Opinión

Nirek Sabal

Ser histérica fue un chollo en tiempos pasados: ‘Pepe quiero un vibrador’

Ser histérica fue un chollo en tiempos pasados: ‘Pepe quiero un vibrador’

Ser histérica fue un chollo en tiempos pasados: ‘Pepe quiero un vibrador’ / Nirek Sabal

Desconozco la razón por la que una buena amiga me ha propuesto hacer una reunión en casa (en la mía, no en la suya) para que presenten a los asistentes un nuevo vibrador (conocido con el alias ‘Extreme Consolator ‘The Beast’). Me quiere llenar la casa de mujeres que desean conocer el último grito en objetos y productos que tienen que ver con la sexualidad. O algo así. El caso es que como soy indio de la India y tengo aprendido que la hospitalidad es obligada y la amabilidad con los visitantes ha de ser exquisita, he dicho a mi amiga que vale, que esta tarde puede venir con sus amigas y que puede avisar a la vendedora de vibradores y cremas estimulantes para que venga a la hora en punto.

Por supuesto, me estoy preparando un poco la reunión. No quiero hacer el ridículo. Y me he encontrado con información sobre el origen del vibrador que quiero compartir con todos ustedes.

No hace mucho (siglo XIX) las mujeres que presentaban síntomas de ansiedad, depresión o cambios repentinos y fulminantes de humor eran enviadas a consulta con el médico (los maridos siempre han mandado mucho y han hecho con sus esposas lo que les ha dado la gana amparados por la ley, la moral o la ética de la época; una pena). Los médicos diagnosticaban, directamente, una dolencia que llamaron ‘histeria’. ¿Qué remedio manejaban los doctores de la época? Pues lograr que la paciente llegase al ‘paroxismo histérico’. Para ello, aplicaban un tratamiento sencillo y muy eficaz: un masaje pélvico que hacía llegar a ese paroxismo a la mujer (al paroxismo histérico se le conoce hoy como orgasmo).

Pues bien, las mujeres de la época comenzaron a acudir a las consultas; muy, muy, histéricas; para recibir ese masaje pélvico. Y los médicos terminaban hechos unos zorros al final de la jornada. Las manos les dolían, sentían calambres y la carga de trabajo les superaba.

Con este panorama, Joseph Mortimer Grandville, allá por 1890) inventó un vibrador eléctrico que facilitaría a los médicos su labor y lograban rebajar la histeria de las mujeres a todo rebajar. El aparato era de uso médico.

Pero las mujeres, que no podían ir al médico cada dos por tres, comenzaron a comprar vibradores para tener uno o dos en la mesilla por si les daba un ataque y eso. Los médicos comenzaron a facturar mucho menos y el control de lo que se llamaba histeria llegó a niveles óptimos.

La aparición del artefacto en películas pornográficas universalizó y democratizó el vibrador que pasó de ser un objeto terapéutico a un signo del pecado.

Se lo pienso contar a todas. El saber no ocupa lugar.

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