La Madrugá

La Macarena, la familia elegida, nuestro barrio

Jesús se hizo hermano macareno con 13 años, después de la Madrugá de 2004: a la mañana siguiente entró en la Basílica y fue "como un flechazo"

La petalá en la calle Parras junto a su pandilla de amigas es "el momento más feliz del año"

Jesús en la calle Parras.

Jesús en la calle Parras. / C.R.

Patricia Godino

Patricia Godino

El cuadro de la serigrafía que Manolo Cuervo realizó para la Macarena ya tiene sitio en casa de Jesús Roldán (Sevilla, 1992). Por ahora sigue en el suelo, como muchas de las cajas y enseres que ha llevado al piso que será su hogar junto a Carlos en la sevillanísima calle Dueñas. 

En ese pisito alquilado, recibirá al cabildo del lobby ¡Dolores, guapa!, el grupo donde ha encontrado una familia que preside la Macarena. En esa familia elegida, como en la Semana Santa de Sevilla, caben todos.

Ya lo escribió Chaves Nogales en los reportajes que firmó, hace casi 90 años, para el diario Ahora: “La Semana Santa de Sevilla es una conmemoración arraigada en la entraña misma del pueblo y que sólo de la savia popular se nutre”.

Sólo así se entiende la historia de Jesús que es, en su anonimato, la de muchos otros que con acierto ha sabido retratar el documental de Jesús Pascual, que ha sacado a la luz, ya por fin, una forma genuina de vivir la Semana Santa y la devoción popular. Una mirada desclasada y veraz. Barroquísima y exuberante. Diversa, apodan algunos. Libre, opinamos los demás.

Jesús Roldán ante la serigrafía de la Macarena firmada por Manolo Cuervo.

Jesús Roldán ante la serigrafía de la Macarena firmada por Manolo Cuervo, en su nueva casa. / C.R.

"¿Pero qué show es éste?"

"Con permiso de mi madre biológica, para mí la Macarena es la madre más grande que hay en toda Sevilla", confiesa quien se hizo hermano con poco más de 13 años.

La de Jesús no es una historia de fervores heredados de padres a hijos, ni siquiera la del niño bautizado en la pila de la basílica donde hasta hace poco descansaban los restos de Queipo de Llano, tampoco la del nazareno que plancha la túnica durante horas para recorrer, impecable, las calles de Sevilla delante de una advocación universal que tiene casi 17 mil hermanos repartidos por los cinco contientes.

La suya es la del niño que se encontró frente a frente con la Esperanza y surgió el flechazo.

Situémosnos. Jueves Santo, Semana Santa de 2004. La previsión, como la de este año, era de aguacero para la noche más larga. Aquella vez sólo se atrevió a salir la Esperanza de Triana. Las radios, en un tiempo preTwitter, narraban la peor de las crónicas cofrades. Voces fatigadas de las retransmisiones de toda la semana pregonaban una pena honda. "Estaba con mis amigas y de repente una de ellas se puso a llorar, yo pregunté ¿pero qué show es éste?". Jesús tenía 12 años y una vida entera por descubrir.

"A la derecha estaba el Sentencia, pero es que yo ni lo vi, sólo la vi a ella y fue automático: me enamoré de esa señora"

Hasta entonces, su relación con el mundo de las hermandades era cero. Ninguno. Pero la curiosidad le pudo. ¿Por qué lloran los cofrades? "De vuelta a casa, le expliqué a mi madre que aunque no habían salido a la calle, los pasos se podían visitar en sus templos al día siguiente y le dije que quería ir a la Macarena", recuerda.

La cola para entrar aquella mañana fría de Viernes Santo "llegaba hasta la calle Bécquer". Pasó horas a pie quieto. La Semana Santa se construye así, entre esperas y deseos.

Aquel niño preadolescente, que empezaba a moldear la personalidad que ha explotado después, cruzó el dintel de la Basílica y la vio a ella. "A la derecha estaba el Sentencia, pero es que yo a él ni lo vi, sólo la vi a ella y fue automático: me enamoré de esa señora", subraya con la emoción brotándole de nuevo.

-"Mamá, quiero ser hermano de la Macarena". Fueron las siete palabras que pronunció.

