Semana Santa

El Señor de la minería

Antiguos mineros del carbón portan con su indumentaria característica al Cristo de la Expiración en Peñarroya. Procesiona el Jueves Santo 

El Cristo de la Expiración y la Virgen de los Dolores, durante la procesión del Jueves Santo.

El Cristo de la Expiración y la Virgen de los Dolores, durante la procesión del Jueves Santo. / Pedro I. Calzado Canale

Bernardo Ruiz

Bernardo Ruiz

Cultivaron su fe a decenas de metros de profundidad. En las entrañas de las tierras de la comarca del Valle del Guadiato y a oscuras. Con la única luz que nacía de sus cascos de seguridad y que se reflejaba centelleante en sus monos de faena, los clásicos overoles. Con el cansancio serigrafiado en el rostro y la devoción grabada a fuego en el alma. En la pintoresca Peñarroya-Pueblonuevo, emblema de la minería del carbón durante décadas de bonanza económica, la Semana Santa es sinónimo de tajo, hollín y uniformes azules.

En el núcleo de Peñarroya se rinde culto a una contemporánea talla del Cristo de la Expiración, ejecutado en serie en los Talleres Cristianos de Olot y que aterrizó en el Valle del Guadiato durante la Posguerra. La cofradía, que venera a Nuestro Padre Jesús Nazareno, al Cristo de la Expiración, al Santo Sepulcro y a la dulce imagen de la Virgen de los Dolores, fue fundada en la década de los años 30, aunque los avatares de la historia y la progresiva despoblación propiciaron su declive hasta su definitiva refundación en los 80.

La relación de la minería con la corporación nace a finales de los 80. Concretamente en 1987. Un año después del resurgimiento de la hermandad, los mineros del carbón, que eran habituales en los pozos de extracción de Peñarroya, se ofrecen para portar al Cristo de la Expiración, que hasta entonces procesionaba en un sencillo carro a ruedas. Es el Jueves Santo de 1987 cuando, apenas un rato después de abandonar la faena a decenas de metros de profundidad, cargan al Crucificado por las calles peñarriblenses. Aquella estampa se grabó a fuego en la retina de quienes asistieron en primera persona a un hito histórico en la Semana Santa de Andalucía.

Detalle del Cristo de la Expiración.

Detalle del Cristo de la Expiración. / Pedro I. Calzado Canale

El mito del Cristo

Es entonces cuando brota el mito del Cristo de los mineros, una advocación que pervive aún hoy y que aparece vinculada a la historia del Pozo María, uno de los mayores centros de producción carbonífera de la comarca junto a la mina a cielo abierto de San Antonio de la vecina Belmez. “Mi padre, que tiene 90 años, y mi cuñado fueron quienes refundaron la cofradía en los difíciles años 80”, presume Vicente Mohedano, actual capataz del Señor y minero prejubilado. “Hasta entonces era la parroquia la encargada de organizar la procesión y gracias a su trabajo ganó muchísima fuerza”, ensalza con un tono de voz embargado por el cariño y la nostalgia de aquellos años de juventud.

“En mi familia la hermandad es clave. Mi hermana también fue hermana mayor y yo fui costalero durante 20 años y ahora como capataz llevo otros 20”, matiza en una conversación con El Correo de Andalucía. La vinculación de la minería, a día de hoy cerrada a cal y canto en el paisaje de la comarca desde principios del siglo XXI, con el Señor pervive pese a que se haya apagado el sonido que nacía del fondo de la tierra. “Yo fui minero desde los 18 años y en la mina el Señor tiene una gran importancia”, insiste antes de aclarar que la clausura definitiva de los pozos de extracción no ha significado la pérdida del carisma de la cofradía: “Siguen siendo mineros o hijos de mineros los que portan el paso. Al final es una forma de entender el espíritu de convivencia diaria de la hermandad”. Cuestión de identidad.

