Los jóvenes acumulan cada vez menos patrimonio y eso afecta a su capacidad de acceder a una vivienda. Solo el 32% de los hogares con un cabeza de familia menor de 35 años tiene una casa en propiedad, mientras que hace diez años el porcentaje subía al 69%. En cambio, entre los mayores de 55 años son un 80% quienes tienen una casa en propiedad. La brecha generacional es clara. Trabajos más precarios y unos precios de la vivienda desorbitados alejan a los jóvenes de poder abandonar la casa de sus padres.