«Ni en Cataluña ni en Andalucía se ha hecho nada desde la última sequía»

El catedrático y director del Laboratorio del Climatología de la Universidad de Alicante considera que en ambas regiones han hecho una mala planificación del agua

Jorge Olcina, director del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante. / Pilar Cortés.

Jorge Olcina, director del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante. / Pilar Cortés. / J. A. Martínez

J. A. Martínez

Catedrático de Análisis Geográfico de la Universidad de Alicante y director del Laboratorio de Climatología, Jorge Olcina, es uno de los máximos expertos en los efectos del cambio climático. Para Olcina, la situación de sequía es algo a lo que vamos a tener que acostumbrarnos y adaptarnos al hecho de que el agua es un bien escaso del que hay que hacer una gestión eficaz. En Barcelona, donde ya se aplican restricciones, y en Andalucía, donde previsiblemente se acabarán aplicando, Olcina asegura que se ha aumentado el gasto de agua estos años, sin plantear aumentos de recursos que no dependan de la lluvia.

¿Por qué hay una España con los pantanos llenos y otra que los tiene vacíos?

Es lo supone el efecto de la orografía y de la propia posición geográfica sobre el mapa de España, de unos y otros territorios respecto a los patrones principales de la circulación atmosférica. El norte es lluvioso porque es el más expuesto a las borrascas atlánticas. A partir de ahí y hacia el sur y el este las lluvias van siendo menores, salvo en zonas de montaña. Y siempre con matices regionales o comarcales, en función de cual sea la circulación de vientos en superficie, la disposición de las montañas.

¿Esta sequía es una situación que se pueda revertir?

Sí, por supuesto. Aunque tenemos que acostumbrarnos a que estas secuencias secas van a ser cada vez más frecuentes. Uno de los aspectos que estamos estudiando en el Laboratorio de Climatología en estos momentos es la duración de las sequías y su intensidad. La tendencia es que vamos a tener más secuencias, pero más cortas y más intensas, que pondrán en jaque el sistema de abastecimiento agrario de agua y en aquellas zonas no preparadas, también el urbano.

¿Habría que hacer más embalses en España?

Habrá que gestionar mejor los que tenemos. Y mantenerlos porque en 50 años debido a la acumulación de sedimentos en su interior hemos perdido un 15% de su capacidad inicial de almacenamiento. Y eso son muchos hectómetros cúbicos. Y sobre todo habrá que gestionar mejor el agua y buscar fuentes alternativas. No se trata de construir más, sino de gestionar mejor y de adelantarnos a las condiciones climáticas que vamos a tener.

¿Cómo valora que en algunos territorios se esté teniendo que tirar agua de los embalses, mientras en otros no haya agua?

El agua no se tira. El agua va a los ríos que son su lecho natural. Y sirven para mantener sus ecosistemas. Ese discurso de que el agua se tira es propio de la ignorancia geográfica. Sabemos que hay territorios en España con falta de lluvias y de recursos de agua superficiales. Y otros en los que las lluvias son regulares, abundantes y tienen mucha agua. Si lo que se quiere insinuar es si tendríamos que trasvasar agua desde donde hay recursos a donde no los hay, la respuesta en el contexto actual de cambio climático y en la coyuntura política de nuestro país es que no va a ser posible, ni viable. Cuanto más tardemos en abandonar los esquemas de planificación de agua en España basados tradicionalmente en políticas de oferta continuadas, al coste que sea, más problemas tendremos de adaptarnos al cambio climático y sus efectos en las precipitaciones, que ya se están notando.

¿Qué consecuencias puede tener la falta de nieve que hemos tenido este invierno?

Para las zonas que tienen actividades económicas relacionadas con la nieve un desastre económico. Pero no es un fenómeno nuevo, de este año. Llevamos dos décadas notando como los inviernos son más templados y como las precipitaciones de nieve en la montaña son menores. Lo que no quita que podamos tener fenómenos como Gloria o Filomena que fueron gotas frías de invierno y generen mucha nieve en apenas uno o dos días. Eso es un síntoma del cambio en la circulación atmosférica que se señalaba anteriormente. Pero si tomamos una serie de veinte o treinta años y analizamos los días con nieve y las cantidades acumuladas, comprobaremos que claramente son regresivas. En algunas Comunidades Autónomas se está recomendando a las estaciones de esquí que comiencen su reconversión a estaciones de montaña, donde la nieve deje de ser lo principal de su negocio.

