Rocío Soler Coll
La calle que nace a los pies del Hospital de Traumatología del Virgen del Rocío tiene tantos amantes como detractores. No es tanto por el mantenimiento y el ambiente -que también- sino por una cuestión de sensaciones, recuerdos y vivencias. Los sevillanos asocian esta calle a momentos trascendentales de su vida. En las terrazas más que vecinos, hay pacientes que, junto a sus familiares, comparten un café despejarse de los fríos pasillos del hospital. Hay quienes rompen el ayuno tras unas pruebas, algunos se dan un respiro para asimilar unos malos resultados médicos y otros se piden cervezas porque han recibido buenas noticias. El dueño del Bar Scott, un clásico de la zona, dice que en sus mesas ha visto "de todo": desde crisis familiares hasta celebraciones improvisadas al dejar atrás un tratamiento. "Tenemos la oportunidad de servir a quien está pasando por un mal momento; esa es la grandeza de nuestro trabajo", asegura Miguel.

Las terrazas de la calle Bami abarrotadas de clientes. / Rocío Soler Coll
A media mañana, en las terrazas de la calle Bami no cabe un alfiler. Los camareros todavía cantan la comanda a viva voz, se mueven rápido y sonríen. En cero coma el café está en la mesa. En las terrazas se ven muchos uniformes de médicos, enfermeros, personal de ambulancia, de limpieza y pinches de cocina del hospital. Se ven muletas, sillas de ruedas, pañuelos en la cabeza, traqueotomías y vendas, muchas vendas. "Odio esta calle", sentencia una madre apoyada en una de las mesas. A su lado, su hijo tiene la cabeza cubierta con un vistoso vendaje. "Por desgracia, tengo que venir más de lo que me gustaría", se justifica.
Para opiniones, colores. Con un turbante de colores en la cabeza, María sonríe cuando se le pregunta por esta calle. "Si estoy aquí es buena señal, lo malo es cuando tardo en venir, eso significa que la revisión se me está retrasando". Un testimonio en primera persona que ilustra dos semanas de una crisis que ha obligado a una remodelación del Gobierno andaluz.
El hospital "manda"
Además de bares también hay una confitería, mercería, churrería, floristería, tiendas de ropa, chuchería, copistería y hasta un centro de estética. El que no se toma una cerveza es porque entra en las tiendas para cumplir con los recados. Gemma llega hasta la calle por una cita con su médico especialista, pero dice que "siempre aprovecha" para pasarse por la Mercería Bami. "Tiene de todo y encuentro cosas a muy buen precio que me encantan". Ya le ha echado el ojo a una barra de labios.

Vistas del Hospital Virgen del Rocío desde la calle Bami. / Rocío Soler Coll
Al otro lado del mostrador le atiende Lidia García, dueña de esta emblemática mercería desde 2013. "A nosotras en la calle nos llaman la quincalla, porque somos una tienda pequeña donde lo mismo puedes comprar lana para hacer ganchillo, como botones, ropa interior o maquillaje, tenemos de todo". Recibe clientes de "todas partes", pero la mayoría son pacientes o personas que tienen un familiar en alguna habitación del centro. Se pasan para "simplemente distraerse". Como dice Gemma, su clienta, "esto también es despejarse". Aunque pueda parecer menor o secundario, parece que esta calle se diseñó intencionadamente para que junto al hospital hubiera un rincón amable, con vida y bullicio sevillano.
La urgencia del acerado
Ana Ojeda camina por la calle en busca de una mesa en la que poder sentarse a tomar algo. "Mira, están todas las losas del suelo levantadas. Allí también. ¿Lo ves? Y enfrente es mucho peor", denuncia señalando los tramos donde el acerado está destrozado. Se fija porque es vecina de la calle desde hace más de 40 años y porque, por su rol como presidenta de la Asociación de Vecinos Bami Unido, ha desarrollado un radar para detectar los defectos más visibles. "Pasa tantísima gente que no se lleva a cabo lo que la vía necesita...", reprocha. Esta queja se extiende entre vecinos y comerciantes como la más necesaria a día de hoy. No hay quien no haya sido testigo de caídas. "Por aquí pasea gente con carritos, con muletas o simplemente personas más mayores que con un tropiezo podemos hacernos mucho daño", argumenta la representante de los vecinos.
Esta dejadez le provoca impotencia. La calle sostiene al hospital, entretiene a los pacientes y es un rincón de alegría para quienes cruzan a diario los pasillos blancos. Pero, ¿quién sostiene la calle?

