Opinión

Periodismo decente: cómo defender la dignidad del periodismo

Hay estafadores y caraduras que se travisten de periodistas y no cumplen ninguna regla básica del oficio, ensucian nuestra profesión. Si callamos, nos deslegitiman

Jornadas de "Periodismo con ñ" de la Asociación de la Prensa de Cádiz.

Jornadas de "Periodismo con ñ" de la Asociación de la Prensa de Cádiz.

Este viernes, en la cuna de la libertad política y de imprenta, invitados por la Asociación de la Prensa de Cádiz, se estrenó “Periodismo con ñ: II Jornadas sobre periodismo en español”. El tema de la mesa, que contó con el poeta y director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, junto a la directora de la RTVE en Andalucía, Paloma Jara, y la que escribe, directora de El Correo de Andalucía, era “El español en el periodismo”. Sinceramente, se habló mucho más de la actual situación del periodismo en España en una semana en la que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha salido de su retiro de cinco días poniendo el foco en lo que llama “la máquina del fango” y “los pseudomedios de comunicación que hacen circular bulos, desinformación y mentiras”.

A los periodistas nos encanta el diván, hablar de nosotros mismos y mirarnos mucho el ombligo. Perdonen nuestro ego. Es una profesión endogámica que a veces se olvida de que es solo un oficio que se debe a los ciudadanos, a los que tiene que servir. El periodismo tiene una función de fiscalización del poder y una obligación de servicio público. Es su esencia. La periodista de El País Anabel Díez dedicó esta semana un artículo a su amiga y compañera Victoria Prego, "la periodista que nunca se sintió famosa”. “En su trabajo siempre primó las reglas clásicas del periodismo, entre las que están la búsqueda directa de los hechos contada, a ser posible --y para ella siempre lo fue--, por sus protagonistas”, señala. El obituario es una lección de buen periodismo, una reivindicación de la pluma humilde, al servicio de los hechos y de la verdad. Ese es el periodismo en el que creo.

Situación privilegiada

El contexto es importante. Los periodistas en España vivimos en una situación privilegiada. El último informe de Reporteros Sin Fronteras, presentado el Día Mundial de la Libertad de Prensa, advierte de que el 75% de los países del mundo no tienen un clima favorable a la libertad de prensa y que hay periodistas gravemente perseguidos. En Palestina, en siete meses de guerra, cien periodistas han sido asesinados. En Irán, Siria, Israel o en las dictaduras de Nicaragua, Venezuela o Cuba informar te conduce a la cárcel, en el mejor de los casos. La violencia más brutal se ceba con los periodistas en México y el ‘Gran Hermano’ de China impide la prensa libre.

No perdamos esta perspectiva. España, según Reporteros sin Fronteras, ocupa el puesto 30 en el ránking de la libertad de prensa, ha mejorado seis puestos (venía del 36) aunque ha subido más por demérito del resto que por mérito propio. Eso no debe impedir el debate y la reflexión individual, de cada profesional, y colectiva. Hay un deterioro por la polarización política y mediática y hay una precariedad crónica que lleva a muchos periodistas a la autocensura. Esta es la foto. La pregunta es: ¿qué podemos hacer los periodistas por acabar con los bulos que se propagan a la velocidad del rayo con el altavoz de las redes sociales?

El papel del Gobierno

No es fácil responder pero sí tengo claro que ningún Gobierno debe arrogarse el papel de decidir qué es periodismo y qué no, qué se publica y qué no. No he conocido a ningún gobierno, de ningún signo político, que se sientan verdaderamente cómodo con la prensa libre. Es normal, los periodistas estamos aquí para incomodar y contar lo que no quieren que se cuente. “La democracia no puede convivir con la censura”, sentenció Luis García Montero.

La autorregulación, que sean las asociaciones profesionales y los colegios de periodistas quiénes decidan qué es o no periodismo es otra opción. Tampoco exenta de peligro. Un organismo independiente, dedicado a verificar la buena praxis profesional y señalar la mala, tiene sus riesgos. Todo este tipo de instrumentos tienen el peligro de ser pervertidos al servicio de otros intereses.

Ensucian el oficio

La opción de cruzarnos de brazos y no hacer nada es todavía más peligrosa. Hacer periodismo decente y defender la dignidad del periodismo es importante para que no se deslegitime una profesión que es vital para que las democracias sean sanas. “Hay una responsabilidad de los profesionales”, señaló García Montero en esa charla en Cádiz, “hay caraduras que van de periodistas y reciben dinero público y se dedican a enfangar, mentir o contar barbaridades”. ¿Debemos señalar quiénes son? Están ensuciando nuestra profesión. No conocen código deontológico ni normas éticas. La noticia antes de publicarse debe contrastarse con al menos tres fuentes, debe narrar con pulcritud los hechos, dar voz a todas las partes afectadas, ser concreta y estar bien narrada. Las reglas del juego son claras.

Dijo Paloma Jara que para un periodista el artículo 20 de la Constitución es “palabra de Dios”. “Se reconocen y protegen los derechos a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción”. El Código Penal español recoge los delitos de calumnias, injurias y el derecho al honor. La Comisión Europea aprobó el pasado 13 de marzo una importantísima normativa, la Ley Europea de Libertad de los Medios de Comunicación, que los estados miembros deben trasponer y que protege a los periodistas de presiones gubernamentales, políticas, económicas o privadas. Prohíbe cualquier intervención externa en decisiones editoriales. Obliga a los medios de comunicación a incrementar su transparencia, a hacer pública la propiedad de los medios y a revelar si reciben financiación pública, subvenciones o publicidad institucional.

Los periodistas tenemos derecho a ejercer nuestra profesión en libertad y tenemos deberes y obligaciones. Debemos exigir que se deje de financiar con dinero público a los estafadores. “La conciencia crítica no puede desembocar en el ‘nada tiene arreglo’, eso desemboca en el cinismo y en el 'todos son iguales'”, avisó García Montero. Quienes queremos jugar en la liga de la verdad, el derecho a la información y el espíritu crítico deberíamos parar y pensar. Ni todos mentimos, ni todos somos iguales, ni todos los medios son una bazofia ni todos estamos apesebrados por los poderes públicos y económicos. Abramos una reflexión a la altura de la responsabilidad que tenemos. No hace falta que Pedro Sánchez lidere ningún debate.