Terror nocturno en Pino Montano

Hoy quiero hablarles de lo que se denominan “terrores nocturnos” o “parálisis del sueños” o, tal vez, la realidad vivida por un testigo y que se atrevió a narrármela para mi perplejidad.

Terror nocturno en Pino Montano

Terror nocturno en Pino Montano / José Manuel García Bautista

José Manuel García Bautista

Mi testigo me decía: “Buenas tardes, mi nombre es XXX, y soy vecino de Pino Montano. Le conozco por los artículos que escribe en prensa y de alguna visita que he hecho con usted por Sevilla. Me gustaría contarle un caso que me sucedió hace años, al que no le he encontrado respuesta y sigue teniendo consecuencias en mí a día de hoy.

Lo recuerdo perfectamente, como uno de esos sucesos que ocurren en tu vida y no se olvidan, esos momentos que marcan. Tenía 5 años, junio en Sevilla, noche de calor preparatoria del verano que aquí se gasta. Mi madre me llevó a la cama a eso de las once de la noche, que al día siguiente había colegio y, aunque un poco tarde, ya sabemos que el día se estira por esas fechas. Por supuesto, ventana y persianas hasta arriba, que corra el aire. Yo tenía mis miedos nocturnos, monstruos que al final no aparecían, cómo cualquier niño de esa edad. Esa noche no conseguía dormir, me limitaba a dar vueltas en la cama algo agobiado.

Ya tarde, con mis padres en su cama y el sueño cogido, note algo raro. La luz que entraba normalmente de la calle se reflejaba justo a los pies de la cama, dibujaba la forma de la ventana con sus rejas típicas de seguridad. Me extrañó ver ahí ese reflejo, pues todas las noches anteriores se reflejaba en otro punto de la habitación donde aún sigue reflejándose, ya que las farolas están situadas en la misma posición.

Ya de mayor y pensando en lo que ocurrió, pude corroborar que es imposible que el reflejo se diera a los pies de la cama a no ser que hubiera una luz justo frente a la ventana.

Ese reflejo, además, tenía algo raro, un tono azulado que no sabría describir pero que no era la luz normal que entraba esas noches. Miré a la ventana y nada raro, los pinos de fuera, el bloque de enfrente y nada de grillos, que por entonces se escuchaban en todas las noches del verano sevillano.

Volví a mirar a la pared, a ese reflejo de la ventana y ahí estaba, aún puedo verla y eso no se olvida. La sombra de una mano, de dedos cortitos y redondeados en su punta, sin «uñas» ni nada por el estilo, moviéndose lentamente como saludando, saliendo del perfil del reflejo de la ventana. Cómo si fuera estuviera esa mano saludándome y jugando con la sombra. Con muchísimo trabajo y un miedo terrible volví la vista a la ventana, ahí no había nada. Seguían los mismos pinos y el mismo bloque de enfrente. Miro de nuevo a la pared y ahí está, la mano de dedos redonditos sigue saludándome. Hasta tres veces giré la cabeza, ventana a reflejo y reflejo a ventana con el mismo resultado, nada fuera y la sombra de la mano en la pared, moviéndose. Me armé de valor para salir del cuarto, pasando por la puerta que da al pasillo, que está justo a la izquierda de esa sombra que me estaba jugando una mala noche. Aún no sé cómo me atreví a pasar por ahí, tan cerca de «eso». Desperté a mis padres con la excusa de que tenía sed y quería agua, no podía decir nada más. Mi madre me dejó de nuevo en la cama, pero esta vez le pedí que cerrara la ventana y la persiana, que me daban miedo los grillos.

Desde entonces, y más de treinta años después, sigo durmiendo con ventana y persianas cerradas, incapaz de dormir si se queda algo abierto. Muchas veces lo he intentado ya que los veranos sabemos cómo son, pero con el mismo resultado de una noche sin pegar ojo pendiente de ese reflejo.

He leído sobre casos de «duermevela», donde el cerebro duerme y sueña pero tu cuerpo no... Aquello no era eso, esa noche no pegué ojo, no tenía sueño. No sé si la imaginación de un niño puede crear algo así. No sé qué quería esa mano, por qué el cambio del reflejo y la luz... Muchas vueltas le he dado todos estos años.

Es más, me atrevo a contárselo ahora ya que hasta hace un par de años o tres ese secreto ha sido mío, seguía achacando a los pobres grillos ese miedo nocturno. He decidido hacerlo público porque quizá más gente ha visto lo que yo, no sé si existen más casos similares, qué significa o por qué.

Le agradezco la lectura de mi caso como le agradezco la labor que hace en esta tierra nuestra de los casos de misterio que tenemos, historia y antropología de nuestra ciudad.

Un gran saludo de un lector y seguidor. Estoy a su disposición”.

Los terrores nocturnos

Los terrores nocturnos son un trastorno del sueño que se caracteriza por episodios de miedo intenso, agitación y confusión que ocurren durante el sueño profundo. Las personas que sufren de terrores nocturnos suelen despertarse gritando o llorando, y pueden presentar signos de agitación, como golpearse, patalear o intentar escapar.

Los terrores nocturnos suelen ocurrir en la primera mitad de la noche, durante la fase NREM 3 del sueño. En esta fase, el cerebro está muy activo, pero el cuerpo está paralizado. Esto significa que la persona no puede moverse ni hablar, pero puede experimentar emociones intensas.

Los terrores nocturnos son más comunes en los niños, especialmente entre los 4 y los 12 años. En la mayoría de los casos, los terrores nocturnos desaparecen por sí solos a medida que el niño crece.

Los síntomas de los terrores nocturnos pueden variar de una persona a otra. Algunos de los síntomas más comunes incluyen:

· Despertarse repentinamente con gritos o llantos

· Agitación física, como golpearse, patalear o intentar escapar

· Sudoración

· Respiración rápida

· Pupilas dilatadas

· Confusión

Los terrores nocturnos pueden ser muy aterradores para la persona que los sufre, así como para sus familiares. Sin embargo, es importante recordar que los terrores nocturnos no son peligrosos. Las personas que sufren de terrores nocturnos no se lastiman a sí mismas ni a los demás.

Las causas de los terrores nocturnos no se conocen con exactitud. Sin embargo, se cree que pueden estar relacionados con factores genéticos, así como con el estrés, la ansiedad o la falta de sueño.

No existe un tratamiento específico para los terrores nocturnos. Sin embargo, hay algunas cosas que se pueden hacer para reducir el riesgo de que ocurran, como:

· Asegurar un sueño adecuado

· Evitar el estrés y la ansiedad

· Realizar ejercicio con regularidad

· Mantener una dieta sana

Si los terrores nocturnos son graves o frecuentes, es importante consultar a un médico.

La vivencia del testigo, por las acciones que hizo, el levantarse, llamar a los padres, no parece que se ajusten a un sueño ni a la tipología de “

parálisis del sueño”, ahora lo que queda resolver es el misterio de lo que vivió aquella noche hace ya más de 30 años.

*Si has vivido una experiencia paranormal similar no dudes en ponerte en contacto con nosotros en: correo@garciabautista.net