Tribuna

Emancipación bloqueada, juventud que no cesa

Entrega de las llaves de una vivienda

Entrega de las llaves de una vivienda

Antonio Echaves García

Antonio Echaves García

Bienaventurados los jóvenes autónomos e independientes.

Con esta frase pareciera que quiero hablar de las bienaventuranzas y del Reino de los cielos, pero nada más alejado de mi intención, al contrario, hablaré en las líneas que siguen de lo terrenal y de lo mundano. Lo de bienaventurados me sirve para referirme a las acepciones de este adjetivo: afortunado, contento o satisfecho.

Si nos centramos en las condiciones materiales, y ahora veremos cuales, la realidad nos muestra que no muchos jóvenes en nuestro país son verdaderamente autónomos e independientes, o que lo son pero a edades excesivamente tardías, lo que acaba dilatando en el tiempo la juventud y postergando la etapa adulta, generándose así frustración e insatisfacción. Efectivamente, ni bienaventurados ni afortunados, sino todo lo contrario, y no por falta de ganas o actitud. Esto último es muy importante, pues debemos alejarnos de aquellas visiones que muestran a nuestros jóvenes como individuos sin iniciativa, anodinos y cómodos; no es problema de actitud (falta de), sino más bien de contexto y de cómo éste frustra, al retrasarlos, los proyectos vitales.

Desde las ciencias sociales, particularmente desde la sociología, definimos los grupos sociales en base a aquello que comparten o tienen en común los individuos que los conforman; características e hitos que delinean condiciones que, además, pueden generar procesos de desigualdad social.

Al referirnos a jóvenes estamos hablando de un grupo social según la edad y, año arriba año abajo en su delimitación, lo verdaderamente importante es atender a hechos sociales clave y fundamentales que no solo definen a los grupos etarios, sino que además nos hablan de la transición entre etapas, y en la que aquí nos ocupa, del paso de la juventud a la adultez. Sin duda uno de los hitos fundamentales del paso de la juventud a la edad adulta es la emancipación residencial, proceso mediado por una serie de comportamientos residenciales, pues tiene que ver no solo con el momento en el que se abandona (de manera definitiva o no) el hogar familiar/de origen y se forma uno propio en una vivienda independiente, sino además, y una vez fundado el nuevo hogar, está relacionado con las características de los hogares y viviendas de los jóvenes y las condiciones de acceso a las mismas. Veamos algunos datos al respecto para España y para Andalucía.

Según el último dato de Eurostat, año 2022, la edad media a la emancipación en España se sitúa en los 30,3 años, mientras que en el conjunto de la Unión Europea (de los 27) es de 26,4 años, habiéndose demostrado en la literatura científica que el retraso de la emancipación en nuestro país hay que encontrarla en la precariedad laboral, en el mercado de la vivienda y en la falta de políticas públicas en esta materia.

El retraso en la edad de emancipación conlleva, como es lógico, tasas de emancipación más bajas. Así, según el último informe del Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud en España (primer semestre de 2023), tan solo el 16,3% de los jóvenes de 16 a 29 años en nuestro país reside en una vivienda independiente frente al 32% de los países de la Unión Europea. A medida que la edad de los jóvenes aumenta, la tasa de emancipación residencial también lo hace, de tal forma que el 71,3% de los jóvenes de 30 a 34 años en España se encuentran emancipados residencialmente, o lo que es lo mismo y verdaderamente preocupa, el 28,7% de los jóvenes a estas edades no lo están.

Una vez emancipados el régimen de tenencia escogido por la mayoría de los jóvenes es el alquiler: en 2023 el 47,7 % de los jóvenes de 16 a 29 residían en viviendas bajo esta forma de apropiación de la vivienda, frente al 11% de jóvenes de esa misma edad que vive en una vivienda en propiedad totalmente pagada o el 21,4% que reside en propiedad con hipoteca pendiente.

Entiéndase que lo de escogido es un eufemismo, pues muchos jóvenes no pueden acceder a la compra ya que la financiación es escasa y las condiciones para la concesión de la hipoteca se endurecen. En un contexto de instabilidad laboral, precaridad y devaluación salarial, el alquiler representa pues la única alternativa habitacional posible para muchos de nuestros jóvenes. Pero es un régimen de tenencia que presenta muchos problemas, especialmente en lo que a los precios se refiere, lo que acaba generando esfuerzos de acceso difícilmente asumibles.