Vecinas de la calle Bami compran en la Mercería Bami. / Rocío Soler Coll
La falta de mantenimiento en el acerado salta a los ojos: muchos alcorques están rotos, hay zonas sin adoquinado o losas levantadas esperando a que alguien se lleve un susto. No es un problema que solo afecta a mayores. Rocío, una joven vecina del barrio que desayuna en la mesa contigua se suma a la queja porque "el adoquinado está fatal". "Desde este verano están arreglando las calles colindantes, a ver cuándo se ponen con esta", señala.
Si se habla de acerado, los vecinos enseguida mencionan la falta de limpieza: son dos quejas que van de la mano. La presidenta de la Asociación de Vecinos defiende que aunque "Lipasam hace su trabajo", "no es suficiente": "Aquí hay muchísimo tránsito y si te fijas, la calle parece que siempre esté sucia y los contenedores a rebosar". A medida que avanza la mañana los contenedores reciben más y más cajas hasta el punto que, a falta de espacio, los comercios y vecinos se ven obligados a dejarlas en el suelo. Ana resume la razón de esta falta de amor propio: "La calle recibe a tanta gente de fuera que nadie se preocupa por mantenerla limpia. Total, no es su calle". Conocedora del relevante papel que tiene la calle en la vida de los pacientes, Ana insiste: "Que nadie se olvide de que es una calle con muchísimo movimiento y los políticos tienen que tener en cuenta que necesita de más atención".
La zona azul: ¿Abuso o solución?
Uno de los principales motivos por lo que la calle no está lo limpia que debería es por la presencia de gorrillas. Ya no son tantos como antes, pero siguen generando tensión con los vecinos, según denuncian varios al El Correo de Andalucía. Los clanes, las peleas entre ellos, los gritos, la dejadez y el "mal ambiente" condicionaban el paseo tranquilo por la calle Bami y sus alrededores. "Aquí se formaban guerras, se dividían los tramos de calles y se peleaban entre ellos por el control de los coches, era horrible", apunta el dueño de la Cafetería Scott.

Miguel Scott, dueño del Bar Scott, uno de los más antiguos de la calle Bami. / Rocío Soler Coll
Tras quejas y denuncias vecinales, el Ayuntamiento de Sevilla decidió poner la controvertida zona azul. Para quienes viven aquí fue la solución que necesitaban: "Los fines de semana no hay y vuelven los gorrillas, pero por lo menos es algo". En un primer momento, los comercios sufrieron las consecuencias de este cambio. "En las tiendas lo notamos mucho, había mucho menos paso, pero con el tiempo nos hemos acostumbrado y la gente ha vuelto", comenta la dueña de la mercería. El ambiente ha mejorado, pero los trabajadores del Virgen del Rocío reclaman que haya sido "a costa del bolsillo de los vecinos" y se mantienen en sus trece: "El precio es abusivo".
A primera vista, la calle Bami parece una vía normal, tiene locales, están llenos y hay un ajetreo normal. Pero Bami no es una calle normal. Tiene algo que otras jamás tendrán: un impacto directo en los recuerdos de la gente. Pasan los años y en la memoria de miles y miles de familias siempre será la calle para el desahogo de las largas jornadas hospitalarias, o la calle donde se celebró el nacimiento de la primera nieta o el refugio donde llorar al padre que se ha ido. Es una calle como otras pero además aquí se conmemora a diario la vida y la muerte.
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