Durante el pintoresco desfile del Jueves Santo, el trono es cargado por un grupo de mineros jubilados o hijos de antiguos trabajadores de los pozos. “Es una tradición que se ha heredado de padres a hijos desde siempre”, expone con claridad Mohedano, un hombre que repetirá el próximo Jueves Santo a los mandos del caminar del crucificado de la mirada expirante. “El ambiente es muy especial porque todos saben dónde y cómo nació su devoción por el Cristo”, ensalza.

Los costaleros lucen la peculiar indumentaria de minero.

Los costaleros lucen la peculiar indumentaria de minero. / Pedro I. Calzado Canale

Con overol, botas altas y casco

Desde 1987, el primer año en el que portaron el trono del Señor nada más abandonar la mina tras la extenuante jornada laboral en el tajo, los costaleros han lucido la indumentaria habitual del sector: mono azul, casco de seguridad con la lámpara de luz y las botas altas durante la procesión. “Aún hoy, aunque ya la minería esté cerrada, toda la vestimenta que lucen es totalmente real”, explica Miguel Hidalgo, hermano mayor de la cofradía.

Tras el declive laboral en la zona, la mayoría de los trabajadores del sector emigraron a Asturias o Puertollano, dos de los principales centros de producción carbonífera del país. “Pero durante años siguieron viniendo a procesionar junto al Señor el Jueves Santo”, ensalza Hidalgo. Hoy, más de dos décadas después de aquella masiva migración de mano de obra, los hijos de los antiguos mineros portan al Cristo en una inequívoca señal de identidad emocional.

“A día de hoy hay gente que pertenece a otros oficios que lleva al Cristo, pero todos tienen algún tipo de vinculación con la minería”, asegura el hermano mayor de una corporación radicada en la Iglesia del Salvador y San Luis Beltrán de Peñarroya, el lugar en el que creció tras su primitivo aterrizaje en el templo erigido y consagrado en honor a la patrona, la Virgen del Rosario.

Isabel Barragán, junto al Cristo de la Expiración.

Isabel Barragán, junto al Cristo de la Expiración. / El Correo

Hija de mineros

En los varales del trono del Cristo de la Expiración conviven hombres desde la refundación de la hermandad y una mujer desde la primavera del año 2002. Responde al nombre de Isabel Barragán y se unió a la cuadrilla del overol azul por devoción al Señor y por los vínculos de su familia con la minería. “La cuadrilla era íntegra de hombres y hubo que pedir permiso al párroco, que nos lo dio después de que se formara un importante revuelo”, asegura con una sonrisa cómplice durante la conversación telefónica con El Correo.

Su abuelo materno y uno de sus tíos eran mineros en Peñarroya, mientras que su padre entregó su vida a la obtención de plomo y estaño en otro foco de extracción de la comarca. “En mi familia, la mina ha sido siempre muy importante”, asegura alguien que en 2024 cumplirá 22 años como costalera del Señor de la Expiración. “Hubo un año en el que coincidimos en el paso tres mujeres porque dos salieron para sustituir a sus maridos, que no podían, pero no repitieron más y desde entonces siempre he sido la única mujer de la cuadrilla”, presume en una combinación de orgullo y resignación.

Vicente Mohedano, capataz, posa junto al Cristo de la Expiración

Vicente Mohedano, capataz, posa junto al Cristo de la Expiración / El Correo

Ahora, dos décadas después de su estreno como portadora del Señor, habla con la certeza que concede la experiencia. “Me encantaría que alguna chica más se uniera. Yo muy devota del Cristo y es una experiencia verdaderamente preciosa”, añade con naturalidad antes de un nuevo Jueves Santo en Peñarroya. Con mono azul, botas altas y casco de seguridad con lámpara. Como en la mina, allí donde su abuelo forjó una identidad que en el corazón del Valle del Guadiato es cuestión de sangre heredada. De abuelos a nietos y de padres a hijos. Mineros y devotos del Señor de la Expiración.