Opinión | La azotea

Sevilla, andando sobre sus pies

Tres nazarenos de la cofradía de San Bernardo desfilan por las calles de Sevilla

Tres nazarenos de la cofradía de San Bernardo desfilan por las calles de Sevilla / Chema Moya

Sevilla escribe su Semana Santa en renglones de adoquines. Intramuros, buscaremos otra madrugada de escalofrío, tras el andar marcial de una Roma sevillana de coraza, enagüeta y rodelas a las que el viento que mueve las veintiuna plumas de su capitán les conduce, allí donde está la Esperanza. Serán unas calles ayer apenas transitadas, las que hoy reciban a la Cruz de Guía que luminosa, entre la algarabía, asomará tras el paso que marca el banderín de la banda de cornetas y tambores entre la sombra y luz de la Judería sevillana y las aguas del Guadalquivir sean cruzadas por las sandalias, las túnicas blancas y los pasos de los que mezclarán en un perfume menta y canela, como cantase Lole.

Los pies que nos guiaron, recorrerán las plazas de abastos buscando el mejor bacalao, los garbanzos, el pan para las torrijas, la miel de flores y el hilo para coser los botones y serán sus manos ajadas las que nos devolverán las costumbres. Su Semana Santa de piernas cansadas pertenece ya a la butaca del salón y la mesa de camilla con el paño de crochet, atrás quedaron los caramelos, las botellas de agua y los bocadillos de esa otra estación de penitencia junto al nazareno de San Benito que nada más llegar a la calle Santiago ya se quería salir de la fila, o el que lo hacía llegando al Tiro de Línea con el cirio gastado tras doce horas de recorrido.

Aquellos pies cansados supieron recoger el testigo de la tradición y el terciopelo del capirote a la perfección, dejando a la vista el escudo y la ilusión en la cara del nazareno, y nos pusieron en primera fila con zapatos nuevos y calcetines de hilo a esperar pacientemente a que llegase la Hiniesta por la Alameda, ten cuidado con la bulla no te vayas a perder o llevamos toda la tarde aquí para que usted, ahora, se ponga delante. Nos contaron, para hacernos llevadera la espera, que la Virgen de Consolación llevaba barcas en sus candelabros de cola y que por la estrechez de Placentines los días de lluvia, la Giralda se asoma dentro de un charco y el paso de la Virgen de Loreto no cabe el Viernes Santo, sobre una alfombra de negras alpargatas de esparto.

La fila de nazarenos que avanza por anchas avenidas, combinará alquitrán y terciopelo, delimitada por barreras de sillitas que pasarán revista a los zapatos negros, calcetines blancos o penitentes descalzos, los pies del capataz se detendrán ante el paso, solemnes, y los costaleros en respetuoso silencio, esperarán a que el patrón ordene que el Señor del Gran Poder ande como solo sabe andar el Señor del Gran Poder. Los tres golpes mandarán y lentamente, volverán los jarrones de plata con claveles rojos al cielo de amanecida y los viejos adoquines macarenos a florecer en la calle Parras ante las hebillas de plata de los cirios verdes, que se girarán para ver como se mecen las bambalinas al son de los recuerdos.

Al suelo carretero se aferrarán las garras de un canasto de caoba y cardos y por extramuros, la marea ondulante del andar de los músicos dejará en los tendederos los sones de Abel Moreno con la ropa al aire del incienso y al compás de Hermanos Costaleros. Serán los pies del aguaó los que cumplirán la misericordia de dar de beber al sediento, la cola cansada de la madrugá esperará su turno ante el puesto de calentitos y los de la quinta de la alta aguardarán el próximo relevo en los sindicatos, ante la sevillana elegancia de la mantilla, los zapatos de tacón negro y las medias de seda. Pies que irán, que vendrán, que andarán de espalda al resto para no perderse lo que no olvidarán y pies que inundarán la oscuridad de la Plaza del Salvador cuando la Amargura enfile Cuna dejando los sones toreros de Macarena de Cebrián prendidos en el regazo de Martínez Montañés, se irá otro Domingo de Ramos entre pisadas de cera y papeles de caramelos, y será el atronador silencio de la noche el que anuncie que otra vez, será Lunes Santo en los suelos y en los cielos sevillanos.