«Cuando todo es oscuridad y parece que el mal vence al bien, surgen testimonios de santidad»

Entrevista a Andrés Martínez Esteban, autor de ‘Historia de la Iglesia Antigua y Medieval’

Antonio Puente Mayor

Andrés Martínez Esteban es sacerdote de la Diócesis de Madrid desde 1997. Hizo sus estudios en Madrid y Roma, donde se doctoró en Teología e Historia de la Iglesia respectivamente. Actualmente es profesor de la Universidad Eclesiástica San Dámaso y director del Archivo Histórico Diocesano. Asimismo es colaborador en el semanario católico de información Alfa & Omega, editado por la Fundación San Agustín. Entre sus publicaciones sobresalen ‘El Seminario de Madrid. A propósito de un centenario’, ‘La familia’ y ‘Diario de José de Nazaret’. Su último libro es ‘Historia de la Iglesia Antigua y Medieval’.

En la introducción de tu nuevo trabajo afirmas que «El cristianismo nace en el seno del judaísmo y surge en un contexto social, político y religioso concreto, como un movimiento que es al mismo tiempo novedoso, pero en continuidad con la historia del pueblo de Israel». ¿Cuándo y cómo se funda la Iglesia?

La Iglesia la funda Jesucristo, pero no tenemos un acta fundacional ni un documento notarial. Tampoco tenemos en los Evangelios palabras explícitas de Jesús de Nazaret que muestren su deseo de que hubiera una Iglesia tal y como hoy la conocemos. Sin embargo, sí tenemos palabras y hechos de Jesús que nos dan a entender que él sí quiso que hubiera una Iglesia que continuara su misma misión en el mundo. Estos hechos y palabras constitutivos de la Iglesia son la predicación del Reino, la llamada de los Doce, la elección de Pedro, la institución de la eucaristía, el envío de los apóstoles, la continuidad de los Doce con la elección de Matías y Pentecostés. Evidentemente todo esto conlleva una lectura teológica del Nuevo Testamento y no una mera interpretación histórica que no explicaría suficientemente el fenómeno que surge y se desarrolla con la persona de Jesús de Nazaret.

A lo largo de las páginas del Nuevo Testamento encontramos mencionadas a algunas mujeres. ¿Cuál fue su papel en el cristianismo primitivo?

Lo primero que me gustaría decir es que el cristianismo siempre fue contracultural. Tanto Jesús como los apóstoles no tuvieron miedo de hacer o decir algo que fuera políticamente incorrecto e incómodo tanto para las autoridades judías como para los romanos. Dicho esto, también hay que añadir que el primer testigo de la Resurrección fue una mujer. En aquella época, las mujeres no eran consideradas testigos fidedignos en un juicio. Por tanto, si el relato de la Resurrección de Cristo hubiese sido una invención de los apóstoles nunca hubieran dicho que fue una mujer quien lo vio vivo. Además, en el cristianismo primitivo las mujeres fueron las primeras evangelizadoras, y sabemos que era en casa de mujeres concretas donde se reunían los primeros cristianos a orar y posiblemente para celebrar la eucaristía. Están las llamadas viudas que se encargaban de atender a los pobres, enfermos. Y las diaconisas que ayudaban a los presbíteros y obispos en la catequesis y el bautismo de las mujeres, ya que se consideraba imprudente que un hombre catequista se quedara solo con una mujer para la preparación del bautismo, y era indecoroso que el obispo ungiera el cuerpo desnudo de la mujer cuando salía de la piscina bautismal recién bautizada.

Una de las figuras que abordas en tu estudio es San Esteban, considerado el primer mártir de la Iglesia. Llama la atención que Saulo de Tarso, el futuro San Pablo, aprobara su muerte...

En realidad no sorprende. Primero porque Pablo no era cristiano, algo evidente, ¿verdad? Saulo de Tarso era un fariseo, como él mismo se describe, y aunque fuera de lengua griega como Esteban, los judíos percibían a los discípulos de ese tal Jesús, que había muerto en una cruz y por tanto repudiado por los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo, como personas peligrosas para el judaísmo. Por tanto, acabar con Esteban, a quien debieron considerar un personaje relativamente importante, era una prioridad para evitar disidencias dentro de Israel.

¿Qué razones movió a los romanos a perseguir el cristianismo y no hacer lo mismo con otras religiones?

Creo que es importante destacar que las persecuciones comenzaron cuando el cristianismo ya se distinguía del judaísmo y, sobre todo, cuando entran en él romanos provenientes del paganismo. En Roma, la religión tenía un papel importante. Había dioses personales, dioses familiares, dioses urbanos y los dioses del Imperio. Por tanto, la pluralidad de dioses estaba aceptada y era algo común. Lo que no era común y se percibió como una agresión fue que los cristianos hablaran de exclusividad y universalidad. El cristianismo es la religión que afirma que solo hay un Dios verdadero al que hay que adorar y todos los demás son falsos. Y además tiene la pretensión de que ese Dios verdadero es el suyo. En segundo lugar, el cristianismo no nació vinculado a una tierra, una nación o a la sangre, a la familia carnal, sino que nació con vocación universal. Entonces se generó la idea de que, si Roma abandonaba a sus dioses por otro, que además era extranjero, los dioses romanos se enfadarían y castigarían a Roma. Por tanto, había que acabar con esos cristianos que pretendían tener un Dios exclusivo y universal. Esto explica que los cristianos fueran perseguidos y se les acusara de ateísmo, odio al género humano y ser una religión nueva.

