Opinión

Manuel Bohórquez

Adiós a Rubiales

Imagen de archivo del hasta el domingo presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales. EFE/JJ Guillén

Imagen de archivo del hasta el domingo presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales. EFE/JJ Guillén / Manuel Bohórquez

Por fin ha dimitido Luis Rubiales, el del piquito a una futbolista que acabará sacando tajada política si Yolanda Díaz e Irene Montero siguieran en el poder. Por cierto, lo de que Rubiales ya no sea el presidente de la Federación Española de Fútbol está muy bien. Pero la Montero sigue de ministra de Igualdad a pesar de que su ley estrella echó a la calle a un saco de delincuentes sexuales, más de un millar. Seguro que ninguno entraría en prisión por un besito entre colegas. Que esta mujer continúe siendo ministra es tan vergonzoso como todo lo de Rubiales. Pero es que, además, su gestión ha sido un desastre en todos los sentidos, por mucha propaganda positiva que haya pagado el Ministerio. Miren los datos de mujeres asesinadas el pasado año y el actual. Sólo los de julio de este año. Y no sólo eso, sino cómo desde que llegó esta ministra podemita ha empeorado bastante el asunto de la igualdad en nuestro país provocando casi una guerra entre el hombre y la mujer.

Es muy probable que si Sánchez siguiera en la Moncloa, que en eso anda -vendiendo España para seguir en el Falcon-, siga también Irene Montero al frente de un ministerio desastroso, y ahí están los datos. Si se hubieran dado con una ministra de la derecha habrían ardido ya las calles de España. Pero hemos echado a Rubiales y lo están vendiendo como un triunfo del feminismo, el mismo feminismo que no dijo nada cuando se supo que el de Motril organizó una fiesta en Salobreña con un puñado de prostitutas. Lo de Rubiales ha sido una cacería del feminismo y los medios afines, y no será la última, porque les ha salido bien. Ya hay una mujer al frente de la Selección Española de Fútbol Femenino y ahora el objetivo será tomar el poder total en la Federación Española. No es que esto sea malo, pero las revoluciones necesitan tiempo y al feminismo patrio le han entrado unas prisas enormes por tomar el poder. Cueste lo que cueste.