Había un problema, un "trámite", dice ahora. Nacido en una familia sin vinculaciones religiosas ni tradición cofrade alguna, no estaba bautizado y para ser hermano es precepto cumplir con el sacramento del bautismo.

Empezaron a "mover los hilos" para formar parte oficialmente de la Iglesia en la parroquia que le pertenecía, la de la Resurección de la Carretera Carmona. "Por aquella época yo era cani y como tal recibí el bautismo en chándal, claro, porque para mí era un trámite, como el que firma un papel, pero lo de hacerme hermano macareno era un paso trascendental en mi vida y por eso me vestí con unos pantalones chinos, una camisita y un jersey, porque para mí eso era un momento importante en mi vida".

Con 13 años, Jesús recibió el bautismo, en chándal, porque era "cani" y se hizo hermano macareno "vestido con chinos y camisa". "Lo trascendental era ser macareno, lo otro un trámite", opina

Tenía 13 años. Los dos siguientes -2005 y 2006- realizó la estación de penitencia como un nazareno más de los casi cuatro mil que cada Madrugá procesionan por las calles de Sevilla. "Pero ni uno más, yo quería verla y seguirla por las calles del centro, acompañarla, disfrutarla", explica. "Para mí es tan válido esta forma de ser hermano como la del costalero, nazareno o el músico", explica convencido sobre un rito que esta Semana Santa acecha la lluvia.

La 'petalá' de Parras, el éxtasis y la exuberancia

El momento más feliz del año es, para Jesús, cuando llega la mañana del Viernes Santo en la calle Parras, donde sigue abierta la última carbonería que fabrica picón para una Sevilla que ya no existe pero de la que guarda el recuerdo.

Con el cuerpo agotado y los sentimientos a flor de piel, tras una Madrugá que recorre con la misma ilusión y el mismo ansia que la primera vez, Jesús espera esa petalá que tiñe el cielo de Sevilla de pastel. Es entonces cuando el júbilo estalla y todo se desborda. Es puro éxtasis. Quien lo vivió, lo sabe.

Es éste uno de esos momentos que explican por sí sólo el sincretismo de la Semana Santa de Sevilla. La Esperanza se reencuentra con la dulce heterogeneidad de un barrio que es -¿sigue siéndolo pese a la turistificación?- nido de almas libres y distintas.

Allí, con todos esos amigos que conforman su familia elegida, junto a las viejas que arrastran cada día el carrito de la compra hasta el mercao de Feria, junto a la parroquia que cada día se acoda en el Rey de la Cerveza, junto los fieles de la barra añosa del Vizcaíno, junto a los habituales de las vecinas bodega Soto y bodega Camacho y todas las tascas donde todavía se hacen las cuentas a tiza, junto a los yoncos, las putas, los chaperos y los transuntos de artistas, junto a los diteros de otra época y junto a todos los personajes de la calle Feria, de la que Chaves Nogales escribió que era "una síntesis perfecta del Universo", Jesús la espera a ella, a su madre elegida.

Jesús Roldán, ante el azulejo de la Macarena

Jesús Roldán, ante el azulejo de la Macarena / C.R.

Un banco de madrugada, una historia en común

Es ella la misma que se apareció una noche entre Carlos y él: "Me acordaré toda mi vida: era la madrugada del 22 de febrero de 2023, los dos sentaditos en un banco de las Setas, y yo contándole mi historia y él, enseñándome fotos de la Macarena en su móvil".

La misma que ocupa horas y horas de charla, entre botellines, cigarrillos y vappers, de esta familia heterodoxa con cita fija en la Alameda y, ahora también, en el pisito de techos altos y vigas de madera que es su hogar en la calle Dueñas.

-"No me gusta cuando le ponen la saya roja"

-"¡Qué preciosa está de hébrea!"

-"Tú sabes que ella se vistió de luto cuando murió Joselito, ¿no? Es que Ella es muy fuerte"

-"¿Habéis visto el cuadro? Me lo regaló Carlos por mi cumpleaños, lo tuvo escondido en casa de P. durante semanas, Mírala, mírala, no la hay más guapa. Lo es todo para mí". Orgullo de hijo. ¡Macarena, guapa!