Joaquín, el invisible sevillano que dejó de serlo

Una ola de solidaridad ha conseguido sacar de las calles de Mairena del Aljarafe a este hombre de 70 años, que ahora vive en la residencia de la Hermandad de La Caridad

Joaquín en la habitación de la residencia.

Joaquín en la habitación de la residencia. / Fermín Cabanillas

Fermín Cabanillas

La residencia de ancianos del Hospital de la Caridad de Sevilla pertenece a una institución con más de quinientos años de historia. Las instalaciones están situadas junto a Giralda y el Archivo de Indias, con ochenta dormitorios individuales junto a una iglesia con obras de Murillo, Valdés Leal o Roldán,

Cuenta con dos grandes salas o patios del histórico edificio, en los que hay dos fuentes con esculturas de mármol italiano del siglo XVII, azulejos europeos de la misma época y arcos de las atarazanas construidas por Alfonso X El Sabio en 1252.

Para entrar en la residencia y ser acogido hay tres requisitos: tener más de 65 años, ser pobre y estar solo. La mayoría de los «acogidos» están en riesgo de exclusión social, «vienen de la calle» y no tienen otra forma de vida ni otras formas de subsistir, y llegan a la residencia tras peticiones de los servicios sociales municipales o de la Junta de Andalucía, por las Hermanas de la Caridad o cuando algún conocido les informa.

Este último caso es el de Joaquín, el sintecho que vagaba por las calles de Mairena del Aljarafe, y que ahora, gracias a esta institución centenaria, tiene un techo sobre su cabeza, una cama donde dormir, tres comidas al día y toda la atención que merece una persona para estar dignamente en este mundo.

Un hombre que ha recorrido medio mundo

Recordemos el asunto desde el principio. Joaquín es un motero y marinero que ha recorrido todo el mundo sobre el agua o sobre dos ruedas, y que a sus 70 años se veía durmiendo en la calle en Mairena del Aljarafe este verano. Su historia, en realidad, es la misma que la de muchas personas a las que la vida trata con dureza tras haber tenido una trayectoria vital como la de cualquiera otra, el vivo ejemplo de que nadie sabe cómo van a ser sus días de cuesta abajo en esta vida por mucho que ahora goce de ciertas comodidades.

Pero su vida cambió radicalmente hace algo más de un mes. Manuel, un empresario de Mairena vio a un hombre durmiendo en la calle a las puertas de su taller decidió darle algo de conversación. “Me di cuenta enseguida de que, sobre todo, necesitaba cariño, más que dinero”. Sí, Joaquín era un invisible. Ya no lo es, gracias a muchas manos que se han juntado para ayudarle.

De momento, había que solucionar lo inmediato, sabiendo que toda la ayuda a corto plazo no valía de nada si no se le daba una solución a meses vista como mínimo.

Como primera medida, le preparó una zona sombría de su taller, le colocó un colchón y Joaquín pudo dormir más de tres horas de siesta, prueba evidente de que llevaba demasiadas noches sin descansar. Fuera había 42 grados a la sombra.

A raíz de ese encuentro comenzaron entre ellos una serie de charlas. Joaquín fue marinero muchos años, y, como le ha pasado a mucha gente del sector primario, lo que ha ganado durante su vida no se corresponde con lo que ha cotizado, con lo que “le ha quedado una paguita” para lo justo.

Una ola de ayuda activada en cadena

Aparte de Manuel, el Mesón Serrano de su pueblo lo acogió para que tuviese una comida caliente. Una pensión de Benacazón le acogió por 30 euros la noche con comida a su disposición, y todo el que pudo echó una mano.

La clave fue que esta historia fue publicada en este periódico el pasado 25 de junio, y entre el casi medio millón de personas que la leyó estaba un hermano de la Hermandad de La Caridad, que se puso en contacto con este medio para ofrecer su residencia. Joaquín, trámites aparte, ya tenía un techo.

Manuel se puso a trabajar para agilizar todo el papeleo. Había que buscar, evidentemente, toda la documentación que certificase que Joaquín, efectivamente, tenía las necesidades básicas por cubrir, de modo que, como debe ser, la Hermandad se proteja del fraude, ya que la ayuda que presta es, como debe ser, a personas que realmente la necesitan.

Certificados médicos, de penales, del registro de la propiedad..., uno a uno fueron cayendo los documentos necesarios, hasta que, por fin, la Hermandad recibió toda la documentación y a finales de agosto se realizó el ingreso.

Una vida digna en todos los sentidos

Ahora, este motero septuagenario tiene todo lo que necesita. Está bien atendido en sus necesidades médicos, come decentemente y duerme bajo techo. La residencia, además, es en régimen abierto, de modo que puede entrar y salir cuando quiera. Eso sí, tiene que respetar escrupulosamente los horarios de comidas y de irse a dormir.

El pasado 17 de marzo publicó este mensaje en esa red social: “Hola a todos mis hermanos bikers moteros. Necesito ayuda para encontrar una habitación en Sevilla. Pago la mitad de mi pensión. Vienen malos tiempos. Urgente ayuda. Soy Joaquín, el Sevillano Moto Guzzi”.

¿Lo que le ha pasado a Joaquín este agosto pasado ha sido un milagro de Navidad en verano? Puede ser, pero lo que es seguro es que es una prueba más de que hay, en este mundo, mucha más gente buena que mala, aunque las malas hagan más ruido con sus maldades, y la buena prefiera aplicarse la frase del Evangelio de San Mateo (capítulo 6, versículo 3): “No dejes que tu mano izquierda sepa lo que hace la derecha”.