Arqueología
Las estatuas de la Isla de Pascua realmente "caminaban"
Un nuevo estudio que utilizó modelos 3D y experimentos de campo descubre cómo los pobladores de Rapa Nui movieron estatuas gigantescas

Una investigación confirma experimentalmente que los antiguos habitantes de Rapa Nui "caminaban" sobre las icónicas estatuas moai. / Carl Lipo.
Redacción T21
La narrativa del colapso ecológico de la Isla de Pascua, con bosques talados para mover estatuas gigantes mediante rodillos de madera, es falsa: una investigación que combina arqueología, modelado 3D y experimentos físicos, demuestra que los antiguos rapanui desarrollaron un sistema de transporte vertical que permitía a los moái caminar hacia su destino.
El enigma de cómo se movieron las estatuas moái de Rapa Nui ha cautivado la imaginación de exploradores y científicos durante siglos. La imagen de estas gigantescas figuras de piedra, algunas de hasta 74 toneladas, trasladadas a través de kilómetros de terreno accidentado, ha dado lugar a numerosas teorías, desde el uso de enormes trineos de madera hasta la intervención de fuerzas sobrenaturales. Sin embargo, una nueva hipótesis propone que los moái no fueron arrastrados, sino que caminaron.
Esta idea, que coincide con las antiguas tradiciones orales del pueblo rapanui —cuyos cantos relatan cómo un antepasado "hizo caminar a las estatuas"—, ha sido validada por más de una década de investigación arqueológica y experimental: una nueva investigación ha confirmado que las estatuas caminaban sin necesidad de recurrir a grandes medios.
El análisis sistemático de casi un millar de moái, con especial atención a los 62 que quedaron abandonados en los antiguos caminos, ha revelado que estas estatuas fueron diseñadas deliberadamente para ser transportadas en posición vertical, mediante un ingenioso movimiento de equilibrio que les permitía avanzar paso a paso.
Máquinas de caminar
La clave de este descubrimiento radica en la distinción entre los moái que se encuentran en los caminos y los que finalmente fueron erigidos en las plataformas ceremoniales, o ahu. Los moái "de camino" poseen características únicas que los convierten en máquinas de caminar.
Su base es ancha y en forma de D, y su cuerpo presenta una marcada inclinación hacia adelante, de entre 6 y 15 grados. Esta morfología, lejos de ser un defecto, es una obra de sofisticada ingeniería: el centro de masa se desplaza hacia el frente, creando una inestabilidad controlada. Así, al ser balanceada de lado a lado con cuerdas, la estatua no solo se mecía, sino que caía hacia adelante en cada oscilación, transformando el movimiento pendular en un paso firme y eficiente. Una vez que el moái llegaba a su destino, los artesanos tallaban su base para aplanarla, eliminando la inclinación y permitiendo que se mantuviera estable y erguido para la eternidad.
Ancestros vivientes
Otra prueba de que estas estatuas estaban "en tránsito" es la ausencia de cuencas oculares. Para la cultura rapanui, los ojos (mata) eran el elemento que infundía el poder espiritual (mana) en la estatua, transformándola de simple piedra en un "ancestro viviente". Este era el último y más sagrado paso del proceso, realizado únicamente cuando el moái ya estaba instalado en su ahu. Ninguna de las 62 estatuas de camino tiene ojos, lo que confirma que su viaje nunca concluyó.
La evidencia no solo está tallada en la piedra, sino también en el paisaje. Los antiguos caminos de los moái, que se extienden por más de 25 kilómetros desde la cantera de Rano Raraku, no eran simples senderos. Se trata de una infraestructura cuidadosamente diseñada, de unos 4,5 metros de ancho y con un perfil cóncavo.
Esta forma en "U" se ajustaba a la base curva de los moái, sirviendo como un riel natural que guiaba el equilibrio y evitaba que las estatuas se desviaran. Estos caminos, además, superaban pendientes de hasta 20 grados, un desafío casi insalvable para cualquier método de transporte horizontal, pero perfectamente navegable para un gigante "caminante".
Los propios "fracasos" de los antiguos ingenieros rapanui son una de las fuentes de información más valiosas. Los moái abandonados a lo largo de estos caminos no están distribuidos al azar. La mayoría se concentra cerca de la cantera, un patrón coherente con un proceso de aprendizaje y selección: las estatuas con defectos estructurales o los equipos de transporte inexpertos fallaban al principio del viaje.
Además, la forma en que cayó es reveladora: en las pendientes descendentes, la mayoría yace boca abajo, mientras que en las subidas, es más común encontrarlas boca arriba. Este patrón es exactamente el que cabría esperar de una estatua que camina hacia adelante y pierde el equilibrio.
El experimento reconstruyó como las estatuas podían caminar sin grandes recursos. Binghamton University.
Arqueología experimental
La validación definitiva de esta hipótesis llegó a través de la arqueología experimental. Utilizando modelos 3D de un moái de camino real, se fabricó una réplica exacta de 4,35 toneladas. En un experimento que dio la vuelta al mundo, un equipo de solo 18 personas, utilizando tres cuerdas, logró que la réplica "caminara" 100 metros en tan solo 40 minutos. El movimiento era sorprendentemente eficiente y no requería una fuerza bruta, sino coordinación y ritmo, similar a los cantos de trabajo que han pervivido en la memoria cultural de la isla. Este experimento demostró que no se necesitaban ejércitos de trabajadores ni la tala masiva de árboles para fabricar rodillos, como sugería la popular narrativa del "ecocidio".
De hecho, los cálculos basados en la física del movimiento y la ergonomía humana sugieren que la mayoría de los moái pudieron ser transportados por grupos de entre 20 y 50 personas, compatibles con la social de clanes familiares de la antigua Rapa Nui. Transportar una estatua de 20 toneladas a lo largo de 10 kilómetros requeriría entre 15 y 22 días de trabajo, una hazaña notable pero completamente factible para estas comunidades.
Referencia
The walking moai hypothesis: Archaeological evidence, experimental validation, and response to critics. Carl P. Lipo & Terry L. Hunt. Journal of Archaeological Science, Volume 183, November 2025, 106383. DOI:https://doi.org/10.1016/j.jas.2025.106383
¿Mito o realidad?
A pesar de la abrumadora evidencia, la hipótesis del moái caminante ha enfrentado la resistencia de algunos académicos, quienes la han calificado de "imposible" o "un truco". Sin embargo, estas críticas a menudo ignoran el conjunto de pruebas y no ofrecen alternativas que expliquen coherentemente la morfología de las estatuas, la ingeniería de los caminos o los patrones de abandono. Argumentos como la supuesta falta de madera para cuerdas se desmoronan ante la evidencia de que el arbusto de hauhau (Triumfetta semitriloba), ideal para fabricar cordajes resistentes, era abundante y se regeneraba con facilidad.
La historia del moái caminante es, en última instancia, una reivindicación del ingenio del pueblo rapanui. Lejos de ser una sociedad que se autodestruyó por una obsesión irracional, los antiguos habitantes de la isla demostraron un profundo conocimiento de la física y la ingeniería, desarrollando una solución elegante y sostenible para un desafío monumental.
Al escuchar sus propias historias y observar con nuevos ojos la evidencia que dejaron atrás, la ciencia moderna ha podido confirmar lo que la tradición rapanui siempre supo: que sus ancestros, con sabiduría y trabajo en equipo, hicieron caminar a los gigantes de piedra.
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