¿Llegaremos a ver más restricciones de agua en otros territorios como en Barcelona?

Seguramente sí. Especialmente en Andalucía. Las restricciones siempre comienzan por el campo y si la sequía es muy aguda, como ésta en Cataluña y Andalucía, llega a la ciudad, allá donde no hay planes alternativos de abastecimiento que no dependan de la lluvia exclusivamente. En la Comunidad Valenciana podríamos alcanzar ese estadio si el próximo otoño fuera tan seco como éste. Y las restricciones urbanas ocurrirían en municipios de interior donde no hay posibilidad de conectarse a una desaladora.

¿Qué otras medidas deberían aplicarse?

Las medidas que se toman en momentos de sequía son siempre parches, esto es, actuaciones de emergencia para solucionar lo antes posible el abastecimiento en las ciudades. La sequía se soluciona en los años de bonanza de lluvias, cuando es posible reflexionar con calma sobre lo ocurrido y tomas las medidas necesarias, con tiempo. Pero en España no estamos nada acostumbrados a planificar a medio y largo plazo. Por eso, nos pilla siempre la fase de agobio de la sequía sin haber hecho los deberes. Miremos lo que está pasando en Cataluña o Andalucía en estos momentos. ¿Qué se ha hecho en estos territorios desde la última sequía intensa padecida en estas regiones? La respuesta la tenemos ahora, ¿verdad? Al contrario, se ha aumentado el gasto de agua y no se ha planteado ningún aumento de recursos que no dependan de la lluvia. Y ahí están los efectos.

¿Qué tiene peores efectos contra el medio ambiente, los trasvases o la desalación de agua?

Las dos son políticas de oferta de agua. Desde el punto de vista ambiental, tan malo es uno como otro. Pero a partir de ahí hay que valorar cuál de las dos tiene mayor impacto territorial y ambiental. Y a partir de aquí entra la política que ensucia todo en materia de agua. La derecha partidaria de trasvases, con excepciones; la izquierda partidaria de desalación, también con excepciones. Y nadie se sienta a reflexionar con seriedad sobre las necesidades reales de los territorios. Y las posibilidades existentes, más allá de trasvases y desaladoras. Reducir el debate a esta cuestión es seguir en los parámetros de planificación hídrica del siglo pasado, cuando los efectos del cambio climático no eran tan patentes como ahora.

P.: ¿Considera que se adoptan las medidas suficientes de ahorro de agua en España?

R.: En algunos territorios sí, en otros claramente no. No se puede crecer indefinidamente ni en extensión de regadíos ni en transformación urbanística. Porque ello tiene efectos que finalmente pagamos todos. En el campo faltan contadores para saber lo que realmente se gasta en el riego de cultivos. Y en la ciudad, en algunas de forma alarmante, se pierde mucha agua en la distribución urbana del agua. Esto último debería estar castigado jurídicamente. No es permisible que una ciudad pierda un 30 o un 40% del agua potable en pérdidas en la red de agua potable. Que miren los ejemplos de Alicante o Benidorm, dos de las ciudades más eficientes en la gestión del agua potable del mundo.

¿Qué deberían hacer los agricultores?

Adaptarse al cambio climático. Comenzar a reflexionar sobre sus posibilidades de presente y futuro a la vista de los cambios que ya registra la atmósfera. Adaptar sus calendarios de producción, adaptar los cultivos. Y confiar en la investigación agronómica que se lleva a cabo en España que es de las mejores del mundo. Y dejar planteamientos monolíticos en materia hídrica que van a ir en su contra. No se puede rechazar de plano las aguas depuradas o desaladas. Ese va a ser, quieran o no, uno de sus recursos principales en el área mediterránea a corto y medio plazo. Los trasvases van a ir a menos, independientemente de la política, por causa climática. En nuestro caso porque cada vez hay menos recursos en la cabecera del Tajo y del Júcar, porque llueve menos. Y, por tanto, las aportaciones van a ir a menos. Ante esto, podemos quedarnos con los brazos cruzados, hacer rogativas o encastillarnos en posturas que no llevan a nada práctico. O podemos ir planteando un modelo alternativo para el riego agrícola que sea menos dependiente de la lluvia. De ellos depende. La ciencia puede ayudarles, si ellos quieren. Si no, notarán efectos cada vez más perjudiciales en su actividad.