Opinión

Ezequiel García

Andalucía, en alerta

Manifestación por el 4D en Sevilla. / José Luis Villar

Manifestación por el 4D en Sevilla. / José Luis Villar / Ezequiel García

Tengo en mis brazos a mi pequeña Olivia, de nueve meses, mientras escribo esta columna. Y la miro, a la vez, con ternura y con preocupación porque no sé con qué Andalucía se va a encontrar en unos años. Tengo miedo de que sólo halle en ella un lugar de vacaciones y no el sitio en el que echar raíces y prosperar sin carné político. Quizás mi columna no tenga la misma relevancia que las canciones de Carlos Cano en aquellos años 70, cuando reivindicaba el Estatuto de Autonomía para nuestra tierra. Puede que nosotros, como prensa, no seamos tan determinantes como en los albores de la democracia, con el cura Javierre al frente de esta centenaria cabecera. Pero toca pedir tierra y libertad.

Corría el final del siglo XIX cuando un tradicionalista y carlista vasco, Sabino Arana, se obsesionó leyendo libros torticeros y partidistas sobre los orígenes de unas falsas Vascongadas libres e independientes, intentando por todos los medios justificarse. Aquella pertinaz obsesión le llevó, al calor del nacionalismo que bullía en media Europa, a luchar con txapela y txalaparta, por una independencia total de lo que más tarde se llamó artificialmente Euskadi. Que a nadie se le olvide que llegó a calificar de chusma, por las deplorables condiciones en las que vivían, conviviendo con enfermedades, suciedad y miseria en aquella Bilbao gris pero llena de fábricas y jornales, a los centenares de emigrantes andaluces que trabajaban a destajo de sol a sol. Una miseria que era menos severa que la que padecían en nuestra tierra. Maldito atraso.

Leyendo un poco, se ve que aquel Sabino Arana rezumaba racismo y xenofobia por los poros de su piel. Éramos los maketos que, un siglo después, nos convertiríamos en txakurras. Aquello fue el germen del PNV, un partido que se conchaveó con Franco durante la Guerra Civil, no apoyó la Constitución pero, en un magnífico juego de estrategia, formó parte activa de todos y cada uno de los gobiernos democráticos junto a la UCD, al PP o al PSOE. En 1977, en esa modélica Transición, junto a Cataluña y Galicia, los nacionalistas pedían “Libertad, Amnistía y Estatuto de Autonomía”, obviando la voluntad de los andaluces, que abarrotaron las calles. Pero ahí estaba el andalucismo de Rojas-Marcos, de Arredonda, de Pacheco, o de Diego de los Santos. Un andalucismo que no era ni xenófobo, ni racista. Buscaba la igualdad entre las regiones de España. Pero, sobre todo, que Andalucía estuviera en la agenda política nacional.

Y Andalucía le habló de tú a tú a esas regiones que querían una España a dos velocidades. El 4 de diciembre de 1977 dijimos NO a esa discriminación. Y lo conseguimos. Conseguimos un Estatuto de Autonomía y fuimos reconocidos como nacionalidad histórica. Por sí para España y la Humanidad. Aquellos analfabetos, catetos, graciosillos y bufones. Desde entonces, nos echaron la cruz. Aquello escoció mucho a nacionalistas catalanes y vascos. Y así, nunca jamás, Andalucía fue nombrada como nacionalidad histórica. Para ellos, la triada era siempre la misma: Cataluña, País Vasco y Galicia.

Ahora, en plenas negociaciones para ver quién puñetas gobierna este país ingobernable, el lendakari actual, Íñigo Urkullu (PNV), lanza de nuevo el dardo al centro del corazón andaluz. En su comunicado pidiendo un Estado Plurinacional y varias docenas de peticiones propias del “dame pan y dime tonto”, la cuarta nacionalidad histórica española, que es Andalucía, queda fuera. Molestamos, porque siempre nos colamos en la fiesta de los poderosos para pedir para nuestra tierra lo mismo que para el resto de España. Nuestro andalucismo no es excluyente, pero queremos tener las mismas infraestructuras y servicios que Cataluña o Pais Vasco. Qué puñetas.

No tenemos un Partido Andalucista en las instituciones, pero el andalucismo está en todas y cada una de las tertulias de nuestra tierra, desde Ayamonte a Pulpí, cansados de que los mismos de siempre pidan más y más para los mismos de siempre. No hay un PNV o una Coalición Canaria a la andaluza. Tuvimos al PSA y al PA, pero no nos fue suficiente. Y los dejamos morir. Pero su inmensa población se siente -nos sentimos- andalucistas, bien de pensamiento, palabra, obra u omisión. Incluso el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, ha hecho suya dicha herencia institucionalizando el día en el que el pueblo pidió autonomía.

Tenemos que ir preparando el 4 de diciembre con la única bandera que nos une a los ocho millones y medio de andaluces: la blanca y verde de Blas Infante. Tocadecirle al que vaya a ser el presidente del gobierno que Andalucía no puede, de nuevo, quedarse fuera de la mesa, como el perro en las cenas de gala del club más selecto o el niño en una reunión de adultos. Como bien decía en su columna del domingo en ABC el bueno de Félix Machuca, “esperamos a Moreno para que su neoandalucismo pase de las musas a la calle”. ¿Se imaginan que no escuchara las directrices de Madrid? Del pueblo andaluz, para el pueblo andaluz. El 4D se acerca. Gentes de luz que al pueblo almas de hombres y mujeres les dimos. Por Olivia. Por los vuestros.