Siguiendo los datos del Observatorio de emancipación, el precio medio de una vivienda en alquiler en España se situaba en el primer semestre de 2023 en 944 euros, lo que supone para un joven asalariado de 16 a 29 años el 93,9% de sus ingresos dedicados al pago de la renta mensual; hay que recordar que el máximo tolerable recomendado por los expertos se sitúa en el 30-35% de los ingresos. Así pues, ante estos precios y costes de acceso, el joven o no se emancipa, pues no existe independencia económica, o si lo hace no le queda más remedio que acceder al alquiler en piso compartido, es la única manera de que el coste de acceso se reduzca. La realidad vuelve a ser dura y los datos tozudos, pues para este mismo año del total de jóvenes de 16 a 29 años que residían en alquiler, el 37,9 % compartían vivienda, aumentando hasta el 62,6% para los jóvenes de 16 a 24 años y situándose en un nada despreciable 18,1% para los jóvenes de 30 a 34 años. Para todos estos jóvenes, ni independencia, ni la tan ansiada autonomía, ni por supuesto intimidad.

En 2023, Andalucía ha sido la comunidad autónoma con la peor tasa de emancipación de sus jóvenes, sólo por detrás de Cantabria mientras Cataluña fue el territorio donde más y antes se abandona el hogar familiar

Vayamos ahora a Andalucía. ¿Cuál es el estado de la emancipación residencial de los jóvenes andaluces? ¿Se salvan de la quema? Desafortunadamente no, además, es de las comunidades autónomas que muestran peores datos. A mediados de 2023, tan solo el 12,9 % de la población joven andaluza (16 a 29 años) estaba emancipada, lo que conlleva que Andalucía fuera la segunda comunidad autónoma con una peor tasa de emancipación residencial. Al contrario de lo que ocurrió en el conjunto del país, la proporción de andaluces jóvenes emancipadas se redujo en 1,6 puntos con respecto al primer semestre de 2022 y llegó a su peor porcentaje desde, al menos, 2006, según datos del Observatorio del Consejo de la Juventud en España. La que mejor tasa de emancipación presenta es Cataluña; la que peor, Cantabria.

La razón ha de buscarse en el contexto y condiciones laborales: una tasa de paro de los jóvenes andaluces del 30,6%, la más alta de España en 2023. Además, el salario de las personas jóvenes andaluzas también era el segundo más bajo de las comunidades españolas. Al final nos encontramos con costes de acceso al alquiler inasumibles y fuera de toda lógica, pues el joven de 16 a 29 años que está emancipado o quiere emanciparse debe dedicar más del 115% de sus ingresos al pago de la renta mensual. ¿Nos encontramos así con falta de actitud por parte de nuestros jóvenes? La respuesta evidente es no. Más bien nos encontramos con factores contextuales que están actuando como freno a la emancipación residencial y que condicionan dicho proceso cuando se produce.

Una mayor presencia de alquiler protegido o a precio reducido puede facilitar e impulsar la independencia y autonomía residencial de nuestros jóvenes.

No cabe duda que los jóvenes españoles, los jóvenes andaluces, encuentran serias dificultades para desarrollar sus proyectos vitales y transitar a la vida adulta. En un reciente estudio, Echaves, A. & Echaves, C. (2022) Acercamiento Cualitativo a la Emancipación Residencial en Periodos de Crisis, la emancipación residencial es percibida en numerosas ocasiones como un deseo que muchas veces no se ve satisfecho. Hay pues un claro desajuste entre el deseo y la realidad. Salvo raras excepciones, los jóvenes participantes en dicho estudio, al menos los que no están todavía emancipados o que sí los están pero a determinadas edades, llevarían trayectorias de emancipación residencial diferentes a las que realmente quieren.

Sea como fuere, estamos ante una emancipación bloqueada, un modelo de dependencia familiar impuesto y no tanto escogido, ni por los padres, ni por los hijos. Las recetas no son sencillas, ahora bien, los estudios científicos han demostrado que una mayor presencia de alquiler protegido o a precio reducido puede facilitar e impulsar la independencia y autonomía residencial de nuestros jóvenes.