De las arenas al albero y el efecto Mariscal

El joven novillero de Mairena del Aljarafe ensanchó su horizonte en el festejo organizado a beneficio del Rocío de Triana y la Fundación Alalá que sirvió para clausurar la temporada

Foto: Toromedia

Foto: Toromedia / Álvaro R. del Moral

Álvaro R. del Moral

La plaza de la Maestranza había sido exornada con exquisito gusto por la Hermandad del Rocío de Triana. Las guirnaldas y gallardetes que envolvían columnas y colgaban de las barandillas, perfumadas con cítricos y matitas de romero, otorgaban ambiente de gala a un evento que tenía vocación solidaria. Se trataba de reforzar las obras sociales y asistenciales de la corporación trianera y la Fundación Alalá –beneficiarias del evento- a la vez que se clausuraba la temporada, este año tres días más tarde de la costumbre por petición de Morante, estrella inicial de un cartel en el que finalmente –la lesión de muñeca no ha dado tregua- fue el gran ausente.

Pero el ambiente, hay que subrayar el dato, era inigualable. Las gaitas, los tamboriles, hasta el aire y la estética de un público inusual que siempre supo estar, le daban una atmósfera diferencial a este festejo que seguía el camino abierto por la Macarena y por el que ya han transitado el Baratillo, la Esperanza de Triana y el Gran Poder. Se puso el cartel de ‘no hay billetes’. El primer objetivo estaba más que conseguido pero también hubo tiempo de rezar una salve por la paz, por las horas oscuras que aguardan a España, por los que ponían lo mejor de sí mismos persiguiendo un buen fin. Hubo Marcha Real, vivas a la Virgen del Rocío. Aún tenía que salir el toro.

Otra cosa, bien distinta, es el contenido artístico. Pero hay que destacar por encima de todo la dimensión, la calidad y la trascendencia de la labor de Mariscal Ruiz que aunque aún gravita en el escalafón de los novilleros sin picadores actuó puntualmente en este festejo que no computaría como presentación o debut con caballos. La apuesta no era fácil, enfrentándose al utrero y anunciado con matadores de toros. Pero la moneda salió cara.

Mariscal tuvo delante un novillo de Santiago Domecq que habría traído de cabeza al más pintado. Después de tomarle el aire y calibrar sus dificultades con el capote no dudó en banderillearlo, destacando en un par por los adentros. La embestida se antojaba desordenada, informal, llena de defectos pero Mariscal –que brindó a su abuelo Luis, cabeza de la saga- supo extraer su buen fondo con paciencia de alquimista. Fue una faena brillante en las formas y precisa en el fondo. El novillero de Mairena del Aljarafe supo dar las distancias, las alturas, los toques justos para hacer embestir a un toro que no tuvo más remedio que seguir el camino que le marcaban.

En su toreo –que ganará más con el toro dada su impresionante estatura- hay muchos matices, infinidad de resortes técnicos y una cabeza privilegiada para aprovechar las posibilidades de sus enemigos. Acabó toreando a placer al natural, relajándose en los muletazos a pies juntos. La espada entró al segundo viaje y lo que se antojaba de dos orejas acabó siendo una. En cualquier caso su actuación le hace saltar otro escalón y le sigue ensanchando el horizonte. La cantera del toreo sevillano está de enhorabuena.

De los matadores al rejoneador

También hay que destacar como merece el excelente momento que vive Borja Jiménez, revalidado en su actuación en este festival en el que entró, precisamente, por sustitución de Morante de la Puebla. Borja, que venía a Sevilla después de abrir la Puerta Grande de Las Ventas en la actuación más importante de su vida taurina, se fajó de verdad con la exigente embestida de un ejemplar de Domingo Hernández al que toreó espatarrado, comprometido, siempre encajado. Un larguísimo natural que siguió a un cambio de mano despertó un clamor. Tragó de verdad por el izquierdo, se explayó por redondos y acabó de darse por completo en el arrimón final. Cobró una de sus peculiares estocadas tendidas, que fue efectiva. Paseó un trofeo de peso.

A partir de ahí hay que reseñar la peculiar actuación de Alejandro Talavante que empezó toreando muy amanoletado –le debió inspirar la banda de Tejera, que tocaba Manolete- hasta acabar de rodillas, pegando luquecinas a un novillo que huía hasta de su sombra. Muchas menos opciones barajó Pablo Aguado, que tenía una implicación muy personal con este festival y su destino. Su padre, ya fallecido, fue hermano mayor del Rocío de Triana que, precisamente, organizó hace algunos años otros festivales en la plaza olvidada de Espartinas que otorgaron espíritu de grupo a una generación de toreros sevillanos. Aguado pechó con un torete de El Pilar que se echó hasta tres veces a lo largo de su lidia. Se intentó apuntillarlo en el ruedo pero acabó doblando de un espadazo. Alfonso Cadaval, con un auténtico mulo de Bohórquez, tampoco tuvo material óptimo después de brindar a sus padres.

Manzanares, primer espada a pie, se había mostrado pulcro y templado con un utrero de El Pilar que no pasó del medio gas. El festejo lo había abierto el rejoneador Fermín Bohórquez que, con Miguel Báez ‘Litri’, se había implicado personalmente en la organización del evento junto a su hermano Iván. Reaparecía puntualmente para la ocasión y se entregó con un manejable novillo de su casa que le hizo reverdecer laureles de otro tiempo. Para él se queda el regusto de la plaza llena que volvía a pisar por una buena causa. Enhorabuena. Y éste fue el último festejo de una temporada que ya está en la historia de la propia plaza. Tiempo habrá de recordarla. Una vez más estuvimos allí para contársela de pe a pa. Fue una más, también una menos. Pero fue un placer...

Ficha del festejo

Ganado: Se lidiaron, por este orden, reses de los siguientes hierros: Fermín Bohórquez, manejable; El Pilar, a medio gas; Garcigrande, rajado; Domingo Hernández, con teclas que tocar; El Pilar, inválido total; Fermín Bohórquez, muy deslucido y Santiago Domecq, complicado pero de fondo noble.

Actuantes: El rejoneador Fermín Bohórquez, oreja

José María Manzanares, oreja

Alejandro Talavante, oreja con petición de la segunda

Borja Jiménez, oreja

Pablo Aguado, silencio

Alfonso Cadaval, ovación

Mariscal Ruiz, oreja

Incidencias: Se colgó el cartel de ‘no hay billetes’ en tarde cálida pero otoñal. Al finalizar el paseíllo se rezó una salve por la Paz y el futuro de España y se interpretó la Marcha Real.