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Esperpento deformista

Pedro Sanchez.

Pedro Sanchez. / Francisco Seco

_ ¿Es aquí lo de la libertad de prensa?

_ Segunda puerta a la izquierda, joven.

_ Gracias.

Siguiendo las indicaciones, uno llega al Callejón del Gato, (la de noches en el Villa Rosa, madremía). Cualquier estudiante de literatura reconocerá el lugar como escenario de una de las escenas más memorables de "Luces de Bohemia" de Valle-Inclán, protagonizada por Max Estrella y Latino de Hispalis. Sin embargo, lejos de los confines de la literatura, Pedro Sánchez ha transformado este fin de semana en un grotesco callejón con una salida teatralizada. El lunes, nuestro "héroe clásico", el presidente, nos brindó homilía corta. “Los héroes clásicos reflejados en espejos cóncavos dan el Esperpento”.

Los días previos estuvieron llenos de análisis meticulosos, horas de radio y televisión, y páginas de periódicos llenas de analistas, comentaristas, ultraístas y surrealistas. La realidad, al menos, estuvo a la altura de la ficción. A todos nos evocó a Frank Underwood, el personaje principal de House of Cards. Perdón por comparar a un señor bajito y calvo con nuestro el nostre president. Las estrategias de Underwood eran tan enrevesadas que lo normal sería que fracasaran… pero siempre le salían bien, al igual que a Sánchez. Es un mago, eso es indiscutible. Su manejo de los tiempos, las voluntades, las personas y las instituciones es magistral: “Si va a ver al Rey es porque se va; no tiene sentido ir a la Zarzuela para decir que sigue”. Je je je.

En medio de todo, un espectáculo diseñado para la televisión española, los medios internacionales están atónitos. Pero no importa, el Der Spiegel no vota. Gobierno y oposición parecen perdidos sin Sánchez, y lo que podría haber sido el mejor episodio de la temporada de House of Cards se convierte en el peor episodio de Moncloa, ¿dígame?. Los gabinetes estuvieron al borde de un ataque de nervios. Algunos incluso sacaron a enfriar el mejor espumoso castellanomanchego. Surgieron sustitutos. Algunos predecibles, como Pilar Alegría o María Jesús Montero. Otros, figuras de los sueños húmedos de los opinadores: Óscar Puente o ZP. Si la política española no existiera, habría que inventarla. ¡Qué circo hemos montado!

Lamentablemente, por mucho humor con el que se pueda abordar este vodevil político, hemos entrado en una espiral descendente. Efectivamente, estos días pasados, y los que están por venir, han marcado un "punto y aparte". Mi admirado Manuel Arias Maldonado acuñó hace tiempo el concepto de “democracia sentimental”. En poco más de una semana, hemos presenciado una demostración práctica del concepto, donde las emociones juegan un papel central en la política, tanto en la movilización ciudadana como en la formulación de políticas públicas y, a la vista está, en el discurso político en general.

El teatro de la política patria no necesita guionistas, sólo espectadores con sentido del humor de puertas para afuera y con pensamiento crítico hacia las entrañas. Entre giros inesperados y desenlaces previsibles, esta temporada de la política española promete mucho más giros de guion. Este acto -sea el segundo o el tercero, que no queda claro- acaba de empezar y, como en cualquier buen esperpento, la línea entre la farsa y la realidad es tan borrosa como la visión de Max y Latino saliendo de la taberna de Picalagartos.