Curro Durán: dos faenas de premio

El palco escamoteó incomprensiblemente la segunda oreja que había ganado con creces el veterano novillero de Utrera gracias a su encomiable actitud y un gran toreo al natural

Álvaro R. del Moral

Lo de los criterios presidenciales empieza a rebasar algunos vasos después de una feria en la que la disparidad de criterios ha convertido el palco maestrante en una torre de Babel. Siempre hemos defendido que el poso, el eco o la trascendencia del toreo superan por la mano el peso más o menos rotundo de los trofeos. Pero eso no quita que haya que reconocer como merecen los esfuerzos realizados, máxime si se trata de un novillero que, como Curro Duran, se encuentra en un punto de no retorno después de andar instalado diez temporadas en el escalafón de los novilleros con picadores y debe afrontar otros retos en su carrera.

La tarde noche de ayer, de alguna forma, tenía que servir para despejar el futuro o parar el balón. Pero las cosas se pusieron de cara gracias a la responsabilidad del novillero de Utrera, las bondades de su lote –dentro de un encierro con muchas posibilidades- y la calidad de una mano izquierda que llenó un festejo que, con el calor recién estrenado, daba sentido a este horario tardío en la jornada laboral de los jueves. Si Curro había cortado una oreja más justa al novillo que abrió plaza, se había ganado con creces la que debió pasear del cuarto pero el palco –presidido por el señor Fernández-Figueroa- se enrocó, incumpliendo el reglamento que proclama defender, negando el trofeo que pedía toda la plaza. Pues así está el patio...

Pero hay que ir por partes para ubicar la notable labor del utrerano que se lució, mostrando retazos de personalidad, al lancear al primero. Durán venía bien amparado por un gran equipo de plata: Curro Javier le cogió el aire en la lidia y el novillero inició su faena en los medios, cambiándose el novillo por la espalda. Cuando se puso a torear formalmente acertó a atornillar las plantas, templar el engaño y afinar el trazo de los muletazos en una labor que tuvo que administrar la ecuación de nobleza y flojedad de su enemigo. Pero la cosa iba a subir de tono por la mano izquierda gracias a un puñado de muletazos tersos y templados, dibujados muy hacia dentro. La cosa había tomado color y Curro Durán remachó con una especia de bernardinas sin ayuda de la espada antes de dejar un estoconazo entero que, pese a que el bicho se amorcilló, validó la oreja.

El cuarto iba a mostrar su calidad y recorrido en el capote de Antonio Chacón, otra de las estrellas de la cuadrilla de Durán. El otro Curro –Javier- se lució con los palos y recibió el brindis de su jefe de filas. La primera fase de la faena, de puro acople, quizá exigió otras distancias pero la mano izquierda del utrerano, una vez más, iba a revelar su infalibilidad, acompasándose a la ralentizada embestida que el utrero ofrecía. Los muletazos surgieron con lentísima cadencia, perfectamente enhebrados a la medida calidad de un enemigo al que había que esperar y pulsear. Ese sabor se mantuvo en los ayudados finales y todo olía a una nueva oreja, mucho más rotunda que la anterior. Un metisaca atravesado antes de la definitiva estocada, que fue fulminante, debió asustar al presidente en defensa de no sé qué prestigio. La petición era unánime y la faena merecía el premio. Hay que hacérselo mirar.

Y si Curro Durán ya cuenta con un buen puñado de novilladas toreadas en Sevilla, sus dos compañeros de terna se presentaban en la Maestranza. Diego García, un madrileño de San Sebastián de los Reyes, se iba a estrenar con una larga cambiada en el tercio. El novillo se derrumbó a la salida de ambos puyazos pero anunciaba cositas buenas. García lo esperó en los medios, la muleta en la derecha, calibrando una bondad que amenazaba con ir a menos. La conjunción llegó al natural, cuajando una breve pero acompasada serie que remató con un gran pase de pecho. El toreo siguió fluyendo sobre ese lado pero no tuvo la misma continuidad sobre la diestra mientras el bicho empezaba a renunciar a la pelea hasta acabar desentendido por completo. Un pinchazo precedió al espadazo. La cosa quedó en aplausos. Le quedaba el quinto, brindado a Paco Ojeda que presenciaba la novillada junto a su íntimo Fermín Bohórquez. Fue un novillo tardito, algo protestón y definitivamente deslucido al que le faltó emplearse de verdad en los engaños. Con esa embestida cansina y desclasada había poco que hacer.

El novillero vallisoletano Daniel Medina se enfrentó en primer lugar con un tercero que delataba la sangre Murube en sus hechuras acarneradas. El chaval brindó al ganadero y comprobó desde el primer pase que se habían pasado de estopa en el caballo. Pero el bicho tenía cierto fondo de calidad que el pucelano sólo extrajo intermitentemente en una labor demasiado discontinua. Medina iba a cerrar la noche con un sexto de embestida tan intrascendente como desordenada, que sólo iba a propiciar una faena deslavazada e infructuosa cuando los relojes recordaban que al día siguiente había que madrugar.

Ficha del festejo

Ganado: Se lidiaron seis de novillos de Fermín Bohórquez, correctamente presentados. Noble y un punto remiso el primero; potable pero de más a menos el segundo; tuvo fondo de calidad el tercero, que acusó el castigo; nobilísimo el cuarto; sin raza ni clase el quinto; informal, soso e intrascendente el sexto.

Novilleros: Curro Durán, de corinto y oro, oreja tras aviso y vuelta al ruedo tras fuerte petición

Diego García, de blanco y oro, ovación y ovación

Daniel Medina, de teja y oro, ovación y ovación

Incidencias: La plaza registró menos de media entrada en noche calurosa. Diego García y Daniel Medina eran nuevos en esta plaza. Curro Javier, que también destacó con el capote junto a Chacón, saludó tras banderillear al cuarto.