Opinión | Mollete de calamares

El fin de la sanidad pública

El exviceconsejero de Salud, Miguel Ángel Guzmán, en una imagen de archivo

El exviceconsejero de Salud, Miguel Ángel Guzmán, en una imagen de archivo / Salas (EFE)

Es incompatible ser gerente del SAS y ser nombrado después alto cargo de Asisa. Eso ha determinado la Junta de Andalucía. Sin embargo, es compatible no tener escrúpulos y cumplir la ley. Porque la Junta de Andalucía también nos dice que dentro de tres meses ya podrá el señor exviceconsejero fichar por la sanidad privada sin saltarse la ley. Tres meses que marcan la frontera entre lo legal y lo ilegal. Pero que dudo que sirvan para que este señor se tope con su dignidad.

Para la Junta de Andalucía no es importante que Miguel Ángel Guzmán haya sido el número 2 de la Consejería de Salud hasta hace tres meses. No es importante que durante el último año y medio haya sido viceconsejero de Salud. Y que durante ese período que la investigación ignora, Miguel Ángel Guzmán acreditó a dos hospitales de Asisa como hospitales universitarios. Uno de ellos hace solo tres meses. Pero eso a la Junta de Andalucía le da igual. En julio ya estará limpio y podrá fichar por la privada. Porque solo importa que cuando fue gerente del SAS adjudicó a dedo 44 millones de euros a la empresa que lo va a contratar. Y como en julio se cumplen los dos años preceptivos, caso resuelto.

La gestión de Guzmán no solo aumentó las arcas de los grandes grupos de la sanidad privada en 243 millones de euros. También infló las listas de espera hasta cotas insoportables. Pero sobre todo, Guzmán ha cumplido su labor como peón para seguir construyendo un modelo sanitario que se nos impone silenciosa e imparablemente. En siete años, el número de andaluces que tienen un seguro médico privado ha pasado del 16 al 22%, según datos de la patronal de seguros. Uno de cada cuatro andaluces tiene seguro privado. La estrategia funciona. La salud es lo primero y nadie quiere depender exclusivamente de un servicio público que se desmorona inexorable e intencionadamente.

¿Recuerdan el orgullo por nuestro sistema público de salud? ¿Cuándo decíamos que nuestra sanidad pública era la joya de la corona? Pues nos han mangado la joya en nuestra cara y no hay voluntad de nadie por pillar a los ladrones. Y en esto tampoco soy optimista. Porque no solo ocurre en nuestra tierra. Hay un plan que se extiende como una mancha de aceite y que valida que el consejero de Salud de Cantabria dijera hace cinco meses sobre la listas de espera que “solo hay dos formas de gestionar: o te pones a la cola o copago”. Hacia eso vamos. Hacia el fin de la sanidad pública.

Todo apunta que con las calores del verano llegará la compatibilidad de Guzmán. Cuando den las doce de la noche del 28 de julio se borrará la culpa y nada de lo hecho importará. Cuando eso ocurra, los medios hablaremos de la falta de médicos que cubran las vacaciones de verano, de centros de salud que se cierran por el estío y de listas de espera que siguen creciendo. Como los clientes de los seguros privados. Como los ladrones de joyas.