Semana Santa

Fe de Lunes Santo

Tras una mañana de lágrimas y paraguas, la segunda jornada de la Semana Santa se recompuso milagrosamente para ofrecernos exquisitas estampas

Nuestra Señora de la Sadud saliendo de la Parroquia de San Gonzalo este Lunes Santo

Nuestra Señora de la Sadud saliendo de la Parroquia de San Gonzalo este Lunes Santo / Carlos Doncel

Antonio Puente Mayor

Antonio Puente Mayor

Decía el Papa Benedicto XVI que «la fe es don de Dios, pero es también acto profundamente libre y humano». Unas palabras que ilustran a la perfección lo ocurrido este Lunes Santo en Sevilla. Y es que había que tener mucha fe para vislumbrar lo que ocurriría a partir de las cuatro y media de la tarde en un escenario cuya atmósfera distaba bastante de la habitual en Semana Santa.

La jornada arrancó temprano, con los hermanos del Polígono de San Pablo tratando de asimilar los partes de la AEMET que daban un 90% de probabilidad de lluvia hasta las cinco de la tarde. Pese a todo, a las once y media de la mañana, la hora fijada para la salida de la cofradía, la Junta de Gobierno presidida por José Luis Pérez Flores solicitaba media hora al Consejo. Mientras, en el Tiro de Línea, con gran parte de los nazarenos sorteando charcos y ante la mirada del socialista Juan Espadas, algunos hermanos le confiaban a la periodista Charo Padilla sus esperanzas de “aprovechar un claro” y plantarse en la catedral al filo del mediodía. “Será lo que el Señor quiera”, decía una vecina del barrio que ha vivido varias décadas de procesiones. De 200 nazarenos en origen a 2000 en los últimos tiempos, “el Cautivo tira mucho”, remataba. Por su parte, el Hermano Mayor de los Estudiantes, presente en Santa Genoveva junto a su homólogo del Gran Poder, señalaba a los micrófonos de Canal Sur Radio: “yo lo tendría complicado”. Y es que a la hora del Ángelus, con el cielo cayendo a plomo sobre la parroquia de San Ignacio de Loyola, a los nazarenos de blanco y negro se les iba quebrando el ánimo. El desenlace llegaría a las 12.05, cuando el Hermano Mayor, que este 2024 dejaba el cargo, comunicaba la cancelación de la estación de penitencia entre lágrimas y aplausos. Seguidamente, el Himno de la UME, “al servicio del pueblo español”, ponía el punto y seguido a una mañana para olvidar. En Santa Genoveva, la noticia de la suspensión llegaría treinta minutos después; decisión respaldada por los cofrades, a quienes se les pidió que “rezaran ante los Titulares” antes de regresar a casa —fe para el resto del año—.

Un abanico de posibilidades

En la iglesia de Santiago, la cruz de guía del Beso de Judas no estaba dispuesta a las dos y media; y es que a esa hora llovía fuertemente sobre la plaza y la cofradía había pedido una prórroga. San Gonzalo optó por el mismo camino, y solicitó al Consejo una moratoria hasta las cinco de la tarde, hora límite para poder recorrer el espacio entre el Barrio León y el corazón de la carrera oficial. O lo que es lo mismo: un itinerario que les llevara en poco más de dos horas a la Campana con un cortejo superior a las 3.000 personas. Y en efecto, a las 16.40, San Gonzalo salía de su templo y poco después lo hacía la Redención ante un público exultante… pero resguardado bajo sus paraguas. Aun así, dos horas después, los nazarenos de Jesús ante Caifás alcanzaban el convento del Santo Ángel y los del Beso de Judas abandonaban la calle Sierpes bajo el primer cielo azul de esta Semana Santa —fe que mueve montañas—.

La llegada al palquillo del misterio de Santa Marta y la salida de la Virgen de Guadalupe, pasadas las siete de la tarde, confirmaban que el Lunes Santo resucitaba de entre los muertos, cual Lázaro de Betania; un milagro que cobró más intensidad con la salida de Vera-Cruz luciendo los nuevos respiraderos de su palio. Ya solo restaba que se abriesen las puertas de San Vicente y del Museo para completar el milagro, algo que sucedió con toda naturalidad, como si la ciudad acabara de librarse de un hechizo —fe sin orden a la razón—. Con la noche echada y las temperaturas en descenso —la profecía de José Antonio Maldonado cobró vida a partir de las nueve— quedaba en manos del público escoger una esquina u otra para disfrutar de las cofradías. Y es que el abanico de posibilidades no podía ser más espléndido: la Redención por Cristo de Burgos, Santa Marta por Chapineros y San Gonzalo por el Postigo. Sin solución de continuidad, Vera-Cruz conquistaba la Avenida, las Penas hermoseaba Sierpes y las Aguas bendecía la Campana.

Nuestra Señora de la Sadud saliendo de la Parroquia de San Gonzalo este Lunes Santo

Nuestra Señora de la Sadud saliendo de la Parroquia de San Gonzalo este Lunes Santo / Carlos Doncel

Músicos de nivel

Un año más, el Cristo de la Expiración cruzó la carrera oficial con varios minutos de retraso, por lo que ni el esfuerzo de los nazarenos de barrio —poniendo su cruz de guía en la Campana en tiempo récord—, ni el ritmo constante de las corporaciones del centro —excelente coordinación de los diputados mayores—, impidió que el palquillo se cerrase antes de las once de la noche. Esta vez el responsable fue el mecanismo de la cruz del Crucificado del Museo, el cual falló a poco de moverse el paso en su Capilla —fe subordinada a la razón—.

El epílogo a la jornada, tan inextricable como imprevisible, lo pusieron los músicos de unas bandas cuyo nivel contribuyó al lucimiento de varios pasos —maravillosa la Virgen de los Dolores por la calle Placentines a los sones de Tejera, y espléndido el Cristo de las Aguas con Rosario de Cádiz—; pero también ese “silencio ondulado” que, como en el poema de Federico García Lorca, meció a los Titulares de San Andrés y el Dulce Nombre en sus recorridos del vuelta —fe de Lunes Santo—.  

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