Uno de los textos cristianos más antiguos es la ‘Doctrina de los Doce Apóstoles’, fechada en torno al año 70. Háblanos de este importante documento.

La ‘Doctrina de los Doce Apóstoles’ o también conocida como ‘Didaché’, es uno de los textos que no pertenecen al Nuevo Testamento más antiguos que se conocen. En su sencillez nos habla del modo en que se preparaban para recibir el bautismo. Habla del ayuno y de la oración. Y lo más significativo son los relatos de la celebración de la eucaristía, porque, en este texto, se mezcla la tradición judía y la celebración cristiana de la cena del Señor. Muestra cómo, en esa primera época, los mismos cristianos no tenían claro si estaban celebrando una eucaristía o una comida judía. Hubo que esperar casi un siglo hasta que se estableciera un modo de celebrar la eucaristía más parecido al que tenemos en nuestros días.

La historia del cristianismo no habría sido la misma sin la irrupción de Constantino. ¿Qué llevó a este emperador a abandonar los cultos paganos y abrazar la fe de Cristo?

La pregunta no es sencilla ni la respuesta breve, pero lo voy a intentar. Hay fundamentalmente dos respuestas. Una afirma que antes de la batalla del puente Milvio contra Magencio, Constantino tuvo una visión en la que Cristo le mostraba el crismón que mandó grabar en los escudos de sus soldados. Constantino venció y aprobó el edicto de Milán por el que se declaraba el cristianismo religión lícita. Esto dio lugar al Imperio Romano Cristiano. Otra interpretación, que en mi opinión se ajusta más a la realidad, es que Constantino vivió un proceso que le llevó del monoteísmo que ya había aceptado bajo la protección del Sol Invictus a la aceptación progresiva del cristianismo y del Dios cristiano. A esto habría ayudado la presencia de cristianos influyentes en su corte, caso de Lactancio, Osio de Cordoba, o Eusebio de Cesarea. Además, no podemos olvidar que el monoteísmo explicaba muy bien el Imperio monárquico que pretendía Constantino cuando vence a Licinio y se adueña de todo el Imperio.

¿Quién fue Arrio y qué supuso para la historia de la Iglesia?

Arrio fue un presbítero que estaba en Alejandría. Es la época en la que empiezan a desarrollarse distintas escuelas teológicas que pretenden explicar el misterio de Cristo. Quieren responder a la pregunta sobre la persona de Jesucristo y su relación con Dios. Qué significa confesarlo como Hijo y si identificarlo como Dios suponía caer en el politeísmo. Arrio quiso explicar esto negando la divinidad de Jesucristo y defendiendo que era un hombre especial al que Dios había constituido con un poder divino. La enseñanza de Arrio dio lugar a la primera y más profunda división en la Iglesia. La divinidad de Cristo fue defendida y aprobada como dogma de la Iglesia en el Concilio de Nicea, año 325, pero lo que era un problema teológico y doctrinal, se convirtió en una cuestión política que dividió a la Iglesia y al Imperio durante muchos años. Es más, los sucesores de Constantino intervinieron de tal manera en el conflicto que el Imperio aceptó en su gran mayoría la fe arriana en contra de la fe de la Iglesia aprobada en el concilio de Nicea. Hubo papas y obispos que sufrieron persecución por defender la fe nicena. Y los debates sobre la divinidad de Cristo, como escriben las crónicas de la época, era tema de conversación en los mercados.

En la Navidad del año 800, Carlomagno fue coronado emperador por el papa León III. ¿Cuál fue su mayor aportación?

No sabría decir si hubo alguna aportación concreta. Creo que se pueden destacar dos cuestiones, una positiva y otra negativa. Lo más positivo del Imperio Carolingio fue la evangelización de Centroeuropa. Todavía había muchos pueblos que no conocían el Evangelio. El hecho de que Carlomagno hiciera suyas las misiones de la Iglesia favoreció que estas tuvieran los medios necesarios para llevarlas adelante. El punto negativo que es consecuencia directa de la coronación de Carlomagno como emperador es que dio comienzo la decadencia de la Iglesia dominada a partir de ese momento por el afán de poder de los señores feudales que pretendían controlar el papado.

Pese a las luchas entre el Papado y el Imperio, el ocaso de la Edad Media alumbró santos que resultarían clave para la reforma de la Iglesia. Desde San Bernardo de Claraval a San Francisco de Asís...

Esto es algo muy significativo y que se da a lo largo de la historia del cristianismo hasta nuestros días. En los momentos en que parece que la Iglesia está en su peor momento; cuando la impresión es que la barca de Pedro hace aguas y se va a hundir; cuando todo es oscuridad y parece que el mal vence al bien, surgen testimonios de santidad que ponen de manifiesto que es el Espíritu Santo quien guía a la Iglesia y se cumplen las palabras del Señor: «Estaré con vosotros...».